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La luz y las tinieblas

Salzburgo. 07/04/2023. Grosses Festspielhaus. Festival de Pascua. Brahms: Ein deutsches Requiem. Gewandhausorchester Leipzig. Chor des Bayerischen Rundfunks. Christian Gerhaher, barítono. Julia Kleiter, soprano. Andris Nelsons, dirección musical.

Desde que Nikolaus Bachler llegó a la dirección artística del Festival de Pascua de Salzburgo, una vez concluída su etapa al frente de la Bayerische Staatsoper de Múnich, las cosas han cambiado un tanto por estos lares, quedando no solo atrás la etapa de Christian Thielemann con su Staatskapelle de Dresde, sino instaurándose una nueva dinámica que supone la presencia, cada año, de una orquesta invitada distinta. En 2023 ha sido el turno de la Gewandhausorchester de Leipzig con Andris Nelsons y ya se ha anunciado que en 2024 hará lo propio la Orquesta de la Academia de Santa Cecilia en Roma, con Antonio Pappano.

El maestro letón asume en esta edición la dirección musical de todos los programas de concierto -hasta tres distintos- y las tres representaciones previstas de Tannhäuser, en el debut de Jonas Kaufmann con este importante rol wagneriano. Andris Nelsons (Riga, 1978) es un director sumamente consagrado, atesorando desde 2014 la titularidad de la Sinfónica de Boston y liderando desde 2018 (en la práctica desde la temporada 2016/2017) la Gewandhausorchester de Leipzig. Dos compromisos de enorme talla, de los que viene dejando rastro discográfico con sendas integrales de Shostakovich (con Boston) y Bruckner (con Leipzig). Entre tanto, Nelsons no deja hueco en su agenda, siendo invitado habitual de los Wiener Philharmoniker (con quienes ha grabado una integral de las sinfonías de Beethoven) y los Berliner Philharmoniker (para cuya titularidad fue también candidato cuando se optó finalmente entre Petrenko y Thielemann). En fin, un director con mayúsculas, aunque de un tiempo a esta parte su perfil pueda parecer un tanto desdibujado, con una agenda que no deja tregua y subsumido un tanto en la dinámica inclemente del mercado discográfico.

Por todo lo dicho congratula sumamente reencontrarse con el mejor Nelsons de antaño en este concierto que nos ocupa, con una obra de suma importancia y complejidad como es el Requiem alemán de Johannes Brahms, que fue estrenado precisamente en su versión final en siete números en Leipzig, por esta misma orquesta, en febrero de 1869, con Carl Reinecke a la batuta. Esta partitura es de una indudable densidad y de una singular espiritualidad. Brahms trabajó con ahínco en su escritura, intentando conjurar con ello los demonios que le acompañaban desde la muerte de su madre en 1865 pero también desde la muerte de Schumann en 1856, con los consabidos intentos de suicidio que precedieron a su fatal y precipitado destino. Brahms tenía, por así decirlo, una cuenta pendiente con la muerte y sus tinieblas. 

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La interpretación que aquí comento fue realmente notable, de una luminosidad muy especial. Estuvo glorioso, en primer lugar, el Coro de la Radio de Baviera, con un relieve extraordinario en cada una de sus cuerdas. Fue realmente admirable su trabajo con el texto, de una nitidez y expresividad preclaras. Sin duda, fueron el pilar fundamental sobre el que se sostuvo esta gran versión del Requiem

La dirección de Andris Nelsons tuvo muchas virtudes, aunque para algunos oídos podría pecar de cierto exceso en su vocación expositiva. Y es que apuesta por unos tiempos marcados, más bien lentos, que nunca decaen, con plena coherencia interna, con tensión, pero dilatados al fin y al cabo. En todo caso, el letón es siempre minucioso, sobresale por su visión arquitectónica de la obra, tan sólida como transparente, y busca con ahínco un juego amplio de intensidades y dinámicas, fraseando con denuedo con la Gewandhausorchester. Nelsons acierta, en fin, a la hora de traducir el constante diálogo entre la luz y las tinieblas que va conformando el desarrollo del Requiem, tanto en su texto como en su sonoridad.

Superlativo y sobrecogedor Christian Gerhaher en su parte, con un trabajo admirable del texto, dando un sentido concreto y específico a practicamente cada palabra, cada nota. Su canto fue de una humanidad escalofriante. Sin duda el barítono alemán atraviesa un momento de incontestable madurez, con una autoridad interpreatitva realmente sobresaliente. A su lado, Julia Kleiter resolvió su intrincada parte con una naturalidad pasmosa, refinadísima, con un canto de enorme plasticidad, de legato aquilatado y con un timbre bellísimo en todas las franjas. Bravísima. 

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Fotos: © Erika Mayer Photography