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Bolo con pedigrí

Barcelona. 01/12/2025. Palau de la Música Catalana. Ciclo Bcn Clàssics.  F. Durante: Concierto para cuatro cuerdas núm. 5 en La mayor. Domenico Scarlatti: Salve Regina para contratenor y cuerdas en La mayor. Leonardo Leo: Salve Regina para soprano y cuerdas en Fa mayor. Pier Antonio Locatelli: Sinfonía fúnebre en Fa menor D.2.2. Giovanni Battista Pergolesi: Stabat Mater para soprano, contratenor y cuerdas en Fa menor. Carlo Vistoli, contratenor. Emóke Baráth, soprano. Le Concert d’Astrée. Emmanuelle Haïm, dirección musical y órgano.

Un programa planteado con gusto alrededor de la Virgen María, con dos Salve Regina y un Stabat Mater, unos solistas en plenitud de facultades y una formación con ya 25 años de existencia en la élite de las formaciones de música antigua, serían sobre el papel unos ingredientes más que suficientes para un concierto memorable, pero no fue así.

La reputada directora francesa, clavecinista y fundadora de la agrupación Le Concert d’Astrée, Emmanuelle Haïm, recientemente entrevistada en Platea a raíz de esta actual gira suya por España, explicaba la idea del concierto: la influencia de la escuela napolitana, con cuatro de sus grandes compositores y figuras claves de la misma: Domenico Scarlatti, Leonrado Leo, Francesco Durante y por supuesto, Pergolesi, ligada a la figura de la Virgen María.

Con el Concierto a cuatro cuerdas número 5 de La mayor de Durante, la orquesta sonó opaca, sin brío, y con una suerte de aura entre rutinaria y soñolienta. No se trata que la calidad de las cuerdas de tripa de los instrumentos de cuerdas no fuera un sonido sedoso o cálido, no, fue más bien el tono gris y falto de espíritu con el que Le Concert d’Astrée asumió la pieza. Con una Haïm al órgano mecida en una lectura a la que le faltó el nervio barroco propio de la pieza.

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La llegada de la voz de Carlo Vístoli para el Salve Regina de Domenico Scarlatti, mejoró en cuanto a prestaciones, gracias a una voz aterciopelada, el gusto en el fraseo y el virtuosismo canoro propio de alguien en plenas facultades. No es que el acompañamiento de Haïm/Le Concert d’Astrée fuera mucho más vital o vistoso, pero al menos el solista vocal otorgó a la pieza la necesitada mezcla de profundidad estilística y búsqueda de colores en unas texturas que piden incisión expresiva.

Fue con la llegada de la soprano húngara Emöke Baráth y su intepretación del Salve Regina de Leonardo Leo, cuando el espíritu barroco napolitano, brilló con mayor enjundia. La voz de Baráth, homogénea, de emisión penetrante y nacarado color, se impuso brillante y volátil desde el inicio de la pieza. La húngara mezcló con suficiencia una coloratura precisa, un canto mayestático y la dosis justa entre expresión y estilo como quedó claro entre el contraste necesario del Allegro del Ad te clamamos y el Largo de Ad te suspiramus. La obra, de marcado espíritu operístico, recuerda al Mozart sacro en su inspirado trazo vocal virtuosístico y expresivo.

Con todo, el final destemplado y anticlimático del conjunto en el último número del Salve Regina, el Largo O clemens, o pia, volvió a deslucir un final de primera parte previo al reclamo del concierto, el Stabat Mater de Pergolesi.

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Se inició la segunda parte con la única pieza musical de un compositor que no formó parte de la escuela napolitana, el virtioso violinista y compositor Pietro Antonio Locatelli. Con la Sinfonía fúnebre en Fa menor, Le Concert d’Astrée pareció mejorar a nivel dramático en una lectura de carácter introspectivo, pero de nuevo con un aire final entre ausente y escolástico. Con el Stabat Mater, tanto la importancia de la obra, como la calidad vocal de ambos intérpretes elevó el nivel del concierto.

El empaste tímbrico de Vístoli y Bárath fue notorio desde el primer momento. Desde ahí brotó la efusividad religiosa del Cujus Aninam por una Baráth incisiva y doliente, pasando por el paroxístico Quae maerebat de un Vístoli de gran refinamiento estilístico. Las voces de nuevo mórbidas y sensuales en el Quist est homo…Así fue como ambos solistas se apropiaron de texto, la música y la interpretación con la sobriedad y suficiencia de Le Concert D’Astrée y una Emmanuelle Haïm que escogió un segundo plano protagónico en pos de una obra donde las voces son las verdaderas protagonistas.

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Fotos: © A. Bofill