El Festival Ravel consolida su proyección con artistas como Renaud Capuçon, Javier Perianes o Semyon Bychkov
El destino quiso que el gran músico francés Maurice Ravel naciese en marzo de 1875 en Ciboure, en el País Vasco francés, al otro lado de la pequeña bahía que esta localidad comparte con San Juan de Luz. Se trata de un lugar pintoresco, con una indudable raigambre de cultura y tradición, donde se dan cita además el paisaje y la gastronomía. Todos los ingredientes necesarios, pues, para el éxito de un festival de música como el que nos ocupa y que en 2023 ha alcanzado ya su tercera edición. Un festival joven, pues, pero que ha dado un notable paso adelante con la ambiciosa programación de este año, cuajada de artistas de renombre internacional.
El festival cuenta con el veterano pianista Jean-François Heisser como impulsor y director artístico, tarea que comparte ahora también con su discípulo, el también pianista Bertrand Chamayou, una de las voces más autorizadas del piano entre los solistas de su generación. La programación se extiende por diversas localidades del País Vasco francés, si bien San Juan de Luz se yergue como epicentro fundamental de la propuesta.
A continuación encontrarán una breve crónica de los tres conciertos que tuve ocasión de disfrutar allí, con artistas de la talla del violinista francés Renaud Capuçon, el citado Jean-François Heisser, el pianista español Javier Perianes o el director Semyon Bychkov, al frente de la Orquesta de la Ópera de París.
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Renaud Capuçon es un intérprete aristocrático en las formas y naturalísimo en los resultados, un violinista a la antigua, en el mejor posible de los sentidos; un intérprete en el que el estilo y la actitud diluyen la descollante técnica hasta casi hacerla imperceptible; un solista de esos que asombran sin buscar el asombro. El suyo es un violín gentil, emotivo aunque sin precipitarse en el sentimentalismo. Y por ello mismo se adapta como un guante al repertorio que brindaron junto al pianista Jean-François Heisser, con obras de Ravel (Sonata no. 1, póstuma, para violín y piano), Roussel (Sonata para violín y piano no. 2 op. 28), Debussy (Sonata para violín y piano) y Marguerite Canal (Sonata para violín y piano). Heisser, que ha sido un pianista quizá poco difundido en las latitudes de nuestro país, exhibió un dominio ciertamente idiomático de todo este repertorio, quizá algo sobrio en las formas, pero de indudable autoridad y de palmarios resultados.
De todas las obras intepretadas en este recital me gustaría poner el acento en el sorprendente hallazgo que resultó para mis oídos la música de esta olvidada autora francesa, originaria de Toulouse, Marguerite Canal (1890 - 1878). Cabría hablar de ella como una figura "a lo Boulanger", es decir, pedagoga, compositora, directora de orquesta incluso, aunque le tocó coexisitr con una generación muy poco dada a visiblizar el trabajo de las mujeres de su tiempo. A tenor de lo escuchado en esta sonata, su música bien merece una oportunidad: compleja, refinada, inspirada, bien escrita... Su creación no palideció lo más mínimo ante monumentos de la música francesa como los citados Debussy o Ravel.
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Para la segunda jornada en este Festival Ravel nos desplazamos a la localidad vecina de Saint-Pée-sur-Nivelle. Allí, en la iglesia de Saint-Pierre, disfrutamos de una velada absolutamente ejemplar a cargo del pianista onubense Javier Perianes, un artista en la cúspide de su madurez. En esta ocasión nos brindó precisamente el contenido de su último trabajo discográfico, que verá la luz próximamente: las Goyescas de Granados, monumento modernista y pieza icónica donde las haya dentro del repertorio para piano de la música española del siglo XX. Perianes está en estado de gracia, con unas manos frescas y delicadas, a la par que firmes y cargadas de autoridad. El solista español abunda en un sonido propio y el resultado son unas Goyescas muy suyas, con mucha e indudable personalidad. Hay en ellas color, ritmo, poesía, fantasía, magia, ensueño, arte, duende, refinamiento, embrujo... Una delicia.
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Excepcional fue también la presencia en San Juan de Luz de la Orquesta de la Ópera Nacional de París, una formación que rara vez se prodiga más allá de la capital francesa. Su visita, originalmente prevista con el saliente Gustavo Dudamel, contó sin embargo con el liderazgo del célebre director Semyon Bychkov, una consumada autoridad en determinados repertorios, como la obra de Dvorák, compositor que presidió de forma monográfica el programa de esta sesión. Bychkov, no en vano, grabó no hace mucho la integral de la obra sinfónica del autor bohemio junto a la Filarmónica Checa, de la que es batuta titular 2018.
En esta ocasión su dirección musical hizo nuevamente gala de sus mejores virtudes: indudable seguridad, firmeza y claridad en las indicaciones y un general sentido arquitectónico en su enfoque, siempre bien combinado con un fraseo colorista y elaborado. La particular acústica de la iglesia de San Juan Bautista, en San Juan de Luz, no contribuyó precisamente a lograr un sonido de gran presencia, pero eso no empañó la labor de la Orquesta de la Ópera de París, realmente en un excepcional estado de forma.
Fotos: © Festival Ravel / Mathieu Mengaillou KOMCEBO
