© Javier del Real | Teatro RealBienvenida Iris
Madrid. 4/10/2025. Teatro Real. P. Mascagni: Iris. Ermonela Jaho (Iris). Gregory Kunde (Osaka). Germán Enrique Alcántara (Kyoto). Jongmin Park (El ciego). Carmen Solís (Dhia/Geisha). Pablo García-López (Mercader/trapero). Coro y Orquesta titulares del Teatro Real. Daniele Callegari, director.
Nada más empezar, con un insólito solo de contrabajo, la ópera Iris capta la atención de inmediato. Poco a poco, con unos difuminados divisi de la cuerda, la música va creciendo, un tanto desfigurada, como cuando sale el sol y el horizonte es todavía indefinido. Catorce años antes de su estreno, se presagia el carismático crescendo del amanecer del Daphnis et Chloé de Ravel. Es un número magnético, de imparable crecimiento, donde el coro, en un momento de marcado carácter panteista, se va sumando de forma un tanto instrumental, y explota y culmina en un momento de cegadora luz solar, donde el amarillo más chillón, como si saliese de un cuadro de Van Gogh, toma forma y color. Es el ‘Himno al Sol’, un inicio de ópera de los más impactantes.
Iris fue estrenada por Mascagni en 1898, y con libreto de Luigi Illica, autor que posteriormente elaboraría los de La Boheme, Tosca y Madama Butterfly para Puccini, compositor que estuvo en el estreno de Iris seis años antes del nacimiento de su Madama Butterfly.
Pero Iris, a pesar de sus paralelismos japoneses y los momentos evidentes de fuerza emocional verista, con su sugerente y suave orquestación, su atmósfera luminosa y etérea, sus evocaciones espirituales y conectadas con la naturaleza, su carácter simbólico, idealizado y un tanto onírico, es diferente a Madama Butterfly. En la ópera de Puccini, frente a la mayor abstracción de Iris, la veta melódica es más directa y expansiva, y el drama genuinamente italiano sobresale de forma más remarcada y directa. Digamos que la ‘japonesita’ de Iris, en su simbolismo, nos acerca mas a la Melisande de Debussy.
Y para redescubrir esta ópera, no cabe duda que el Teatro Real ha hecho un cuidadoso esfuerzo lleno de mimo para ofrecerla en las mejores condiciones. Se percibió un trabajo bien ensayado, en una ópera con no pocas trampas, de momentos muy cambiantes, con pasajes de rápida y episódica ejecución, y donde todo sonó bien engrasado y fluido, a pesar de ser un estreno en el Teatro Real.
Daniele Callegari fue el responsable musical, dirigiendo con muy buen pulso, y remarcando la vena teatral de la obra, ofreciendo una lectura vibrante y con tendencia al impacto. La orquesta sonó con suficiente refinamiento, aunque la concha acústica que se empleó hizo que el coro saturase por momentos al tener la estructura justo detrás, y la orquesta sonase un punto más seca. Buena actuación en cualquier caso de la orquesta, y sonora y brillantísima prestación la del coro.
No se me ocurre una protagonista más ideal para cantar a la protagonista Iris que Ermonela Jaho. Excelente, y con indudable clase y elegancia, la soprano albanesa, que ha conseguido establecer un cariñoso y exitoso vínculo con el Teatro Real, alcanza unas cotas intensas de teatralidad que casan perfectamente con el marco estilístico de la obra, incluso sin cantar; y ello se percibe nada más salir a escena, consiguiendo captar la atención con su magnetismo en cada movimiento. Su voz conserva una pureza tímbrica que es perfecta para el personaje, y ese ‘cristal’ que todavía mantiene lo maneja a placer, moldeándolo de mil formas adaptándose al cambiante y curvo dibujo vocal de su rol de manera ejemplar. Además, hay que agradecer a Jaho, ese darlo todo casi extenuante, en un papel largo y difícil, ofreciendo una actuación sin reservas, desde el principio hasta el final.

Siempre es una alegría reencontrarse con Gregory Kunde en el Teatro Real, después de brillantes actuaciones pasadas, el tenor regresaba a Madrid después de varios años, y volvió a demostrar su voz todavía bien timbrada y sonora, su técnica bien desarrollada, y su tremenda profesionalidad. Es verdad que su arco dinámico fue mas limitado cantando con demasiada tendencia al forte, y que, por momentos eso no casase del todo con el delicuescente clima creado por Mascagni, pero también es verdad que su personaje, vil y manipulador, y con líneas melódicas largas y expresivas, como en su dúo con Iris, tiene frecuentemente una expansión un tanto ‘brutal’, que Kunde consiguió llevar a momentos de verdadero impacto.
Grata sorpresa el barítono Germán Enrique Alcántara, que logró destacar con sus punzantes intervenciones cantando con intención y buena dicción su personaje de Kyoto; y un tanto monolítico pero efectivo, sonoro y de amplio aliento Jongmin Park haciendo de padre ciego.
Carmen Solís supo aprovechar su oportunidad en el Teatro Real haciéndose notar desde el principio con bellas inflexiones además de casar muy bien en su pequeño dúo con Jaho, y Pablo García-López demostró que merece retos mayores cantando con bello color y perfecta y variada intención sus pequeñas intervenciones.
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