ferrandez checa petra hajska© Petra Hajska.

Todo o todo

Madrid. 05 y 06/03/24. Auditorio Nacional. Fundación Ibermúsica. Obras de Dvorák. Pablo Ferrández, violonchelo. Augustin Hadelich, violín. Orquesta Filarmónica Checa. Semyon Bychkov, director.

De Dvorák lo conocemos todo... o parece que no le conocemos nada. Aunque siempre reconocible en sus notas, la historia de la interpretación y su propia escritura nos han llevado a conocer, incluso hasta al hastío, algunas de sus grandes obras, mientras que otras, sin embargo, apenas las escuchamos. Así sucede con sus sinfonías: absolutamente mainstring su Novena, conocidas la Séptima y Octava; desconocida aunque fantástica la Sexta; olvidadas las primeras. Lo mismo ocurre con tantas otras piezas: oberturas, danzas eslavas, cuartetos de cuerda... y especialmente con los tres conciertos que completó para instrumento solista. La culminación del Concierto para violonchelo tras su regreso de América y el primerizo Concierto para piano... y entre tanto un Concierto para violín que suena a puro Joseph Joachim, o lo que podemos imaginar sobre tanta literatura acerca de un músico tan particular. Toda la vertiente más destacada de Dvorák es la que nos ha venido a mostrar la Filarmónica Checa en Ibermúsica, con dos conciertos que tiene lugar dentro de su extensa gira Europea (donde sí realizan algunas de las apuntadas partituras menos interpretadas) y que han contado con tres nombres propios excepcionales.

El primero de ellos, no puede ser de otro modo, el de Semyon Bychkov, su titular desde hace ya más de cinco años. El maestro de origen ruso mostró una acertada flexibilidad en el discurrir de la dialéctica propia de la formación, con gran sutilidad en los modos y arrebatando a fuerza de ductilidad y belleza tímbrica. Quedó patente ya en la obertura de la primera noche, En el reino de la naturaleza, sostenida por un gran trazo narrativo y cuidado en los atriles solistas de la orquesta. El contraste se dio con la festiva, mucho más superficial, pero realmente efectiva Carnaval, a través de una exposición que controló los aires altisonantes de la partitura, consiguiendo destacar sus virtudes en ritmo y color.

De un modo similar sucedió con las dos grandes sinfonías ofrecidas. Tanto la Octava como la Novena estuvieron magistralmente hilvanadas en su narrativa. Quizá al Alegretto de la Octava le faltará un punto de mayor vuelo, más aire y fantasía, pero su Adagio y el Finale se erigieron sobre una bellísima factura tímbrica en la cuerda. Lástima, en cualquier caso, de una sección de metales por pulir, especilamente las trompas (también en la segunda noche), para que todo terminaese de resultar perfecto. En la Novena, como en cada partitura, en realidad, sumaron enteros tanto la percusión como las maderas, muy especialmente la estupenda flauta de Andrea Rysová, una de las pocas mujeres en ocupar un atril en esta formación.

CzechPhil Byckov Hadelich 9 c PetraHajska© Petra Hajska.

Ella regaló un bellísimo momento a tres, junto al violonchelo solista de Pablo Ferrández y la propia batuta de Semyon Bychkov, ejerciendo de canalizador durante el Adagio del Concierto para violonchelo. Ya las primeras frases de este movimiento entre solista y atriles fueron de una arquitectura superior, sumadas a una sublime hondura en el fraseo y el color del madrileño. Momentos como este, sustentados en una técnica de primer orden, identifican a Ferrández como uno de los grandes del presente. Con Dvorák ofreció su primer concierto como tal en el Liceu de Barcelona y la madurez que destila hoy por hoy en su forma de expresarse a través de esta partitura resulta apabullante. La frase final que dibuja en los últimos compases del concierto, de una insostenible melancolía entre la exaltación de la orquesta, se me ha quedado clavada para siempre.

Si emotiva sería la palabra para este Concierto, la aparición de Augustin Hadelich al día siguiente con el Concierto para violín no fue menos que excitante. Dvorák tuvo siempre en mente a Joseph Joachim, pope entre los popes del violín de su época, a la hora de escribirlo... aunque este no llegase a estrenarlo. Y con ello se levanta una partitura que orbita en torno a un solista, sin apenas interacción posible entre este y la formación, estando el violín más centrado en el despliegue del color y ténica, muy especialmente a través de un incontestable primer movimiento. Hadelich estuvo magnífico sacándole, exprimiendo todo ello en la exigente escritura, con un sonido pleno, rico, timbradísimo. Le acompañó la orquesta siempre plegada cuando fue necesario, con exultante finale, muy a lo Dvorák. En la apuesta de Bychkov, solistas y la Filarmónica Checa por mostrarnos el todo dvorkiano, el todo ha salido ganando, y nosotros y nosotras con todo ello.