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Catarsis órfica

Bayreuth 13/09/23. Markgräfliches Opernhaus Bayreuth. Claudio Monteverdi: L’Orfeo. R. Villazón (Orfeo), T. Baka (Musica), Y. Filias (Pastor), I. Bilini (Ninfa), M. Margariti (Euridice), S. Patsi (Messaggiera), L. Safiropoulou (Speranza), M. Sarantidis (Caronte), M. Palaska (Proserpina), T. Sirlantitzis (Plutone) y Savina Yannatou (Baccante). Dir. Esc.: T. Papakonstantinou. Musica en vivo electrónica y arreglos musicales: P. Iliopoulos. Latinitas Nostra. M. Chryssicos, concepto musical, dirección y clave.

La cuarta edición del Bayreuth Baroque Festival 2023 sitúa a la capital de la Alta Franconia alemana, de nuevo como epicentro musical europeo finalizado el Wagner Festival. Esta cuarta edición ha supuesto la consolidación de un Festival que ha reafirmado su entidad musical presentando por primera vez, dos producciones. Una nueva de estreno: Flavio de Händel, y una coproducción: Orfeo de Monteverdi con el Megaron-The Athens Concert Hall. 

¿Puede una producción de L’Orfeo de Monteverdi, comenzar como si fuera un sketch teatral de la película Smile (P. Fin, 2022) y terminar con una orgía truculenta sonora que remite a la también reciente Midsommar (A. Aster, 2019)? Así de estimulante y original fue la producción, firmada por el griego Thanos Papakonstantinou, de esta coproducción con el Megaron de Atenas, de la considerada primera ópera de repertorio de la historia de la música.

Pero la audacia de este L’Orfeo no se quedó en una régie, austera, inteligente y catártica, sino que además, se sirvió en una partitura enriquecida con música electrónica creada y arreglada por el compositor Panos Iliopoulos. Es cierto que el apriorismo de leer que se va a asistir a una representación de L’Orfeo, con unos arreglos electrónicos de música que va a “enriquecer” la partitura puede sonar a anatema, pero lo cierto es que el trabajo de Iliopoulos, es de un respeto por la obra monteverdiana y un resultado, altamente convincente.

El hecho de incorporar música electrónica ya se sabe que tiene el peaje obligatorio por cuestiones técnicas, de balances y de ecualización, que obligan a microfonar todos los cantantes. Con todo, si el trabajo técnico es bueno el resultado apenas desvirtúa el resultado final, como fue el caso, de una redondez musical inapelable. Los arreglos y añadidos de Iliopoulos apenas se perciben, pues están introducidos de manera tan elegante, orgánica y teatralmente ajustados que justificaron la idea de la producción por su resultado. Unos glissandi desde las cuerdas y desde el clave, distorsionados como si fueran ejecutados desde una guitarra eléctrica, en momentos como la bajada al infierno de Orfeo, en la muerte de Euridice o en las variaciones de su canto para dormir a Caronte, fueron buenos ejemplos y momentos clave de algunos de estos arreglos electrónicos.

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La producción de Thanos Papakonstantinou, se centró en un less is more escénico. Basada en la monocroma clásica del blanco y negro, prácticamente sin escenografía, y con estéticos movimientos coreográficos del coro, los actores y un vestuario y atrezzo, efectivos y resolutivos, en la estela de un Claus Güth o un Christof Loy, además de una gran dirección de actores. Papakonstantinou acercó el mito de Orefo a su origen trágico, con su final operístico, y presupuestamente siguiendo el original de la primera representación monteverdiana, donde se  eludió el lieto fine que la tradición instauró en la mayoría de las representaciones y ediciones posteriores.

Orfeo muere decapitado por las bacantes y la producción hace que el personaje de La Musica recoja su cabeza y la introduzca en la Caja de Pandora. Una doliente metáfora para transmitirnos que quizás la esperanza de la humanidad solo reside en la música. 

El equipo artístico, tanto teatral como musical e instrumental, funcionó a la perfección, con la calidad y efectividad de una propuesta madura y de intenso calado dramático. Sorprendieron así las prestaciones del Orfeo del tenor Rolando Villazón. Para los que pudieron pensar que estaría fuera de estilo, recordar que ya protagonizó una versión de Il combattimento grabada con Emmanuelle Haïm en 2006.

Si una cosa tiene el mexicano es una implicación hasta la médula de los personajes a los que interpreta. Más allá de un microfonado que puede maquillar emisión o proyección, sus solos fueron convincentes, expresivos y de una sinceridad musical reconfortante.  Su consabida tendencia a la sobreactuación fue aquí eclipsada por una interpretación intensa sin aspavientos, directa y catártica en un trabajo global sin mácula, gracias a una dirección escénica concisa.

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Del resto del equipo de cantantes, todos en estilo, con voces adecuadas y de gran resultado actoral y canoro, destacaron La Musica de Theodora Baka, el Pastore de Yannis Filias, el Caronte de Marios Saranditis o la pareja del inframundo, Timos Sirlantzis (Plutone) y Savina Yannatou (Proserpina).

Gran trabajo desde el clave, la dirección musical y el concepto en la edición de añadidos electrónicos de Markellos Chryssicos. El griego demostró Pathos dramático, equilibrio lírico y una vena teatral i rítmica que hizo justicia a una de las partituras fundamentales de la historia del arte.

El Enseble Latinitas Nostra, fundado por el propio Chryssicos, demostró que las nuevas generaciones de intérpretes especializados en música antigua provenientes de Grecia están al mejor nivel internacional gracias a unas fantásticas prestaciones, por estilo, morbidez sonora y riqueza tímbrica.

Un éxito artístico para el Festival que no quedó empañado por algunos insistentes y ruidosos buh finales a la producción. Un mito, una tragedia griega y una propuesta que demuestran que las obras maestras tienen en su atemporalidad una vigencia artística incuestionable.