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Bellini embalsamado

Palermo. 22/11/23. Teatro Massimo. Bellini: I Capuletti e i Montecchi. M arina Monzó/ Francesca Pia Vitale (Giulietta). Maria Kataeva/ Anna Pennisi (Romeo). Ioan Hotea/ Mert Süngü (Tebaldo). Marco Spotti (Capellio). Gabriele Sagona (Lorenzo). Coro, cuerpo de baile y Orquesta del Teatro Massimo di Palermo. Ida Cohen, dirección de escena. Omer Meir Wellber, dirección musical.

Primera ópera de Bellini que dirige el maestro Omer Meir Wellber, en su penúltima temporada como director musical titular del Teatro Massimo de Palermo. Según sus propias palabras, esta es su ópera favorita del catálogo del compositor siciliano por excelencia y así ha sido escogida como ópera inaugural para esta temporada.

Con un doble reparto de voces jóvenes y con carreras ascendentes, la nueva producción de la ópera, firmada por Ida Cohen, fue lo más flojo de la propuesta debido a una dramaturgia que rayó la boutade. Para Cohen el amor inmortal de la pareja de enamorados por antonomasia de la literatura mundial se proyecta en una realidad donde el tiempo, a la manera cuántica, se avanza y sse retrasa, convirtiendo a los infortunados enamorados en una especie de pareja embalsamada por el espacio/tiempo.

La idea, que de base puede tener algún estímulo que la convierta en interesante, se desmorona en escena. El uso del eficaz y profesional equipo del cuerpo de baile del Teatro Massimo, quienes interpretaron unas coreografías disfrazados de equipo médico, rozaron lo infantil en medio de una escena errática. Un vestuario desigual, hermosa Giulietta, extraño Romeo, una iluminación correcta y una escenografía feísta e industrial, acabaron por transformar la nueva producción en un collage de difícil digestión.

Siempre es un tema complicado y difícil de calzar, la mezcla de ballet y de ópera cuando éste no está ya pensado desde la partitura. Aquí el invento no sumó, más bien restó y convirtió la regia en un mejunje extraño y kitsch impropio del estreno e inauguración de una nueva temporada.

Desde el foso, el maestro Wellber demostró su amor por la partitura con un muy particular y curioso acercamiento al sentido belcantista belliniano. Tempi rápidos, contrastados, cabalette y fines de escenas, arias o actos a pleno bombo y platillo. En contraste, ofreció un final de ópera mucho más interesante estilísticamente: subrayó el melodrama musical en la última escena con la muerte de ambos amantes. Aquí Bellini se recrea en una escritura melodramática que anuncia el cúlmen de la futura ópera romántica verdiana.

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Entre el doble reparto de cantantes de los dos casts, sobresalieron los amantes protagonistas. La valenciana Marina Monzó demostró su gran estado de forma, con una voz plena, que llenó la gran sala del Teatro Massimo, el teatro de ópera mayor de Italia y tercero de Europa. Con un dominio elegante y estiloso del belcanto, Monzó brilló en los agudos y en una messa di voce llena de frescura e ingenuidad. La otra Giulietta, la de la joven italiana Francesca Pia Vitale, también enamoró por lo etéreo de un timbre radiante que supo transmitir la evanescencia del primer amor. Con un registro agudo que intensifico su belleza tímbrica, fue la mejor de su reparto y apunta a ser un nombre a seguir entre la nueva generación de sopranos italianas.

Los dos Romeos también destacaron por méritos propios. La siberiana Maria Kataeva demostró pulposidad canora y corrección estilística, gracias a un canto pulido con destacados destellos expresivos. Además empastó de manera sinuosa y tersa con Monzó para una pareja de enamorados digna de la partitura de Bellini. La italiana Anna Pennisi, Romeo del reparto alternativo, demostró un hábil dominio del fraseo y la articulación, con una emisión limpia y búsqueda de colores y matices en un despliegue de su escena final de gran efecto expresivo.

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En el papel de Teabaldo, el tercer protagonista en potencia, llamó la atención la facilidad del canto, desenvuelto y extrovertido del tenor rumano Ioan Hotea. Con una emisión clara y agudos seguros y sonoros, brilló en medio de la pareja de enamorados, además de cincelar un fraseo notorio y la italianidad de un canto muy comunicativo. En el otro cast el tenor turco, Mert Süngü, tuvo más problemas para imponer su cuidada línea de canto. Un timbre que tiende a la nasalidad y un color que va variando según la posición, afearon una prestación notable que fue de menos a más.

Correctísimo y seguro el Capellio del veterano bajo de Parma, Marco Spotti, con una voz siempre presente y la autoridad teatral que demanda el personaje. Desenvuelto y solvente el Lorenzo de Gabriele Sagona.

Unas funciones que destacaron a nivel vocal gracias a la pareja de protagonistas, un reparto y un coro solvente, más una batuta característica que marcó un belcantismo diferente.

Foto: © Rosellina Garbo