Vuelve a casa por navidad
Barcelona, 28 de diciembre de 2024. Gran Teatre del Liceu: Die Fledermaus. Huw Montague Rendall (Gabriel von Eisenstein), Iulia Maria Dan (Rosalinde), Michael Kraus (Frank), Annelie Sophie Müller (Príncipe Orlofsky), Robert Lewis (Alfred), Sandrine Buendia (Ida), Leon Košavić (Dr. Falke), Krešimir Špicer (Dr. Blind), Alina Wunderlin (Adele), Manfred Schwaiger (Frosch). Cor de Cambra del Palau de la Música Catalana. Les Musiciens du Louvre. Marc Minkowski, dirección musical.
Dentro del vastísimo repertorio musical existen una serie de obras que el paso del tiempo y la tradición han ido asociando a un período concreto del año. En muchos casos la causa es obvia y proviene de la temática de dichas composiciones, como en el caso de las pasiones bachianas, que arrecian en las programaciones de los auditorios cuando se acerca la Semana Santa. Un caso similar, siguiendo con el repertorio sacro, es el de El Mesías, que abunda en fechas navideñas y en variados formatos, aunque en este caso la asociación temática de este oratorio con dichas fiestas sea más relativa. Un caso singular es el de la opereta Die Fledermaus (El murciélago), compuesta por Johann Strauss en 1874.
Aunque constituyó un notable fracaso el día de su estreno, algo poco habitual en la carrera del exitoso rey del vals, en seguida se convirtió en su título más emblemático. Pese a que la obra no está específicamente situada en ninguna época del año, la tradición, especialmente la vienesa, la ha convertido en un emblema navideño que, junto al famoso concierto de valses de la Filarmónica de Viena, forma una dupla imbatible y la apoteosis del vals. Los motivos de esta asociación navideña, o más exactamente de fin de año, con Die Fledermaus proceden de distintas características de la obra. Por un lado, su carácter festivo y un tanto canalla. Por otro la gran fiesta durante el segundo acto que recuerda a un formidable reveillón, que era precisamente el título de la pieza teatral francesa de Henri Meilhac y Ludovic Halévy en qué, tras varios filtros, está basada la genial opereta. Pero, sobre todo, Die Fledermaus encaja con el espíritu festivo de fin de año porque está compuesta en un momento de prosperidad, de optimismo, de despreocupación casi obscena de una burguesía vienesa en pleno ascenso y enriquecimiento. La música de un Strauss especialmente inspirado rezuma ese estado de ánimo y nos lo contagia cada vez que suena, regalándonos un pedacito de fugaz felicidad.
El Gran Teatre del Liceu este año ha querido regalar a su público ese pedacito programando la obra, aunque en versión de concierto. Obviamente, no es el formato ideal para una opereta que dispone de un aparato teatral de enorme precisión, pero la apuesta, en esta ocasión, salió cara y el público disfrutó con la versión que propusieron Marc Minkowski y sus Les Musiciens du Louvre. Hay que decir que no arrancaron demasiado bien director y orquesta. Minkowski, muy presente en las últimas temporadas liceístas, propuso unos tempi velocísimos en la obertura que a una orquesta un tanto adormilada le costó asimilar. El resultado fue una versión de la maravillosa obertura atropellada, corta de vuelo e imaginación, con problemas de afinación y empaste. Una lástima, porque la prestación del conjunto fue mejorando hasta un final notable en cuanto a cohesión y expresividad. A la batuta de Minkowski se le notó mucho su bagaje en la opereta francesa y especialmente en Offenbach, que posee características distintas a la vienesa. Cierto refinamiento y ligereza en el fraseo, así como una respiración y aliento más amplios se echaron en falta en los abundantes pasajes líricos, mientras que su mejor baza estuvo en la vertiente cómica y en la concertación con el Cor de Cambra del Palau, correcto pero demasiado distante físicamente y contenido en lo expresivo, y unos cantantes situados delante de la orquesta.
La compañía, en el aspecto vocal, mostró un nivel más que correcto y, sobre todo, una dinámica teatral notable, impecablemente movidos por Romain Gilbert quien, con los mínimos elementos y los diálogos radical y acertadamente recortados, consiguió una versión ágil y muy disfrutable. Lo más destacado del reparto fue el Gabriel von Einstein de Huw Montague Rendall, cuya voz intermedia entre tenor y barítono es ideal para el rol, la sobrada Adele de Alina Wunderlin y el dominador Orlofsky interpretado por Annelie Sophie Müller. Iulia Maria Dan dibujó una Rosalinde aristocrática tanto en el porte como en lo vocal, pese a un registro agudo que, invariablemente, resultaba opaco. También un pelín corto por arriba el por otro lado bien delineado y cantado Frank de Michael Kraus. Completaron competentemente el reparto Robert Lewis (Alfred), Leon Kosavich (Dr. Falke), Kresimir Spicer (Dr. Blind) y Sandrine Buendia (Ida). Manfred Schwaiger remató la faena con un Frosch arraigado en la más pura tradición cómica vienesa. Como debe ser.
Fotos: © A. Bofill