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La difícil trascendencia

Madrid. 20/10/2023. Auditorio Nacional de Música. Wagner: Parsifal (tercer acto). Bryan Register, Parsifal. Franz-Josef Selig, Gurnemanz. Tomasz Konieczny, Amfortas. Orquesta y Coro Nacionales de España. David Afkham, director.

La Orquesta Nacional de España ha implantado la sana costumbre de hacer ópera en sus temporadas en el Auditorio Nacional. Con su titular David Afkham dirigiendo ha programado - excepto un solitario Castillo de Barbazul - todas de procedencia alemana, algo lógico teniendo en cuenta el origen y la lógica afinidad del director. Sus interpretaciones siempre han sido glosadas como un éxito, y en esta ocasión ha vuelto a suceder así, interpretándose el tercer acto de Parsifal, quizá el mas místico de la obra. La expectación era grande, y su interpretación ha vuelto suponer un señalado aldabonazo en la temporada. Quizá no sería mala idea que en sucesivas ocasiones , se programen también óperas más difíciles de ver representadas. Contando sólo desde el ámbito alemán, podrían ser desde creaciones de Weber (todavía ignoto en el Teatro Real) o Schubert, a Schreker, Zemlinsky, Korngold… dado que todas las óperas presentadas hasta la fecha  - excepto el citado Castillo de Barbazul bartokiano - han sido ya representadas con cierta frecuencia en Madrid. De cualquier modo, la costumbre parece que ha llegado para quedarse, y nos tenemos que felicitar.

David Afkham es un director que va bien para la ópera. Es sensible, moldeable, y se ajusta adecuadamente a los distintos y cambiantes meandros que supone el género. Siempre musical y atento, sabe plegarse a las voces, y resaltar, cuando le toca, de forma mayoritariamente apropiada y lógica. Así ha sido también en esta ocasión junto a una Orquesta Nacional en muy buena forma. Sin batuta, Afkham y la cuerda de la orquesta comenzaron su interpretación con sorprendente transparencia. El director reguló bien y resaltó voces internas (violas) y a unos violonchelos que empezarían a tomar protagonismo, algo que continuaría durante todo el acto, y que resultó lógico por la propia escritura wagneriana. Los instrumentistas de dicha sección cumplieron perfectamente con el desafío a falta, quizá, de un último punto mas de empaste y expansión. Dicha transparencia en la interpretación, vino muy bien a una obra especialmente quieta y hasta cierto punto abstracta, especialmente en este tercer acto, y que, sobretodo al final, difumina de un modo avanzado muy pre Debussy. Se tocó con sutileza (esos lejanos "latidos" del timbal) y con mimo en los cierres de frase, consiguiendo bellos pianisimos y texturas claras en una obra más complicada en su pureza y mensaje que en la dificultad intrínseca de los pasajes. Así se pudieron escuchar bellos momentos como el del relato de la muerte de Titurel, el misterioso clima conseguido en la entrada de Parsifal, o el bello unísono de la cuerda cuando se habla de espiar los pecados. Buenas intervenciones generales del viento, encabezadas en este caso por los sonidos vaporosos de corno ingles y clarinete, aunque es verdad que no existió la infalibilidad en esta sección ni en la de metal, y la cuerda estuvo ayuna de una falta mayor de densidad y anchura.

Una obra como Parsifal necesita de una especial inspiración y estado de gracia para evitar que pese y pueda elevarse como el Festival escénico sacro que Wagner pretendía que fuese. Esa metafísica trascendencia que debe traspasar y casi diría que ungir a cada espectador, no se dio en su totalidad. Quizá por la frialdad de tener que empezar en concierto y sin escena directamente por el tercer acto, o porque el protagonista vocal no se acabase de imponer. Bryan Register se demostró cumplidor, sacando el difícil papel adelante con honestidad y sin especiales altibajos, pero su voz oscila un punto de mas, y su imbricación e implicación en Parsifal es todavía a ras de suelo, en un papel que parece que todavía no tiene del todo rodado. Mucho más experimentado se mostró Franz-Josef Selig, que como Gurnemanz se las sabe todas. Sólido, sonoro, con extensión suficiente a los graves, supo decir bien sus extensos monólogos y con cierta intención, aunque en este sentido fuese superado por el Amfortas de Tomasz Konieczny, que con buen legato, una impactante teatralidad, y una cuidadosisima y elaborada prosodia e incisivo fraseo, consiguió con su voz -un punto acida y gutural, es cierto, aunque siempre penetrante-, elevar al máximo la temperatura.

Fantástico el Coro Nacional, aunque en esta ocasión las mujeres algo por debajo de los hombres, que empezaron su intervención fenomenalmente guiados por Afkham resaltando palabras clave, y consiguiendo uno de los momentos mas impactantes de la velada.