© Gemma Escribano | Teatro de la Zarzuela
Recuperar obras y poner banderas
Madrid. Teatro de la Zarzuela. 04/10/2025. Pepita Jiménez, de Isaac Albéniz. Maite Alberola (soprano, Pepita Jiménez), Ana Ibarra (mezzosoprano, Antoñona), Antoni Lliteres (tenor, Luis de Vargas), Rodrigo Esteves (barítono, Pedro de Vargas), Rubén Amoretti (bajo, vicario) y otros. Orquesta de la Comunidad de Madrid. Coro Titular del Teatro de la Zarzuela. Dirección escénica: Giancarlo del Monaco. Dirección musical: Guillermo García Calvo.
No seré yo quien ponga en duda la necesidad de que una entidad como el Teatro de la Zarzuela cuide, mime el patrimonio lírico en castellano, español o no. Tampoco pondré en cuestión, sería pura necedad, el valor musical de Isaac Albéniz, uno de los grandes de la historia de la música española y uno de los músicos universales más importantes en lo referente al ámbito pianístico. Ahí está Iberia, obra imprescindible y reconocida por todos. Pero ello no obsta para que piense que en el aspecto teatral la música de Albéniz no termina de enganchar.
Recuerdo el viaje realizado en 2003 para vivir el Merlín del mismo compositor en el Teatro Real y recuerdo, asimismo, la sensación de falta de plenitud al término de la función, sensación que se me reproduce cada vez que procedo a escuchar la versión en Compact Disc, la grabada por José de Eusebio. Y ello no es óbice para que reivindiquemos la necesidad de reponer de vez en cuando estas obras además de la bondad que supone el grabarlas y dejar testimonio perdurable para que las conozcan mejor las próximas generaciones. Pero Pepita Jiménez tiene carencias, sí.
Pepita Jiménez, según puede leerse en el programa de mano a la venta en el teatro, se ha puesto en escena desde su estreno en el Gran Teatre del Liceu el 5 de enero de 1896 en doce ocasiones con un total de 49 funciones cuando termine este ciclo de catorce, habiéndose ofrecido hasta ahora ¡en cinco idiomas! Reconozcamos que el record es difícil de superar: italiano, alemán, francés, castellano e inglés Además se han ofrecido en estas mismas doce ocasiones tres versiones y cuatro ediciones distintas de la ópera. Parece muy complicado complicar más la cuestión. En esta ocasión el Teatro de la Zarzuela ha apostado por la versión de libreto y música de Pablo Sorozabal que fue estrenada en este mismo lugar en 1964 con la magna presencia de Pilar Lorengar y Alfredo Kraus.
Pablo Sorozabal no solo reorganiza la orquestación de la obra sino que altera de forma evidente el libreto, apostando por lo trágico frente al final feliz de la novela original de Juan Valera y el libreto de Francis Burdett Money-Coutts. Con el donostiarra Pepita termina quitándose la vida ante la evidencia de que su relación con el seminarista Luis no es viable.

La propuesta escénica del Teatro de la Zarzuela es decepcionante. Giancarlo del Monaco apuesta por una estructura metálica que recoge en sí todo el desarrollo de la ópera, sus setenta y cinco minutos. En el primer acto la parte superior de la misma está cubierta por flores rojizas que rompen en cierta forma la monótona presentación mientras que en los dos actos restantes un canapé se convierte en el centro de la acción. Esta estructura, que en el segundo acto gira sobre sí misma sin parar para terminar en el mismo sitio, creando un movimiento sin sentido alguno, sin creatividad, podría valer para cientos de títulos operísticos que quisiéramos colocar en un ambiente atemporal y anodino. Realmente decepcionante.
Vocalmente la obra estuvo sumamente condicionada por el desequilibrio existente entre foso y escenario. Guillermo García Calvo apuesta por una versión sinfónica de la ópera y ello perjudica claramente a unas voces que no son grandes y, además, en más de una ocasión cantan al fondo del escenario. Creo, sinceramente, que tenía que haberse cuidado más a los cantantes porque en más de una escena –en el acto I, prácticamente en todas ellas- las voces quedaban sepultadas por el sonido de la orquesta sinfónica.

Vocalmente la prestación más interesante fue la de Maite Alberola. Sin ser una voz grande sí supo darle empaque a un personaje un tanto histérico, incluso hiperbólico en su desazón por amor. Los agudos quedan algo duros pero supo pelear con el foso y hacer presente a un personaje que quiere decir mucho. Su amor, Luis, lo encarnaba Antoni Lliteres, de voz bonita aunque muy limitada en su volumen. En ocasiones apreciábamos sus esfuerzos en los agudos mientras a nuestros oídos no llegaba absolutamente nada; el final del acto I fue, en este sentido, tan paradigmático como cruel. Tiene buen gusto y supo hacer un falsete de enjundia pero a la voz le falta consistencia.

Ana Ibarra siempre ha sido un valor seguro pero en esta ocasión foso y disposición en el escenario le castigaron en exceso. Su papel no es largo y actoralmente, como siempre, respondió muy bien. Notable Rodrigo Esteves en sus frases como pretendiente rechazado mientras que Ruben Amoretti quedo algo parco de autoridad vocal como intransigente vicario. Pablo López fue un suficiente en el papel del repelente conde de Genazahar mientras que los dos oficiales que siempre le acompañan, papeles episódicos, fueron eficientemente interpretados por Josep Fadó e Iago García Rojas.
Al término de la función la respuesta del público fue muy tibia y apenas la soprano supo recoger algún bravo que otro. Todo se movía entre la más absoluta monotonía cuando la aparición de una bandera palestina provocó el lío. Reconozco que su aparición me pilló en fuera de juego pero el murmullo inicial y algunos gritos atrajeron mi atención. Voces de Política no, cultura sí junto a abucheos a la bandera se mezclaban con aplausos de personas puestas en pie y gritos de libertad para Palestina y denuncia del genocidio así que la salida a la calle se hizo entre insultos, imprecaciones y malas caras. A pocos metros de Jovellanos casi cien mil personas se movilizaban por la Gran Vía denunciado la situación de este pueblo semita. El acceso al metro era prácticamente imposible y el ambiente festivo, dominante.
Esta producción de Pepita Jiménez visitará el Festival de Teatro Lírico Español, de Oviedo la próxima primavera y quizás sea conveniente acercarse a vivirla por segunda vez, en la esperanza de poder disfrutarla algo más.

Fotos: © Gemma Escribano | Teatro de la Zarzuela