Un nuevo Manrico
Bilbao.23/05/2023. Palacio Euskalduna. Temporada 71 de ABAO. Verdi: Il trovatore. Celso Albelo (Manrico, Anna Pirozzi (Leonora), Juan Jesús Rodríguez (Il Conte di Luna), Ekaterina Semenchuk (Azucena), Ricardo Frassi (Ferrando), Dir. escena: Lorenzo Mariani. Dir. musical: Francesco Ivan Ciampa.
Resulta estimulante ver a un cantante debutar un nuevo papel, sobre todo por lo que supone de evolución de una carrera y de esfuerzo por abrirse a roles diferentes, no acomodándose a los ya conocidos. La voz va cambiando y te permite esa incursión en esos repertorios afines a lo que has cantado antes, pero con otra dimensión. Este es el caso de Celso Albelo, que debuta en el papel principal de Il trovatore de Giuseppe Verdi, título que cierra esta temporada de la ABAO (Asociación Bilbaína de Amigos de la Ópera).
El cantante canario tiene ya tras de sí una carrera con el suficiente peso como para suponer que cuando se ha decidido a dar el paso de cantar Manrico tiene las condiciones técnicas y físicas para ello. Y después de oírlo sólo cabe la opción de darle la razón. Su visión del personaje, tanto por sus características vocales como por su estilo propio, le distancian, en cierta medida, del Manrico que han cantado los tenores spinto de los últimos 70 años. Su enfoque se centra en el indudable influjo belcantitsta que impregna la partitura de Verdi y por ende su interpretación es más lírica y, añadiría yo, más fresca. Impecable en todo momento, con una proyección espectacular y con unos agudos restallantes y bellos, destacaría especialmente dos momentos de su intervención: la maravillosa aria Ah! sì, ben mio, coll'essere, previa a una espectacular Di quella pira (incluida una segunda vuelta con unas variaciones preciosas que pocos cantantes introducen en su interpretación), cantada con una clase y emoción poco frecuentes y todo el final en la Aljafería, en el que la escritura verdiana vuelve de una manera clara al belcantismo pero, indudablemente, ya abriendo nuevos caminos. En esa escena es donde Albelo demostró que su acercamiento al papel es totalmente honesto y lleno de posibilidades. Hay cosas que limar, por supuesto, pero estoy seguro que el tenor va a ser un referente en este papel en los próximos años.
Pero además ABAO ha reunido, junto a Celso Albelo, a tres de los mejores cantantes que se pueden encontrar en la actualidad para los papeles principales de la obra. Anna Pirozzi dibujó una Leonora elegante y sobria, espectacular en la proyección y la sonoridad. Pudimos disfrutar de esos agudos estratosféricos que regala en sus interpretaciones pero también de momentos de profundo lirismo como los del último acto, con un D'amor sull'ali rosee de primer nivel.
Sólo la palabra impresionante define las intervenciones tanto de Ekaterina Semenchuk como de Juan Jesús Rodríguez. La mezzo rusa creó una Azucena inolvidable, llena de matices, de aristas. Fue la más implicada actoralmente pero lo que encandiló al público fue su impresionante interpretación vocal, su canto en susurros en la escena de locura en la cárcel con una impecable Sì, la stanchezza m'opprime, o figlio.... o antes vigorosa y amenazante en la archiconocida Stride la vampa! Apabullante.
¿Y qué decir del Conde del Juan Jesús Rodríguez? Una vez más el barítono onubense demostró que en los papeles para su cuerda escritos por su Verdi es hoy por hoy uno de los mejores del mundo. Y es que el aplauso cerrado y los ¡bravo! que escuchó tras la fabulosa interpretación de Il balen del suo sorriso lo confirmaron. Fue un aria impecablemente perfilada e interpretada (algo que se extendió a todo su trabajo), en la que Rodríguez demostró dominar a la perfección el legato que impone la escritura verdiana, consiguiendo un momento muy emocionante en el elegantísimo, redondo y perfecto cierre del aria, demostrando, por si había alguna duda, que estamos ante un barítono fuera de serie.
A muy buen nivel también el trabajo de Riccardo Fassi como Ferrando, que cantó con mucho gusto y potente voz Di due figli vivea padre beato, narración que abre la ópera. Buen trabajo, como es habitual, del Coro de Ópera de Bilbao que se lució, especialmente, en el conocido “Coro de los gitanos” que abre el segundo acto.
Es indudable que Francesco Ivan Ciampa es uno de los directores musicales actuales que mejor enfoca las óperas verdianas. En Il trovatore bilbaíno ha optado por alargar apreciablemente los tempi más lentos y líricos y moderar el volumen y velocidad de los más vivos. El resultado es una lectura que quiere alejar la ópera de esa ligereza que a veces embarga la interpretación de las obras de Verdi de la llamada “época de galeras”. Además de su indudable maestría en la plasmación de estas ideas, hay que destacar la intensísima implicación con lo que ocurría en el escenario, indicando constantemente a los cantantes o el coro, con un gesto que decía bien a las claras cómo quería que se interpretara la ópera. Verlo dirigir fue en sí ya, un espectáculo muy interesante. A sus órdenes una competente y bien conjuntada Orquesta Sinfónica de Bilbao que dió lo mejor de sí, especialmente la cuerdas y las maderas.
Lorenzo Mariani firma una producción, procedente del Teatro de la Fenice, carente de cualquier interés y que roza constantemente el bochorno por su falta de intención teatral. Y es que con producciones como esta sin ninguna intención de implicarse en la obra ni en sus entresijos dramáticos uno piensa que preferiría un representación en concierto, libre de los tiempos perdidos en medio de la obra mientras operarios quitaban y ponían mesas y banquetas. Nada bueno se puede decir de este trabajo y la excusa, que se oía por los pasillos del Palacio Euskalduna en el descanso, de que era una producción “que no molestaba” es lo peor que se puede decir de un espectáculo donde tan importante como la música es su representación teatral. Si nos cargamos esta parte de la esencia de la ópera estamos abocados al final del espectáculo como se ha concebido desde Monteverdi.
Foto: © E. Moreno Esquibel