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El sabor de lo auténtico

Madrid. 18/04/2024. Auditorio Nacional. Ibermúsica. Obras de Beethoven y Mozart. Les Siècles. Chouchane Siranossian, violín. François-Xavier Roth, dirección musical.

Esperado y exitoso debut en la programación de Ibermúsica de una formación ya sobradamente contrastada y conocida más allá de los Pirineos, el conjunto Les Siècles, impulsado por François Xavier-Roth en 2003, dos décadas atrás, y que atesora ya una notabilísima discografía a sus espaldas. Para su presencia en Madrid escogieron un programa ciertamente clásico, habrá quien diría que incluso conservador, con el Concierto para violín de Beethoven y la Sinfonía no. 41 de Mozart, lejos sin duda de las músicas del siglo XX por las que Les Siècles se ha prodigado más recientemente.

Sea como fuere, el concierto nos mostró las mejores virtudes de la formación francesa, a partir de unos instrumentos originales afinados a 430 Hz. Disfrutamos así de un sonido verdaderamente ahormado, escrupuloso y nítido, de vibrato matizadísimo y cuajado de colores e inflexiones dinámicas, riqúisimo en suma. Y sin embargo, tuve la impresión de que los tiempos escogidos por Roth no siempre fueron los mejores. La sensación mejoró un tanto con el Mozart, pero especialmente en el Beethoven me pareció que todo transcurría con excesiva quietud, casi con parsimonia, sin rastro alguno por ejemplo del Allegro con el que se abre la partitura del genio de Bonn. 

Esa sensación de falta de tensión abundó en un Beethoven un tanto descafeinado, por más que la excelente violinista Chouchane Siranossian se afanase por expresar y decir desde su instrumento, no solo con exquisitez en la realización técnica sino con sumo buen gusto en el fraseo. Roth, es justo decirlo, sí encontró el tono exacto para traducir el Larghetto, de tintes preciosistas, casi metafísico en la textura orquestal tan sutil que logró sostener en pie. 

Fue muy interesante descubrir la cadencia por la que optaba aquí Siranossian, que recurrió a una versión muy personal del arreglo que el propio Beethoven hiciera para la versión para violín y piano de la obra, incluyendo incluso la participación del percusionista del conjunto desde los timbales, con quien Siranossian volvío a buscar la complicidad en el tercer movimiento, adornado con unos interesantes arreglos por parte de la solista. Como broche a la primera parte, Siranossian ofreció un extenso e intrincado capriccio de Locatelli, donde hizo gala de su virtuosismo, no sin algún traspiés.

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La 41 de Mozart, seguramente apodada la Júpiter por el empresario Solomon, representa por muchos motivos una cumbre evidente en el desarrollo sinfónico del genio salbzurgués. Y fue una excusa magnífica para comprobar el fabuloso desempeño de Les Siècles, con unas cuerdas realmente precisas y expresivas, de nitidez por momentos asombrosa, cálidas; amén de una sección de metales infalible y sumamente colorista; y sin perder de vista el virtuosismo de unas maderas verdaderamente delicadas y con vocación de fraseo. Encontré aquí a Roth medido en demasía, carente su lectura a mi parecer de una mayor inercia y fluidez, más pendiente el maestro francés de ilustrar la pieza que de desarrollar su ánimo. En cualquier caso, nada que empañase la sensación genuina de asistir a una interpretación auténtica, no sé ya si más o menos veraz o fiel al original, pero desde luego franca y honesta.