Norma, la bien cantada
Sevilla. 12/11/2023. Teatro de la Maestranza. Norma. Bellini. Yolanda Auyanet (Norma), Raffaella Lupinacci (Adalgisa), Francesco Demuro (Pollione) Rubén Amoretti (Oroveso), Coro de Ópera del Maestranza. Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Dirección de escena: Nicola Barloffa. Dirección musical: Yves Abel.
Poco descubro si digo que Norma de Vincenzo Bellini es una de las obras cumbres del repertorio operístico. Una ópera muy conocida y favorita del público que la examina con más rigor que otras composiciones menos frecuentes en los escenarios. Esto tiene sus pros y sus contras. Pros son el cariño con el que los espectadores esperan las arias, dúos y tríos más famosos. Contras que al conocer mejor los números, los cantantes son “examinados” con más rigor. Un fallo en Norma se detecta mucho antes que en Wozzeck. Eso, creo, supone un reto para los profesionales: si lo hacen bien, será un triunfo sonado. Si sale regular o mal será más difícil enmendar el error. Nada de lo último pasó en la velada que aquí se comenta, una de esas representaciones donde los protagonistas salen triunfantes y los gritos de bravo, brava o bravi se repiten con frecuencia, sobre todo al final. Y es que realmente ha sido todo un acierto de la dirección artística del Teatro de la Maestranza la elección de estereparto protagonista en la primera función de las cuatro programadas (dos más con este mismo cast y otro con otro alternativo encabezado por Berna Pernes).
Precisamente antes del comienzo de la representación el director general del teatro, Javier Menéndez, se dirigió al público para comentar que la protagonista, Yolanda Auyanet, venía arrastrando un constipado del que aún no estaba recuperada pero, que aún así, cantaría el papel. Una circunstancia que si no fuera por alguna pequeña tos en momentos donde no cantaba Auyanet, hubiera pasado completamente desapercibida. Porque qué maravilla de sacerdotisa druida cantó la soprano canaria. Su voz está en plena madurez, con una redondez exquisita en toda la tesitura, un fiato a prueba de constipados y, sobre todo, con un agudo espectacular, inmaculado, bien proyectado y de un volumen que descollaba en los grandes tutti por encima de todos. Su Casta diva fue canónico y bello, pero en el resto de sus intervenciones, bien fuera en los dúos con Adalgisa o bien en las intervenciones con Pollione ,la perfección de la soprano hizo las delicias de todo el público. Un trabajo impecable de una cantante que nunca decepciona.
Una grata sorpresa fue para mi la Adalgisa de Raffaella Lupinacci, cantante a la que oía por primera vez. El timbre de la mezzo es de una belleza poco común, oscuro pero a la vez brillante en el agudo al que llega con pasmosa facilidad. La voz está fresca y joven y eso se nota en la perfecta expresión y la elegancia de su canto que parece surgir sin esfuerzo. Estupenda en Sgombra e la sacra selva siguió por la misma senda en toda la obra, son momentos belcantistas de primer nivel. Completaba el trío de excelentes cantantes Francesco Demuro, un tenor que domina perfectamente el papel y que consigue encandilar al oyente con un tercio superior espectacular. Como ejemplo el primer agudo que contiene su aria de presentación (Meco all'altar di venere) alargado de una manera prodigiosa y con una templanza magistral. Bellísimo el dúo de amor con Adalgisa y el final, con Norma, con el que culmina la tragedia. Rubén Amoretti defendió su Oroveso con oficio pero con falta de brillo. Muy bien la Clotilde de Mireia Pintó y el Flavio de Nestor Galván. A muy alto nivel, como nos tiene acostumbrado, el Coro del Teatro de la Maestranza bien dirigido por Íñigo Sampil. Especialmente su parte masculina, que interviene más, brilló en las bellos números corales que contiene esta partitura excepcional.
Yves Abel es un maestro muy profesional que suele dirigir con apreciable calidad. En esta ocasión aun encontrando su elegancia natural en los momentos más líricos (aunque alargara bastante los tempi) no fraguó una actuación redonda, sobre todo por la irregularidad de su planteamiento, que buscó más la superficialidad impactante que ese fondo tan moderno e innovador que tiene la orquestación belliniana. La Real Orquesta Sinfónica de Sevilla demostró, como siempre, la calidad de sus atriles pero, como consecuencia de la dirección, no brilló como en otras ocasiones.
La puesta en escena, procedente del Teatro Regio de Parma en coproducción con otros teatros italianos, lleva la firma de Nicola Berloffa. Muchas veces criticamos esas producciones que trastocan el sentido de las óperas, su esencia, haciendo que el director escénico haga su propia ópera y no la que creó el compositor y el libretista y conoce el aficionado. No sé si eso es peor que lo que hace Berloffa que pese a contar con unos ayudantes excelentes en escenografía, iluminación y vestuario, nos presenta una Norma indefinida, cuya estructura podría encajar en muchas otras óperas italianas. Traslada la acción a mediados del siglo XIX (lo deducimos por la indumentaria), los rebeldes galos son con el ejercito confederado después de Gettysburg (de hecho hay algún baile completamente inapropiado en la escena final que nos recuerda a Lo que el viento se llevó) mientras los romanos se convierten en ejercito ocupante (¿quizá los austriacos en algún pequeño estado italiano antes de la unificación?). La acción se desarrolla en el patio de una mansión semiderruida por la guera. Desaparecen el muérdago (sustituido por un ramo de flores que lleva Norma acompañada de sus sacerdotisas, ataviadas como las reinas de las fiestas de un pueblo de la España profunda) la hoz (una espada) la pira final (los protagonistas mueren ella lapidada por las mujeres de la tribu, él por Oroveso de un espadazo) y otros cambios más que no aportan absolutamente nada y que lo que más hacen es desconcertar a quien conoce la historia. Un trabajo bien realizado estéticamente pero con poca razón de ser. Un contraste con una noche de una belleza vocal indudable que hace de esta Norma una de las mejores funciones que nos ha brindado el siempre solvente Maestranza sevillano.
