Roschmann Schubertiada21 b 

Maestría en la voz, maestría al piano 

Vilabertran, 23/08/2023. Canònica de Santa Maria. Obras de Schuman, Mahler y Wagner. Dorothea Röschmann, soprano. Wolfram Rieger, piano.

Antes de entrar en los detalles del extraordinario concierto que ofrecieron el pasado 23 de agosto Dorothea Röschmann y Wolfram Rieger dentro de la 31 edición de la Schubertiada de Vilabertran, quería destacar la magia que crearon estos dos veteranos (refiriéndome con este término a los fructíferos años de trabajo que acumulan) en su recital. El lied, en toda la extensión de la palabra, o si prefieren “canción poética” como la denominan en este festival, necesita un ambiente más íntimo, en el que músicos y público estén en una comunicación más estrecha. Pequeños auditorios o salas y también iglesias con buena acústica como la Canònica de Vilabertran son lugares ideales (pese al tórrido calor que hemos sufrido este año) para esa “unión”. Röschmann y Rieger son unos auténticos maestros en esta comunicación con el público. Es, para mi, lo más importante de este liederabend: la maravillosa atmósfera que se creó, la entrega de los músicos, el respeto y admiración del público, los silencios. Algo que, si me permiten que haga un comentario personal, me hace feliz.

La compenetración entre soprano y pianista fue total. Ante un programa exigente y variado ambos demostraron porque son dos figuras imprescindibles en el mundo del lied. Destacaría, de las muchas virtudes de Röschmann, su increíble versatilidad a la hora de abordar canciones tan diferentes, adaptándose perfectamente a cada estilo, a cada situación, a cada autor. Pletórica de fuerza y con una proyección espectacular, supo dar a cada verso la entonación requerida, la pasión o la desazón que transmitía cada poema. Por su parte Rieger, siempre con una sonrisa en la boca, feliz con su trabajo, supo darle al piano el protagonismo que Schumann le otorgó en los lieder de la primera parte. En la segunda se abordaba un repertorio con canciones que están todas orquestadas. Es aquí donde Rieger demostró su profesionalidad. No se echó de menos la grandilocuencia de una orquesta acompañando los lieder de Mahler o Wagner. El pianista llevó a su terreno las melodías y las hizo grandes, bellas y se las puso en bandeja para que Röschmann brillara con su excepcional arte.

La primera parte estuvo dedicada a Robert Schumann, comenzando con esos cinco maravillosos lieder que forman los Gedichte der Königin Maria Stuart (Poemas de la reina María Estuardo) op. 135 donde, supuestamente, la reina romántica por excelencia (son muchos los poetas, escritores, compositores del siglo XIX que, a partir del drama de Schiller la adoptaron como protagonista de sus obra) narra los distintos avatares de su vida, desde su salida de Francia donde había sido reina consorte, hasta su muerte ordenada por su prima Isabel I. Desde el primer momento Röschmann supo enfocar cada estado de ánimo de los poemas pasando del agudo al grave con una seguridad pasmosa y sobre todo, con unas medias voces impresionantes. El plato fuerte de esta parte eran esas joyas que forman el Liederkreis (Ramillete de canciones, podríamos decir) Op. 39. Aunque no es un ciclo de canciones como el acuñado por Franz Schubert, su unidad viene dada por el autor de todos los poemas, Joseph von Eichendorff, y porque fueron elegidos por la prometida en ese momento de Schumann, Clara Wieck. El compositor sajón creó una obra que, como él mismo confiesa, es su obra más romántica. Y lo es porque los poemas contienen la esencia del movimiento: el amor, la naturaleza, la melancolía, el recuerdo al mundo medieval o la tristeza. La soprano alemana dio una lección de canto en este ciclo. Fue dando forma a cada poema como parte de un todo, como un camino que recorría por ese mundo romántico que Schumann creó para Clara. Difícil destacar una canción con otra, pero a mi me emocionaron especialmente Waldesgespräch (Diálogo en el bosque) que siempre me hace pensar en Erlkönig (El rey de los el elfos) de Schubert evolucionado hacia un diálogo más suave y tranquilo pero sin abandonar el lado trágico del mensaje. Mondnacht (Noche de luna), cantada con una elegancia infinita y la triste y melancólica Auf einer Burg (En un castillo) un verdadero ejemplo de poesía y música romántica.

Del romántico más canónico pasamos, en la segunda parte, a ese Gustav Mahler campestre y popular pero que deja su marca maestra en cada nota de sus Des Knaben Wunderhorn (Canciones de “El muchacho de la Trompa Mágica”). Soberbios aquí, otra vez, los dos músicos. Röschmann metamorfoseándose constantemente en cada poema, desde el tanzlied (canción popular austriaca) que es Rheinlegendchen (Leyendas del Rin) hasta Wo die schönen Trompeten blasen (Donde resuenan las hermosas trompetas) una de las composiciones más bellas del ciclo, genialmente interpretada por nuestro dúo y que emocionó, una vez más al público. Pero también destacaron otra canción “de diálogo” como es Das irdische Leben (La vida terrenal) terriblemente trágica o  la divertida Lob des hohen Verstandes (Elogio de la alta sabiduría). Cerraba el programa ese canto al amor que son los Wesendonck-Lieder de Richard Wagner. Los Wesendonck huelen a Tristán e Isolda, a amor correspondido y adúltero, huelen a pasión que no se puede reprimir y a la que los amantes se entregan sin importarles nada más. Son uno de los ciclos más bellos que existen, sobre todo si se profundiza en su mensaje, en la esencia del poema y su música. Röschmann y Rieger entendieron el corazón de los lieder y brindaron una versión apasionada y llena de fuerza.

En medio de un calor sofocante, dos artistas que seguramente físicamente lo estaban pasando mal, lo dieron todo para que un público que ama el lied disfrutara. Gracias.

Fotoos: © David Borrat