RSSO Auditorio Zaragoza 

Falla, Buenos Aires, y el brexit

Zaragoza. 18/01/2017. Auditorio de Zaragoza. Debussy: Preludio a la siesta de un fauno. Falla: Noches en los jardines de España. Chaikovsky: Sinfonía no. 4. Ingrid Fliter, piano. Royal Scottish National Orchestra. Dir. musical: Peter Oundjian

Hubo que esperar a la segunda parte del concierto de ayer para escuchar lo mejor de Royal Scottish Symphony Orchestra. Su director titular, el canadiense Peter Oundjian, comandó entonces una entusiasta lectura de la Sinfonía no. 4 de Tchaikovsky, muy superior a la tibia lectura de Falla y Debussy que los mismos intérpretes habían expuesto en la primera mitad. Concienzudo y de pulso firme y detallista, Oundjian apenas cometió con Tchaikovsky el exceso de destapar en demasía los decibelios de los metales, buscando una espectacularidad y contundencia demasiado obvias. 

Sería improductivo comparar a la Royal Scottish Symphony Orchestra con otras formaciones británicas más conocidas por estos lares. Lo cierto es que presenta un sonido sólido, de ejecución firme, segura en metales y maderas, aunque más bien parca en colores en la cuerda, donde Oundjian se esforzaba por encontrar matices recurriendo a una gama amplia de intensidades, precisamente allí donde no había una textura subyugante en la que hacer pie. 

Como apuntaba, la primera mitad del concierto no suscitó semejante entusiasmo. Al contrario, el Preludio a la siesta de un fauno de Claude Debussy se antojó un tanto blando y distante, caligráfico a lo sumo. Leve decepción también con la labor de la pianista bonaerense Ingrid Fliter en Noches en los jardines de España de Manuel de Falla. Aquí faltó el “duende” a todas luces, en una lectura muy poco evocadora, sin el ensueño y la fantasía que piden esas páginas. Falla es mucho más difícil de lo que su apariencia melódica pudiera dar a entender y en manos de Fliter sonó algo brusco, menos fluido y ensoñador de lo que hubiéramos querido.

La orquesta y Oundjian fueron generosos y remataron la velada con dos propinas: el consabido vals de la suite Masquerade de Khachaturian y una arreglo para gran orquesta de melodías populares escocesas.

En estos tiempos del brexit que está por venir, llama la atención sobremanera hasta qué punto la música es la mejor medicina ante los muros, reales o figurados, que unos y otros se empeñan en levantar. ¿Acaso hay algo más exótico que una orquesta escocesa y una pianista argentina interpretando la música de Falla? Y es genial, al margen incluso de que nos pueda convencer más o menos la lectura propiamente dicha. Es genial porque la música no tiene dueños y es en el fondo de todo aquel que se entrega a ella con respeto y con pasión, algo que no puede negarse por descontado a estos intérpretes.