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Una voz epocal

Berlin. 19/09/2024. Staatsoper Unter den Linden. Puccini: Tosca. Lise Davidsen (Tosca), Freddie De Tommaso (Cavaradossi), Gerald Finley (Scarpia) y otros. Alvis Hermanis, dirección de escena. Zubin Mehta, dirección musical.

Coincidiendo con el ararnque de su temporada, la Staatsoper Unter den Linden de Berlín ha tenido el honor de acoger las primeras representaciones con Lise Davidsen como Tosca en escena. Y digo en escena, y lo especifico, porque la soprano noruega ya había cantado la parte en versión de concierto, en mayo de 2023. No se ha tratado pues de su debut con el rol, aunque sí han sido sus primeras funciones con el rol en un escenario.
 
Ya se ha escrito muchas veces pero no por ello hay que dejar de decirlo: estamos ante una voz de otro planeta, de otra época, de otra dimensión. No ya por su volumen, por su tamaño o por su presencia, que son descomunales, sino por la insultante facilidad con la que resuelve pasajes -todo el segundo acto, por ejemplo- donde colegas suyas muy esmeradas se atragantan una y otra vez con las mismas notas agudas, que aquí parecían escritas como si fueran notas centrales, dada la facilidad de Davidsen para pasearse por ellas. Todavía resuenan en mis tímpanos numerosos sonidos de los que Davidsen emitió esa noche en el teatro. Qué insultante facilidad, qué poderío y qué destello de armónicos. Es realmente increíble, un fenómeno vocal entre un millón. 
 
Por otro lado me soprendió, para bien, la interiorización del personaje por parte de Davidsen, una cantante que ya tendemos a considerar más por su instrumento que por su teatralidad. Lo cierto es que su Tosca fue un poco naíf, inocentona, pero tuvo arrestos y convenció generalmente. Le faltó, desde luego, un punto de italianidad, tanto en la mera dicción como en la expresividad del texto, pero para ser su primera Tosca en escena, creo que cumplió con creces. Como comentaré después, tampoco la producción le ayudó a ir más allá; seguramente en una producción interesante, trabajada con más tiempo, Davidsen podrá ir más allá en su dominio interpretativo del rol. La soprano noruega siempre demostrará más afinidad por los papeles de Wagner y Strauss pero es sin duda digno de elogio su empeño en adentrarse por las coordenadas de Verdi y Puccini.
 
Freddie De Tommaso encuentra en Cavaradossi un rol escrito a su medida. Es verdad que al lado del torrente vocal de Lise Davidsen el instrumento del tenor se antoja algo mermado, pero no deja de ser una voz de emisión fácil y bien resuelta. En la función que nos ocupa diría que tardo un tanto en carburar el registro agudo, que siempre estuvo ahí pero que al principio sonaba algo más atrasado y mate. En todo caso, lo que más convence en De Tommaso es su afinidad con el estilo del melodrama italiano, su atención al texto y su esmero en el fraseo. Su 'Recondita armonia' fue de primer nivel, lo mismo que todos los dúos con la soprano. Más allá de un par de entradas algo precipitadas en el primer acto, bien puede decirse que firmó un Cavaradossi intachable.
 
Gerald Finley ha tenido mejores días y mejores roles pero es un gran cantante, con una clase y un estilo al alcance de muy pocos. Decía que ha tenido mejores días porque se perdió notoriamente con el texto en un par de ocasiones, completamente en blanco, salvado por el apuntador. Y ciertamente no es Scarpia el papel que mejor cuadra por sus medios, que suenan más bien livianos en este rol. Su Scarpia es más elegante y sibilino que lascivo y violento. Con la inteligencia y oficio que le son propios, Finley jugó aquí la carta del estilo, de la atención al texto, brindando un Scarpia que cabría situar en la línea de un Fischer-Dieskau, por buscarle un referente entre los de antaño.
 
Muy decepcionante esta vez el nivel de los comprimarios, sobre todo en el caso del Spoletta de Florian Hoffmann, vocalmente en las últimas, y en el caso de David Ostrek como Sacristán, esmerado en las antípodas del tipo de vocalidad que asociamos a este rol. Mejor impresión causo Arttu Kataja como Angelotti. 
 
Cabía la razonable duda de cuál sería el resultado de la presencia del veterano Zubin Mehta en el foso, habida cuenta de su mermada salud, a los 88 años de edad. Y la sorpresa fue mayúscula, pues brindó una lectura de la partitura sumamente personal y coherente, precisamente, con su consabido buen hacer para con las voces. El resultado fue una versión de sonido suntuoso, de tiempos pausados pero intensos, paladenado la colorista partitura en toda su extensión y expresión sinfónica. Una auténtica gozada para los oídos, con una Staatskapelle de Berlín entregada en cuerpo y alma al detallista y personal enfoque de Mehta.
  
Finalmente la producción de Alvis Hermanis es aún peor de lo que recordaba, realmente floja y sin el más mínimo interés dramático e intelectual. Recuerdo haber asistido a su estreno en el Schiller Theater, allá por 2014, entonces con Barenboim a la batuta. Ya entonces escribí que la producción hacía agua por doquier y me reafirmo. Hace diez años dije que no era más que una Tosca a la antigua, revestida de falsa modernidad. Y en efecto no es más que un vacuo intento por actualizar una Tosca clásica y convencional, a partir de una escenografía ramplona y simple, rematada por cuatro proyecciones de función de fin de curso. Cero monumentalidad en el 'Te Deum', cero intimidad y tensión en segundo acto y cero espectacularidad en el cierre de la función, con Tosca cantando sus últimas notas de cara al público, en el centro del escenario, iluminada por una luz 
 
Foto: © Lise Davidsen