© Frol Podlesnyi

Estimulante

Berlín. 23/05/2025. Komische Oper. Mozart: Don Giovanni | Requiem. Hubert Zapiór (Don Giovanni) Tommaso Barea (Leporello). Adela Zaharia (Donna Anna). Agustín Gómez (Don Ottavio). Bruno de Sá (Don Elviro). Penny Sofroniadou (Zerlina). Philipp Meierhöfer (Masetto). Kirill Serebrennikov, dirección de escena. James Gaffigan, dirección musical.

En ocasiones a las propuestas escénicas les demandamos coherencia, sin entrar siquiera en el consabido latiguillo del “respeto al libreto”. Y sin embargo, la principal tarea de un director de escena debería ser la de estimular nuestro intelecto a través de la mirada.

Evidentemente eso ha de hacerse en conjunción con la música escrita en una partitura y haciendo pie en un libreto. Pero si no todo cuadra, si no todo coincide a pies juntillas, al pie de la letra, no pasa nada si hay una ganancia mayor, en términos globales, y el espectador sale del teatro con una sensación renovada de fascinación, como reencontrandose con quien fue años atrás, cuando descubrió la ópera por vez primera.

Y digo todo esto, que les podrá parecer un excurso largo e innecesario, porque así es como me sentí al salir de la Komische Oper de Berlín tras ver el espectáculo propuesto por Kirill Serebrennikov, en torno a Don Giovanni y el Requiem de Mozart.

 
Para el director de escena ruso -encarcelado en su día por el régimen de Putin- hay una conexion profunda entre ambas obras, hasta tal punto que Don Giovanni mismo parece asistir a su propio Requiem, una vez que es arrastrado a los infiernos en esa sublime escena que pone el broche a una de las óperas más universales de todo el repertorio. Con esta propuesta Serebrennkiov culmina además su trilogía Da Ponte para la Komische Oper de Berlín. 
 
Partiendo de citas entresacadas del Libro tibetano de los muertos, recitadas por el actor Norbert Stöß, la propuesta es una reflexión sobre la vida y la muerte, sobre el más aquí y el más allá, sobre nuestra propia existencia al fin y al cabo, con la excusa perfecta de un Don Giovanni que se contempla yacente. El Requiem de Mozart, en concreto el Introitus, el Kyrie y los seis números siguientes hasta el Lacrimosa, sustituyen así al consabido sexteto final de la ópera.
 
El despliegue teatral que pone en juego Serebrennikov es sencillamente brillante. Como decía antes, en ocasiones la coherencia con el libreto salta por los aires, pero a cambio el ritmo de estimulos intelectuales es constante e incansable. Y todo esto sin tener en momento alguno la impresión de asistir por enésima vez a la boutade de turno. Toda la velada trasnspira la impresión de un trabajo serio y honesto, con una fe firme en las partituras que se ponen en juego, y el resultado es un espectáculo sugerente y que sin duda merece la pena recomendar.
 
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La direccion musical de James Gaffigan resulto más que cumplidora, estimulante incluso, menos aletargada al menos que el Mozart que dirigió en Les Arts. Atinado por lo general en los tiempos, tan solo faltó un poco más de dinamismo e inercia en algunas escenas, aunque se mostró como un solvente concertador, dando garantías de comodidad a los solistas. 

Respecto al elenco reunido solo cabe un aplauso general. Qué maravilla descubrir un elenco tan magnífico, sin la necesidad de nombres especíalmente mediáticos y con muchas voces jóvenes entre ellos. La primera grata sopresa la deparó el protagonista principal de la velada, el barítono Hubert Zapiór, de voz fresca, resuelta y atractiva, adornado ademas por una desenvoltura escénica de primera, capaz incluso de girar sobre si mismo una y otra vez colgado de un arnés, al final de la representación de Don Giovanni. Bravísimo.

No se quedo atrás el Leporello de Tommaso Barea, de voz más rotunda, igualmente fácil y cómodo con la tesitura del rol, e igualmente sobresaliente en el plano actoral, donde es muy requerido por Serebrennikov. 

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Adela Zaharia fue sin duda la cantante más excelsa de la noche, exhibiendo unos medios superdotados, una voz bellísima, sujetada además por una técnica brillante. La soprano rumana canta con un gusto exquisito y compuso una Donna Anna de primerísimo nivel, bordando sus intervenciones solistas. Va a ser, sin duda, muy interesante poder escuchar su Violetta Valery en apenas unas semanas, en el Teatro Real de Madrid. 
 
La propuesta de Serebrennikov convierte a Donna Elvira en Don Elviro, añadiendo una vuelta de tuerca más al perfil seductor de Don Giovanni. El encargado de dar vida a este rol fue el sopranista brasileño Bruno de Sá, sumamente meritorio en su desempeño, por más que nuestros oídos tiendan a buscar, a fuer de pura repetición, un timbre femenino en este rol. Pero sin duda Bruno de Sá lo hizo impecablemente bien. 

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Uno de los grandes hallazgos vocales de la velada fue la soprano griega Penny Sofroniadou, cantante estable en el ensemble del teatro y quien exhibió una voz muy hecha, muy redonda, con gran potencial. La propuesta de Serebrennikov, en su segunda mitad, otorga gran protagonismo este rol, al que muestra muy lejos del retrato aniñado y vulnerable en el que ha caído a menudo su arquetipo. Sofroniadou asumió muy bien este giro, este empoderamiento, en una producción que recupera por cierto el dúo entre Leporello y Zerlina, “Per queste tue manine”, incluído por Mozart para el estreno de la pieza en Viena en 1788 -al igual que ‘Dalla sua pace’ y ‘Mi tradì quell´alma ingrata’- y donde precisamente Zerlina se venga de Leporello. El Masetto de Philipp Meierhöfer quedó algo por detrás, con un instrumento menos dotado, aunque con esmerado compromiso escénico.

El aria ‘Il mio tesoro’ de Don Ottavio se nos hurtó, muy ingeniosamente, aludiendo a los recortes que el gobierno berlinés pretende aplicar sobre las artes escénicas. “Este aria ha sido suprimida debido a los cortes en el presupuesto para las artes en Berlín”, se indicaba con un cartel, provocando el aplauso masivo del público. Y fue una pena no disfrutar de esa página, habida cuenta de lo bien que había sonado ‘Dalla sua pace’ en la voz del tenor mexicano Agustín Gómez, de timbre grato y de impecable estilo mozartiano. 

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Fotos: © Frol Podlesnyi