La excelencia de la madurez
Hohenems. 12/07/2025. Markus Sittikus Saal. Concierto de lied con obras Schumann. Christian Gerhaher (voz), Gerold Huber (piano).
Cristian Gerhaher es, en mi opinión, el cantante más destacado en el campo del lied en la actualidad. Las voces que se dedican habitualmente al lied no son muchas pero en general tienen excelente nivel. Gerhaher, a punto de cumplir cincuenta y seis años, está en plena madurez vocal y, sobre todo, expresiva. Se le ha podido acusar en algún momento de ser un gran liederista pero con escasa comunicación con el público a través del gesto: solo su elegante y perfecta manera de cantar los versos de una canción transmitía la pasión que contenía el lied. El liederabend del pasado 11 de julio dentro de la Schubertiade de Hohenems nos ofreció un cantante distinto. Gerhaher, que publicó no hace mucho tiempo la versión completa de los lieder de Robert Schumann (1810-1856), ofreció un concierto con los grupos de canciones más significativos del músico alemán compuestos en 1840. No sé si por afinidad con Schumann o por un cambio en su concepción de la puesta en escena, se mostró mucho más cercano, más actor, más comunicador. Él es un actor maravilloso y nunca se me olvidará su recreación de Wozzeck en la ópera homónima de Alban Berg en el Festival de Aix-en-Provence. Pero en concierto no lo había visto con esa entrega absoluta de voz y gesto, y la experiencia ha sido emocionante y bella. ¿Qué destacaría de Gerhaher como cantante de lied? En primer lugar su versatilidad, su adaptación camaleónica a cada uno de los estados de ánimo que un mismo lied puede contener. Después su timbre, atractivo, ideal para el canto de concierto, no excesivamente profundo en la zona grave pero excelso en el centro y el agudo. Y finalmente su clase, esa manera de cantar tan elegante y que parece, falsamente, tan sencilla. No negaré que en algún momento la voz no tiene el brillo de hace unos años pero ha ganado en solidez, en alma e, insisto, en expresividad.
Como comenta el gran estudioso del lied Fernando Pérez Cárceles, antes de 1840 Schumann había compuesto poco más de una decena de lieder; el piano había sido el campo donde había expresado su creatividad. El lied es para él algo tangencial, incluso en 1839 comentaba a su colega Hermann Hirschbach que siempre había considerado a la música vocal inferior a la instrumental. Pero hay un factor emocional importante que se produjo ese año de 1840 que parece explosionar la vena lírico-vocal del compositor. Ese año Schumann, después de tremendas dificultades que incluso llegan a los tribunales, se casa con Clara Wieck, la hija de su profesor. Más de ciento cuarenta lieder surgen de su mano, casi la mitad de su producción liederística. Además hay que tener en cuenta que no fueron canciones aisladas sino que lo hizo formando ciclos. Algunos de ellos son los que incorporó Gerhaher en su concierto, siendo la mayoría los compuestos sobre versos de Heinrich Heine, uno de los poetas más importantes e influyentes del romanticismo, y del que gran número de compositores han musicado sus poemas. La relación Schumann-Heine dio lugar a ciclos de una belleza enorme, de lo mejor de toda la historia del lied romántico. Se conocieron personalmente en Múnich, cuando Schuman tenía 18 años y Heine era un poeta ya consagrado. Ambos murieron en 1856, pero poeta y músico compartieron no sólo el año de su muerte sino también una estrecha y enriquecedora amistad. Trece años después de este primer encuentro, Schumann ya había puesto en música más de cuarenta lieder de Heine, convirtiéndo a éste en su poeta favorito. Una de las fuentes de su creación fue el libro de Heine Buch der Lieder (libro de canciones) publicado en 1827.
