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Elegancia y debut heroico 

Barcelona. 25/10/24. L’Auditori. Obras de Lisa Streich, Tchaikovsky y Strauss. Julia Hagen, violonchelo. Orquesta Sinfónica de Barcelona y Nacional de Cataluña. Elena Schwarz, dirección.

En el último viernes de octubre tuvo lugar el regreso de la chelista Julia Hagen, una de las grandes promesas europeas del instrumento. Debutó el pasado febrero en una actuación enmarcada en el festival Emergents, dejando buenas sensaciones. Formó binomio con la batuta invitada de Elena Schwarz, dejándose ver ambas en la Ciudad Condal tras sus recientes paradas en Bilbao (en dos programas distintos) pocas semanas atrás, para interpretar las Variaciones sobre un tema rococó de Tchaikovski. Completaron el menú, la contemporánea Segel, de la compositora sueca Lisa Streich (1985), y la colosal Ein Heldenleben de Richard Strauss. 

La incursión de la OBC en la pieza Segel (2017) –“navegar” en sueco– estuvo marcada por la seguridad que aporta una directora acostumbrada al repertorio contemporáneo, incluso en una obra en que la convencionalidad es la excepción y las técnicas extendidas son prácticamente la norma, a lo largo de sus casi quince minutos. Englobable en lo que podría considerarse “estilo nórdico” (en la estela sinfónica de Saariaaho o Lindberg), la propuesta de Streich es, sobre todo, una búsqueda interior; una idea, fiel a sus materiales compositivos, y a una brújula que parece guiar las inquietudes de la artista, aunque eso implique un fin y unos métodos que no siempre son del agrado de todos los públicos.

En la interpretación del viernes, cinco percusionistas alternaban sus golpes de látigo (slap stick, dos tablas de madera en pinza) y marcaban el pórtico de una partitura llena de singularidades, como hacer cantar a los instrumentistas de cuerda ciertas notas distinguiendo entre varones o mujeres, en una exhaustiva disposición en divisi. La batuta de Schwarz hizo que la OBC no pareciera desorientarse, y la pieza ganó interés en los momentos más verticales. Clústeres y efectos aerófonos articularon el discurso antes de los pasajes más contundentes, alternando extremos dinámicos que de bien seguro, garantizaron la imposibilidad de descansar los párpados de cualquier oyente.

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De gris degradado y brillantes, irrumpió la austríaca invitada con su impresionante chelo y pronto pudo apreciarse la exquisitez de su de su primera cuerda. Dosificó bien el vibrato a lo largo de las ocho secciones. Recorrió las variaciones cómoda con la dirección de Schwarz con la que conectó en todo momento, y destacaron las variaciones lentas como la III: Andante sostenuto, donde la solista mostró gran inspiración y finalizó con unos armónicos de gran claridad. El virtuosismo más notorio lo desplegó en las cadenze de la quinta variación, además de lucir florituras muy bien articuladas y especialmente, un bellísimo legato en las frases más poéticas. En la VI tampoco dejó mucho margen de mejora, y la chelista se acomodó un carácter más elegíaco y trágico.

Las invitadas cortaron en seco los precipitados aplausos y rápidamente acometieron con la séptima y última variación en un festival de figuraciones rápidas. La joven Hagen mostró frescura en cada tremolo, sorteando bien las dobles notas y los pasajes en bariolage, todo ello con la orquesta divirtiéndose, especialmente la primera flauta. La austríaca calmó aplausos con el preludio nº13 de Weinberg (24 Preludios para chelo op.100, de 1968) como propina, una suerte de estudio enteramente en pizzicato, en el que se combinan glissandi y rasgados –como una guitarra–; quizá con la intención de mostrar un lenguaje menos convencional pero que también forma parte del instrumento.

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Una vida de héroe volvió a resonar en la sala grande de L’Auditori con los refuerzos correspondientes –incluso un trompista más respecto a la plantilla de la partitura– y una tuba wagneriana en substitución de la tenor. La lectura de Schwarz tuvo poco de reprochable salvo una ligereza extra en algunos momentos, como en algunas pausas dramáticas, tanto del tema principal como de otras partes de este vasto poema sinfónico, lo que entre otras cosas, acortó en varios minutos la duración total.

La directora acompañó incansablemente a una OBC que se creció en los grandes momentos, sobre todo en las fanfarrias, consiguió extraer todos los matices del héroe straussiano, y una gran brillantez del coro de trompas. Resaltó melodías secundarias en Los adversarios y el concertino aportó una delicadísima interpretación, asumiendo la voz romántica del héroe en la tercera sección, tomándose su tiempo y mostrando gran concentración en su exigentísima parte. La sección bélica fue convincente, con una Schwarz siempre al frente del batallón y una percusión muy atenta.

En definitiva, la directora consumó su debut por todo lo alto y sentó un nuevo precedente en esta heroica partitura en la sede de la OBC, que da nuevas muestras de poder funcionar al máximo nivel también sin Morlot.

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Fotos: © May Zircus