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Un elenco con denominación de origen

Bilbao. 18/05/2024. Palacio Euskalduna. Temporada de ABAO. Puccini: La bohème. Miren Urbieta (Mimí). Celso Albelo (Rodolfo). Manel Esteve (Marcello). Marina Monzó (Musetta). José Manuel Díaz (Schaunard). David Lagares (Colline). Ferando Latorre (Benoit/Alcindoro). Orquesta Sinfónica de Bilbao. Coro de Ópera de Bilbao. Leo Nucci, dirección de escena. Pedro Halffter, dirección musical.

Me contaba Cesidio Niño el pasado sábado, después del estreno de La bohème en el Palacio Euskalduna de Bilbao, que el hecho de contar con un elenco íntegramente español no había sido algo buscado sino algo circunstancial; simplemente se había dado así, por razones de agenda. Lo creamos o no, este hecho es síntoma del excelente nivel al que rinden hoy en día nuestras voces. Y es importante hilar este argumento sin caer en el chovinismo o en el proteccionismo con el que a menudo se pronuncian algunos, olvidando que los artistas de aquí son los artistas de allí cuando les contratan fuera y viceversa. Si hay algo que celebrar, por tanto, no es que se haya hecho una Bohème con cantantes españoles sino el excelente nivel general al que ha rendido este elenco. 

En este sentido la voz más destacada de la noche fue sin duda la de la soprano donostiarra Miren Urbieta, a quien ya había escuchado cantar una notable Mimì en Pamplona en febrero de 2023. Su voz atraviesa un momento dulce: bien timbrada, de emisión fácil y sonido amplio, desplegado sin tensiones. Urbieta canta con elegancia y naturalidad, las dos mejores virtudes que se pueden exponer a la hora de recrear un Puccini refinado y genuino, de sentimentalidad contenida pero vibrante. Entre otros momentos en los que brilló, la soprano vasca estuvo espléndida en 'Donde lieta usci', con unos reguladores de exquisita factura. Sin duda, esta Mimí confirma que Urbieta tiene por delante unos años extraordinarios.

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A su lado, el tenor canario Celso Albelo presentaba en España su Rodolfo, un rol que debutó en La Fenice de Venecia el pasado mes de febrero. Albelo, en este momento de su trayectoria, posee los medios ideales para cantar esta parte, con un instrumento amplio y brillante, coronado por un augdo desahogado y fácil, timbradísimo. Pocas veces se escucha 'Che gelida manina' con semejante solvencia y de insulstante autoridad en el agudo. La evolución del repertorio de Albelo, con su progresiva incursión en Verdi y Puccini, es ya un hecho incontestable.

Igualmente, el desarrollo vocal de Manel Esteve es una excelente noticia para quienes hace tiempo que apreciamos su profesionalidad sobre las tablas. Su primer Marcello con orquesta ha confirmado cuánto ha ganado su instrumento en presencia, más ancho y voluminoso que hace apenas unos años. Su innata teatralidad redondeó una prestación excelente. Estupendo el dúo con el tenor del cuarto acto, 'In un Coupé?... O Mimi, tu piú non torni', con ambos intérpretes en evidente conexión sobre las tablas.

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Tras el paso por su Valencia natal con el Oscar de Un ballo in mascheraMarina Monzó sigue dando muestras de su brillante momento vocal, con un instrumento que también ha ganado en caudal y en consistencia en el centro, sin dejar atrás el esperado brillo de su registro agudo. Su Musetta fue ideal, pizpireta pero elegante, sin los excesos o niñerías en los que a veces caen algunas sopranos al cantar la parte. Como en el caso de Urbieta, es evidente que Monzó tiene por delante unos años sumamente prometedores.

Completando el elenco nos encontramos con un equipo bien nutrido de comprimarios, habituales en Bilbao y en otros teatros españoles: José Manuel Díaz como Schaunard, David Lagares como Colline y Ferando Latorre como Benoit/Alcindoro. Irreprochables los tres, pusieron el broche a un elenco, ya he dicho, no solo íntegramente nacional sino realmente notable y homogéneo.

Si bien el elenco rindió a gran altura, no cabe decir lo mismo esta vez de la batuta de Pedro Halffter, maestro sin duda solvente y de trayectoria contrastada pero que pareció empeñado en una visión demasiado sinfónica de la obra. Como resultado, escogió tiempos más bien plumbeos y el dinamismo brilló por su ausencia, lastrando incluso a los protagonistas en algunos momentos. La Sinfónica de Bilbao rindió a buen nivel, aunque con un sonido discreto. En general, faltó magia desde el foso, como si Halffter se hubiera perdido un tanto en una visión analítica que a la postre fue poco teatral. Buen trabajo esta vez del Coro de Ópera de ABAO, en su intervención del segundo acto.

Firmada por Leo Nucci -quien por cierto no hizo acto de presencia, ni en el estreno ni en los ensayos-, la propuesta escénica fue clásica y tradicional a más no poder, pero es innegable que está hecha con buen gusto. Repuesta en Bilbao por Salvo Piro, la propuesta cuenta con escenografía de Carlo Centolavigna, con vestuario de Artemio Cabassí y con iluminación de Claudio Schmid. Como digo, fue una Bohème convencional, sin sorpresas, ideal para el público más conservador aunque muy poco estimulante para los espectadores que han visto más mundo.