El concierto comenzó con la interpretación del Liederkreis op. 24 sobre poemas de Heine. Es difícil elegir entre los nueve lieder que componen el ciclo. Pero por su carga emocional y reflexiva, y la belleza de su interpretación destacaría Ich wandelte unter den Bäumen (Yo caminaba bajo los árboles). Schöne Wiege meiner Leiden (Bella cuna de mis males) es un poema sobre la melancolía de la partida, y para él Schumann crea una música maravillosa, incluido un precioso postludio del piano, haciendo de este lied seguramente el más conocido del ciclo. Aunque no le va a la zaga en fama el que cierra este Liederkreis. Se trata de Mit Myrten und Rose (Con mirtos y rosas) “un poema que nos habla de una historia de amor, con transporte alternativo de delicia y consternación” en palabras de Eric Sams. El opus 45 Romanzen und Balladen I (Romances y baladas I) es un grupo de tres canciones sobre versos de Joseph von Eichendorff (las dos primeras) y Heine. La primera, Der Schatzgräber (El buscador de tesoros), constituye todo un ejemplo que rompe con la línea sentimental que algunos creen domina completamente la creación de Schumann. Aquí, como un experto comenta, “la voz narra, el piano imagina”, en un lied casi de hechuras operísticas. La primera parte del concierto se cerró con Sechs Gedichte aus Robert Reinicks Lieder eines Malers (Seis poemas de Canciones de un pintor de Robert Reinick) op. 36, obra caracterizada por los toques descriptivos que tienen los poemas. Abre este ciclo el alegre y luminoso Sonntags am Rhein (Domingos en el Rin), perfectamente interpretado por Gerhaher. Del número cinco, Dichters Genesung (convalecencia del poeta), el gran Dietrich Fischer-Dieskau dice que este lied hay una gran dosis de ironía y que Schumann “ha querido burlarse (con cierta prudencia) del desorden reinante en ciertas cabezas románticas y abogar por la sinceridad de los sentimientos”.
La segunda parte comenzó con Drei Romanzen und Balladen II (Romances y baladas II). El primer lied Die beiden Grenadiere (Los dos granaderos) de Heine (admirador de Napoleón en su juventud) tiene como curiosidad la introducción, en las estrofas ocho y nueve, de las notas de La Marsellesa, un guiño de Schumann, que admiraba la Revolución Francesa y las ideas de libertad que trajo al mundo. Pero el plato fuerte era Dichterliebe (Amor de poeta), ciclo de lieder según diversos textos del Intermedio lírico de Heinrich Heine. Si hablábamos del Winterreise de Franz Schubert como el Everest del lied ¿qué decir de esta joya, la obra cumbre de Schumann y rival casi a la altura del Viaje de invierno? La magia del binomiome del que hablamos más arriba entre Schumann y Heine, ambos en estado de gracia, es palpable en estos dieciséis poemas que forman parte de los sesenta y cinco que forman el Intermedio lírico. Encontramos aquí a un Gerhaher menos gesticulante, completamente entregado pero marcando una distancia necesaria con la tremenda carga emotiva de cada lied. No es que fuera frío, ni mucho menos. Simplemente nos ofreció el sufrir del poeta y del compositor, sin querer aprovecharse o protagonizar lo que era de otros. Él era un mero intermediario entre esta obra maestra y nosotros, su público. Fue simplemente impactante. Sería injusto destacar una canción sobre otra, estuvieron todas al mismo nivel. Yo me emocioné, claro, con mi lied favorito entre todos los que amo: Ich Grolle Nicht (No te guardo rencor). Pero eso es una cosa muy personal. Les recomiendo (no recibo gratificación a cambio) que oigan la versión discográfica que Gerhaher hace de este ciclo. No es lo mismo que el directo pero explica cómo ve el cantante Amor de poeta.
Durante esta larga reseña me he contenido en varios momentos para no hablar de Gerold Huber, el pianista de este concierto, pero merecía un párrafo aparte, solo suyo. Schumann mimó la ligazón entre piano y voz en todos sus lieder. Y el extraordinario Huber lo demostró en cada una de las canciones de este recital. Fiel compañero de Gerhaher en su caminar con Schumann (él es el pianista de la integral que mencionaba más arriba), me hubiera gustado que saludara en solitario para reconocerle con unos sonoros “bravo” su inmenso trabajo en esta velada. Siempre atento al cantante, siempre al servicio de la música, Huber demostró ser un maestro en este género que a veces se ve empañado por un acompañante con ganas de protagonismo o desidia, que de todo hay. No fue este, ni de lejos, el caso. Si la noche fue un triunfo, un inmenso homenaje a ese año tan fructífero de 1840 fue gracias a Gerol Huber y Christian Gerhaher, tanto monta, monta tanto.