El encanto de una schubertiada

Hohenems 13/07/2025. Markus Sittikus Saal. Schubert. Ilker Arcayürek (tenor), Julian Prégardien (tenor), Konstantin Krimmel (barítono), Tobias Berndt (barítono). Daniel Heide (piano) 

Una de las muchas gratificaciones musicales que tienes al acudir a la Schubertiade, que se celebra en varios momentos a lo largo del año en Schwarzenberg y Hohenems es que, dentro de los conciertos de lied con uno o dos cantantes acompañados generalmente de piano habituales, puedes oír obras de Franz Schubert poco interpretadas, creadas para cuatro o más voces, algo que un aficionado tiene pocas ocasiones de oír en directo. En esta ocasión cuatro voces masculinas de gran categoría como son Ilker Arcayürek (tenor), Julian Prégardien (tenor), Kostantin Krimmel (barítono) y Tobias Berndt (barítono) se han reunido para cantar algunos de los cuartetos más bellos escritos por Schubert a lo largo de su prolífica carrera. Acompañados de Daniel Heide en algunos, también les hemos podido oír lieder a una sola voz, alguno de ellos de los más famosos de la producción schubertiana. 

Comenzó el concierto con lo que podríamos llamar una obra de “circunstancia”. El 16 de junio de 1816 tiene lugar en Viena la solemne celebración del quincuagésimo aniversario del maestro Salieri. Schubert, que fue su alumno durante tantos años, participó en el concierto colectivo en honor de su maestro, aportando una pequeña obra de su cosecha. Él mismo escribe un lacrimógeno texto (que ahora suena con un cierto toque de humor), dando gracias al «Gran Papá» y deseándole larga vida. Schubert compone la cantata que abría el programa de la velada, formada por tres fragmentos para cuarteto vocal (dos tenores, dos bajos). Fue un aperitivo para el maravilloso lied, Gesang der Geister über den Wassern (Canto de los espíritus sobre las aguas) D. 538. Aquí nos encontramos ante la primera versión de este texto de Goethe en su forma coral. Previamente Schubert intentó hacer un lied para solista (D. 484). Más adelante lo repetirá en dos ocasiones (D. 704 y D. 705, en 1820) siempre para muchas voces, antes de llegar a la que él considera como la versión definitiva (D. 714, 1821). Esta versión de marzo de 1817, en La mayor, no contiene ningún elemento instrumental; por la sola fuerza de las voces, Schubert quiere recrear la atmósfera mística del lied. Desde la primera frase propone una línea melódica esencialmente inmóvil, y esta visión estática se va a mantener como una constante en todas las versiones ulteriores. Además encontramos muchos elementos familiares a Schubert en sus lieder de este año, especialmente en el uso de los cromatismos como elemento dinámico. 

Iker Arcayürek cautivó al público con una voz muy característica, de amplios márgenes y de un sonido que podríamos calificar de tenor spinto. Tanto en Der Jüngling an der Quelle (El muchacho en la fuente) de Salis-Seewis, D 300, que une los sonidos de la naturaleza con la añorada amada, como especialmente en Der Wanderer (El caminante) de Schmidt von Lübeck, D 493, una cuasi cantata sobre la añoranza.

El siguiente cuarteto fue Im Gegenwärtigen Vergangenes (El pasado en el presente) D 710 de “El Divan” de Goethe. Lleno de rupturas de ritmo y de riqueza musical, las dos primeras estrofas las cantan solamente los tenores. En la tercera intervienen los cuatro y para la última, Schubert  nos regala un precioso canon.

La voz más grave de las cuatro participantes fue la del barítono Tobias Berndt, un cantante de buena formación vocal y una versatilidad que quedó patente en sus dos intervenciones individuales. En Im Frühling (​​En primavera) D. 882 de Ernst Schulze estuvo expresivo y alegre en uno de los más encantadores lieder de Schubert y uno de los más cantados, en el que se realiza una maravillosa unidad entre acompañamiento y línea vocal. Pero donde su canto encandiló fue en Das sie hier gewesen (Ella estuvo allí) D 775, sobre versos de Rückert. un lied sensible y moderno en el que se escuchan melodías de un estilo que luego podremos encontrar en Wagner o los impresionistas franceses. Recibió  una de las mayores ovaciones de la velada. 

La primera parte terminó con otros dos cuartetos: Grab und Mond (Seidl) D 893 y Der Gondelfahrer (El gondolero) D 809, con letra del gran amigo de Schubert Johann Mayrhofer. Tanto por la riqueza de su parte de piano como por sus intercambios de las partes vocales (los dos tenores y los dos bajos), por sus imitaciones o por su variedad (calma inmóvil del primer bajo, opuesta al movimiento del segundo), es uno de los más grandes entre los cuartetos vocales de Schubert.

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La segunda parte se abrió con Geist der Liebe (El espíritu del amor) D 747, de Friedrich von Matthisson. Schubert ya había utilizado en abril de 1816 el texto de Matthisson para un lied (D. 414), y aquí lo emplea para cuarteto vocal. De La pastorella al prato (La pastora en el prado) D. 513, sobre un texto  de Goldoni, Schubert hace el mismo año, 1817, una versión para voz solista y piano (D. 528), y es un himno, con indudables ecos de la ópera italiana, a la naturaleza. Julian Prégardien, que había cantado dos días antes un excelente Winterreise, se ocupó de los dos lieder siguientes. El primero, Schäfers Klagelied (El lamento del pastor), D 121, es una lírica canción sobre versos de Goethe donde el cantante pudo lucir su precioso timbre y su implicación con el poema. Arrebatada interpretación, y muy aplaudida, del tormentoso Willkommen und Abschied (Bienvenida y adiós) D 767, también de Goethe. El poema fue escrito en 1771 y la musa inspiradora de éste y muchos más fue Federica Brion. Este idilio no duró mucho aunque la impresión fue imborrable en la obra de Goethe, no en balde algunos rasgos de ella figurarán en la Gretchen del Fausto.

Después del espectacular Die Nacht (La noche) D 983, un cuarteto a capella de gran belleza, fue el turno de Konstantin Krimmel. Sus dos intervenciones fueron de lo más destacable del concierto en lo que respecta a los lieder individuales. Nachtstück (Nocturno) D 672, está marcado por el compositor como Sehr langsam (Muy lento), y comienza con un maravilloso preludio con el se crea la atmósfera nocturna en la que que noche, sueño y muerte se identifican. Pero el momento más intenso se produjo por la interpretación desgarradora y totalmente entregada de Krimmel en Prometheus (Prometeo) D 674, uno de los lieder inspirados por Goethe y uno de los más dramáticos de Schubert. El aplauso fue tremendo al final de su intervención.Para rebajar la tensión creada por el anterior lied, los dos últimos cuartetos. El sencillo y entrañable Naturgenuss (Delicias de la naturaleza) D 422 y Das Dörfchen La aldea) D 598, de un indudable aire folklórico y popular. 

Daniel Heide volvió a demostrar el gran pianista que es. Sería repetirse el ensalzar sus virtudes que ya destacamos en los otros conciertos que participó en esta Schubertiade, pero en esta velada habría que destacar su increíble trabajo junto Krimmel en el Prometheus de Goethe y su simpática participación como cantante a capella en la primera propina que se ofreció: Schöne Nacht de Wilhelm Nagel.