Pessebre

 

La música como ofrenda a la humanidad

Barcelona. 19/12/2015, 20:00 horas. Gran Teatre del Liceu, ciclo. Pau Casals: “El Pessebre”. Marta Mathéu (soprano), Gemma Coma-Alabert (mezzosoprano), David Alegret (tenor), Joan martín-Royo (barítono), Marc Pujol (bajo). Orquestra Simfònica y Cor del Gran Teatre del Liceu. Josep Pons (director musical). Conxita García (directora del coro). Polifònica de Puig Reig.  Ramon Noguera (director del coro).

Es difícil escapar de la bondad de la música del oratorio y obra de mayor envergadura del gran Pau Casals como compositor, y léase bondad en el mejor sentido de la palabra, nunca en el sentido displicente. Ya en su estreno, en Acapulco la noche de Navidad de 1960, sorprendió para los ‘modernos’ la sencillez de las melodías, la transparencia de la escritura y la lejanía con la modernidad que la música en esos años derivaba, dando Casals un giro al siglo XIX sin pudor, es más, con orgullo. La música no engaña a nadie, la imagen y el resultado es el de una visión en tres partes del nacimiento de Jesús, desde la Anunciación, pasando por el Camino a Belén, los Reyes Magos, el Nacimiento en sí y la Adoración final. Feliz versión la presentada en el Liceu, dentro de su programación navideña (junto con Els pastorets de Albert Guinovart), en una única función y con unos solistas, todos ellos catalanes y de contrastada calidad. Agradables sensaciones las de la Orquesta del Liceu bajo la batuta de Josep Pons, poniendo de manifiesto la gradual mejora de calidad y complicidad del director y la formación, ofrecida con fulgor en Benvenuto Cellini, aquí con un sonido claro, conciso y generoso con una partitura que pide luz y calor.

Bravo por las cuatro voces protagonistas, equilibradas, sin altibajos, con una dicción cuidada donde destacó en su cometido el tenor David Alegret, como narrador, luciendo claridad en la articulación y un canto comunicativo y diáfano. Cómplice con su particular particella la mezzo Gemma Coma Alabert, quien supo dar la justa comicidad en sus solos como en la vieja que hila o la mula del establo, gracias a la tersura del instrumento y su calidez tímbrica, así como la voz baritonal de Joan Martín Royo, siempre exacto musicalmente con  una voz bien proyectada y de una naturalidad de sonido ideal en sus pequeñas apariciones como demostró en el trío de los pajes. Marc Pujol defendió con aplomo la exigencia de la parte de bajo, con recursos técnicos y buscando la solemnidad del sonido, con valentía en el registro agudo y control en el grave, destacando en su solo como Buey del establo.

Por último alabar con justicia la voz cristalina de la soprano Marta Mathéu, quien supo iluminar la partitura en los momentos que tocaba con preciosismo en las notas agudas, ideal en L’estel, pero también con autoridad y suficiencia, atravesando la densa orquestación sin problemas. Sonido homogéneo en las cuerdas del Coro del Liceu dirigido por Conxita García y solvencia en el de la Polifònica de Puig Reig, para una parte coral importante y muy deudora de la tradición coral del siglo XIX. Impactante y emotivo el Gloria final, donde orquesta, coro y solistas se alinearon para acabar con las palabras Pau als homes de bona voluntad, Pau! (Paz a los hombres de buena voluntad, paz!), arrancando la ovación final de un público seducido que consiguió escuchar de nuevo el Gloria final como emotivo bis.