DonCarlos WienerStaatsoper Michael Pohn 

El sentido del humor y el drama

Hamburgo, 14/11/2023 .Staatsoper. Giuseppe Verdi. Don Carlos. Russell Thomas (Don Carlos) Nino Macaidze (Elisabeth de Valois). Kartal Karagedik (Rodrigue). Eve-Maud Hubeaux (la Princesse Eboli). Alexander Vinogradov (Phiilppe II). Liang Li (Le Grand Inquisiteur). Coro y Orquesta de la Staatsoper de Hamburgo. Director de escena: Peter Konwitschny. Director musical: Leo Hussain.

Veintidós años más tarde de su estreno (noviembre de 2001), la producción creada por Peter Konwitschny para la Staatsoper de Hamburgo de Don Carlos de Giuseppe Verdi en su versión completa (incluidos los recortes que se habían hecho para el estreno en París en 1867), sigue siendo tremendamente atractiva e impactante. A lo largo de los años este trabajo, visto también en otros teatros, ha creado polémica por su concepción y también por los toques de humor que jalonan toda la puesta en escena, especialmente el ballet (ya sabemos la exigencia que tenía la Grand Opéra francesa con su inclusión en la partitura), centrado aquí en una escena sacada del contexto dramatúrgico de toda la obra y que está dedicada a un hipotético sueño que tiene la Princesa de Éboli con el futuro burgués que tendría con Don Carlos. Y es que hay diversos momentos en toda la representación con una mirada cínica de Konwitschny sobre la tragedia de la corte española. Una mirada que completa un planteamiento tremendamente teatral, libre casi totalmente de escenografía y que llena la escena de tres grandes paneles con numerosas puertas, de pequeño tamaño, por las que todos los personajes van entrando y saliendo, siempre agachándose, como demostrando que los actores (los cantantes) entran de un mundo normal a otro ficticio (el de la ópera) a través de esas pequeñas puertas que dan acceso al gran espacio vacío donde se desarrolla la acción. Sólo la recreación de un hogar de clase media, en el sueño antes mencionado, en el que se reúne una feliz familia Austria para una comida llena de comicidad clásica, interrumpe esa sobriedad muy marcada de la producción y que tan unida a está a la imagen de la corte de Felipe II. Con tan pocos apoyos escénicos, el drama recae en una inteligente y estupendamente realizada dirección actoral, en la que participa todo el elenco de una manera totalmente entregada. Un ejemplo de lo que se puede hacer en el mundo de la ópera con un buen director. La nota polémica, pero para mi muy atractiva, es que en el intermedio todo el montaje sufre un vuelco y mientras el público está tomando algo en los bares del teatro, empieza una retransmisión televisiva en la que se va preparando el comienzo del acto de Atocha, como si este fuera un acto público, en 2023. Una retransmisión, con reportera incluida, en la que se comentan los problemas que tiene el rey con los rebeldes de Flandes. La entrada de la corte en la plaza de Atocha a través de los pasillos y escaleras y, finalmente, el patio de butacas y el escenario, viene también acompañada de algaradas de los rebeldes, todo a través de todos los accesos del patio. Es un acto que rompe completamente la concepción que antes y después ha propuesto Konwitschny, otro golpe de humor y originalidad (recalquemos otra vez que esto se concibió hace veintidós años), que descoloca al público. Algo que a mí personalmente me parece vigorizante y que demuestra que el sentido del humor, planteado, repito, con inteligencia, encaja a la perfección en una obra tan monumental y maravillosa como Don Carlos

Y es que Verdi creó una música impresionante para esta tragedia inventada por Schiller y que poco tiene que ver con los hechos históricos. Pero da igual. Lo importante es recalcar la lucha por el poder, la fuerza del amor y el cruce de sentimientos entre cinco personajes fundamentales que, junto al Inquisidor, configuran el núcleo de la obra. Hacen falta grandes cantantes para darle todo el valor a estas notas tan bellas, con un despliegue de absoluta maestría musical y que hacen de Don Carlos una de las mejores óperas del compositor italiano. Por eso fue una gran suerte unir la inteligente producción con un elenco muy compacto, de muy alto nivel que nos proporcionó una noche auténticamente inolvidable. Russell Thomas defendía el papel que da título a la obra. El cantante norteamericano tiene un agudo impecable, bien proyectado, una voz que se oye en todo el teatro, potente y de tintes oscuros atractivos, pero para un papel como el de Don Carlos se necesitan más matices, un canto susurrado en ciertos momentos, en los que Thomas evidentemente no se siente cómodo, haciendo que su desempeño tenga muchas luces y alguna sombra. Una gran profesional es Nino Machaidze que encarnaba a Elisabeth, segura en el agudo y desenvuelta en todo momento, triunfó por todo su trabajo pero especialmente por esa joya, dura y agotadora por estar al final de la ópera, que es Toi que sus le néant, realmente muy bien cantada. Uno de los bajos más destacados de su generación es Alexander Vinogradov. Su Felipe II fue impecable, bellísimo en lo vocal y frío y distante en lo actoral. Además del timbre atractivo, la seguridad absoluta en toda la tesitura y la potente y siempre elegante emisión, impresiona un fiato estratosférico que le permite unos finales de aria que dejan la boca abierta. De toda su gran actuación destacaría Elle ne m’aime pas!, uno de los momentos más conmovedores de la noche y el concertante con Don Carlos y el coro del cuarto acto y cuya melodía utilizará Verdi en el Lacrimosa de su Requiem. 

Espectacular Eve-Maud Hubeaux como Éboli. Una de las de mezzos más cotizadas de la actualidad, realizó una labor impecable. La voz tiene un timbre atractivo, brillante y una seguridad en el grave que iguala la brillantez del agudo. Sus dos grandes intervenciones, La danza del velo y Ô don fatal!, fueron dos de los grandes momentos de la noche por su fuerza tanto musical como dramática. Una cantante extraordinaria. Gran actuación de ​​Kartal Karagedik, un barítono de la casa que cantó el precioso papel de Posa con elegancia y arrojo. Bordó la escena de su muerte y el único pero que se puede poner es que el volumen de su voz en los momentos más intensos orquestalmente hablando resulta algo escaso. Impecable el Inquisidor de Liang Li, sobre todo en su dúo con Felipe y Yeonjoo Katharina Jang como Thibault. Grannoche del Coro Estatal de la Ópera de Hamburgo que estuvo a la altura de la exigente partitura, que incluye más números corales de los habituales (como por ejemplo el que abre la ópera) y que brilló especialmente en el acto de Atocha. 

Dirección musical muy profesional de Leo Hussain, un maestro que condujo con acierto y elegancia tanto el escenario como el foso, aunque se echó de menos una mayor garra verdiana en ciertos pasajes. Aún así fue una lectura muy interesante, sobre todo por la respuesta espectacular de la Filarmónica de la Staatsoper de Hamburgo. Un conjunto de una brillantez y virtuosidad especiales como se pudo oír en la escena del ballet y donde se ve la mano experta de su director principal, Kent Nagano.

Fotos: © Michael Pohn