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Mujeres dependientes 

Madrid. 23/03/2024. Teatro Real. Francis Poulenc: La voix humaine. Ermonela Jaho (Ella). Arnold Schönberg: Erwartung. Malin Byström (Mujer). Orquesta Titular del Teatro Real. Dirección escénica: Christof Loy. Dirección musical: Jérémie Rhorer.

Aún es posible escuchar en los salones del Teatro Real a espectadores decir, expectantes, minutos antes de que se de inicio a la función, que no saben qué será de la misma, teniendo en cuenta que la componen dos óperas “contemporáneas”, olvidando que la obra de Francis Poulenc tiene ya 65 años y a la de Arnold Schoenberg le quedan apenas tres meses para llegar al siglo. De hecho, esta efemérides justifica la programación de la ópera en la temporada del Teatro Real; lo que ocurre es que la obra alemana apenas llega a los 35 minutos de duración y exige al menos otra ópera para crear un atractivo programa doble. Eso sí, que dos obras que acumulan 165 años de existencia aún despierten tanto recelo en muchos espectadores sólo puede ser síntoma de lo acomodado que este está y de lo mucho que nos queda por recorrer.

Camino del teatro advertí que toda la parte trasera del mismo, la que asoma a la plaza de Isabel II, está ocupada, como es costumbre, con los cartelones de las óperas que están en programación o a punto de llegar. Así, tres grandes carteles se pueden ver: el de Die Passagierin, de Mieczyslaw Weinberg, este doble programa operístico que nos ocupa y los inmediatos Die Meistersinger von Nürnberg, de Richard Wagner. Y apunto esta cuestión porque ni este escenario ni en la portada del programa de mano que se entrega al espectador aparece Silencio, un monólogo u obra teatral añadida a última hora y cuya presencia - a modo de relleno - se ha intercalado entre las dos óperas apenas ha sido explicada. Un servidor se va a centrar en principio en la ópera, aunque haré al final de la reseña la pertinente mención al monólogo en cuestión.

Las dos protagonistas de las óperas son mujeres sin nombre y desesperadas. Precisamente el hilo conductor que permite justificar la unión de estas dos obras en la misma función es el hecho de que estas dos mujeres anónimas estén sumidas en la más absoluta desesperanza y que nos la tengan que transmitir a través del canto dos sopranos a las que se les exige un esfuerzo vocal e interpretativo de primer nivel. Lo mejor de la noche fue, precisamente, la prestación de las dos cantantes, a un nivel vocal e interpretativo excelente. 

Ermonela Jaho, que además de cantar muy bien es una actriz sobresaliente, nos transmitió el sufrimiento de una mujer francesa abandonada y ante esta situación extrema Christof Loy la lleva hasta el límite, apostando por el suicidio de la protagonista en coincidencia con el último acorde de la ópera. En alguna ocasión puntual el volumen orquestal la tapa pero Jaho sabe salir airosa de estos esporádicos problemas. Malin Byström tiene que hacer frente en Erwartung a una masa orquestal sustancialmente más importante y a una partitura exigente tanto en la zona aguda como en la grave, además de tener que expresar la misma desesperanza. Y aquí aparecía, solvente, brillante, la voz de Byström, con un empaque a prueba de dificultades. Voz sonora, de caudal importante y que sabe imponerse a las circunstancias de la partitura.

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Las dos óperas están unidas, además de por el hilo argumental, por la apuesta escénica de Christof Loy. El mismo escenario aunque con detalles que dotan a cada uno de cierta personalidad: la casa sin atrezzo en la que el cable del teléfono se mueve con absoluta libertad en la obra de Poulenc recoge los restos de una mujer arruinada. Apenas vestida con ropa cómoda blanca, que se une a las paredes y ventanas –las ventanas enormes características de Loy, que aportan luz al escenario también blanco- hasta crear un enorme contraste entre el escenario blanco y el futuro negro de la mujer

El mismo escenario sustituye en la de Schoenberg al bosque del libreto dando, eso sí, a la casa mayor profundidad a través del jardín que ocupa la parte trasera. Aquí sí hay atrezzo: muebles, una cama central y otros elementos decorativos que son acompañados por el uso inteligente de la luz, destacando esos tonos amarillentos con las lámparas bajas en el momento central de la obra. A diferencia de lo ocurrido en La voix humaine, en Erwartung el final queda suspendido en el aire aunque se intuye violencia física. Y es que además de la desesperanza tanto en una ópera como en otra la violencia intrínseca existente también hace de hilo conductor. En definitiva, una propuesta muy de autor y que supo sacar – sobre todo en el caso de la segunda parte - mucho del zumo que la obra guarda.

Jérémie Rhorer es un especialista en Poulenc y no es contradictorio decir que llegó a gustarme más en la obra alemana. Ello no supone crítica alguna a su enfoque en La voix humaine aunque ya ha quedado apuntado que en algunos momentos no se guardó el equilibrio necesario entre voz y foso. En Erwartung, sin embargo, todo caminó de forma fluida. En cualquier caso, una batuta muy inteligente y adecuada.

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Y llegado a este punto estoy obligado a mencionar y valorar, siquiera sucintamente, Silencio, que según el programa de mano es obra responsabilidad de Christof Loy y Rossy de Palma, esta última protagonista del monólogo. Entiéndase mi mayor respeto a quien se sube a un escenario y admito sin problemas la experiencia de la actriz, pero terminado el mismo no llegué a entender la necesidad de tal pasticcio en esta velada. Se anuncian hasta seis fuentes distintas para crear un monólogo de apenas quince minutos por lo que en el texto conviven frases de enjundia con otras más propias de El club de la comedia. Todo el monólogo está dominado por el vestido de novia interminable que viste de Palma, blanco como toda la propuesta de Loy en las dos óperas. A mí Silencio me ha parecido insustancial e intrascendente.

La cuestión es saber por qué se recurrió a última hora a tal obra. ¿Se temían los gestores del Teatro Real que sólo con las dos óperas no se podía crear la necesaria expectación? ¿Se necesitaban quince minutos más para dar más empaque al minutaje de la noche? ¿Era importante el nombre autóctono y popular de una actriz en el teatro para empujar la venta de las entradas? Por lo que fuere, apuesta hecha y resultado valorado.

Fotos: © Javier del Real