© Auditorio de Tenerife / Miguel Barreto

¡Ay qué prado de pena!

 

¡Ay qué prado de pena!

¡Ay qué puerta cerrada a la hermosura,

que pido un hijo que sufrir y el aire

me ofrece dalias de dormida luna! 

Yerma, Federico García Lorca

 

Tenerife. 14/10/2025. Auditorio de Tenerife. Villa-Lobos: Yerma. Berna Perles (Yerma). Alejandro Roy (Juan). Anna Gomà (María). Javier Castañeda (Víctor). María José Montiel (Dolores) y otros. Sinfónica de Tenerife. Coro Titular de Ópera de Tenerife - Intermezzo. Luiz Fernando Malheiro, dirección musical. Paco Azorín, dirección de escena.

Yerma es una tragedia griega de cuño lorquiano. Yerma es nuestra Elektra. Pura y árida, directa como un puñetazo en la boca del estómago pero poética y plástica como todo en el universo lorquiano. Yerma es una tragedia rural que se impone con una actualidad deslumbrante. 

La apuesta de la Ópera de Tenerife por la Yerma de Heitor Villa-Lobos es a todas luces digna de elogio. Una vez vista sobre las tablas uno no puede sino preguntarse por qué hasta ahora esta obra no había formado parte de nuestro repertorio, con otra frecuencia y normalidad. Es verdad que la obra ha tenido sus peripecias y me constan varios intentos por llevarla a cabo que quedaron en el tintero. De modo que tiene aún más mérito el esfuerzo que se ha completado en Tenerife, en una producción firmada por Paco Azorín que se verá después en el Teatro de la Zarzuela, pasando antes por el Festival de Ópera del Amazonas en Manaos.

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La propuesta escénica de Paco Azorín se cuenta, sin duda, entre lo mejor que éste ha firmado hasta la fecha. Hay una palpable fascinación y amor por la obra de Lorca y una vocación auténtica de compartir el redescubrimiento de la música de Villa-Lobos. Y la función consigue ciertamente pellizcar, con una tensión que no decae prácticamente en ningún momento, a pesar de los frecuentes altibajos de la música de Villa-Lobos. 

Yerma, dice Azorín en el programa de mano “es más que un personaje, es una condición, una advertencia, una metáfora de lo que ocurre cuando la fertilidad — física, espiritual o ecológica— se extingue”. Efectivamente, al margen del trasunto específico del personaje que da nombre a esta tragedia lorquiana, el asunto alcanza resonancias que van más allá.  

En línea con esto Azorín se enreda un tanto, si acaso, en el alegato ecologista con el que envuelve la propuesta, con el discurso en torno al agua y lo yermo, como si el rol de Juan encarnase al capitalismo y Yerma fuese nuestro planeta precisamente cada vez más yermo; el paralelismo está bien traído y es verdad que el propio texto de Lorca presenta a menudo imágenes plásticas jugando con el agua, pero creo que es complicado encajar esta defensa ecologista -por descontado necesaria y legítima- con el trasunto tan descarnado y duro que presentan estos versos.

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La cuestión de la maternidad como razón de ser de la feminidad es por cierto un trasunto con mucha hendidura operística. Ahí está sin ir más lejos Die Frau ohne Schatten de Strauss y Hoffmansthal, una obra que versa precisamente sobre eso aunque lo presente con un lenguaje onírico. En esta Yerma que nos ocupa Azorín acierta con un espacio escenográfico único bien administrado; y hay una dirección de actores en la que se advierten buenas intenciones y resultados. El uso del agua es espectacular en la primera mitad de la representación aunque imagino que es algo ingrato para los cantantes, tanto tiempo sumergidos en ese medio. 

La propuesta de Paco Azorín, que cuenta con video de Pedro Chamizo, vestuario de Ana Garay e iluminación de Pedro Yagüe, es en cualquier caso una muy buena aproximación al corazón de Yerma, una obra que está llamada a tener un gran recorrido por nuestros escenarios y los de medio mundo, a poco que las cosas se hagan bien. 

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La dirección musical de Luiz Fernando Malheiro, al frente de una entonada Sinfónica de Tenerife, aportó seguridad y control, regularidad en suma, en una partitura compleja y ciertamente desconocida hasta hoy por el gran público. Tengo la impresión, no obstante, de que la representación se podría haber beneficiado de una mayor riqueza de inflexiones y dinámicas, precisamente para aligerar el peso de un recitado, tal y como Villa-Lobos trata el texto de Lorca, que puede hacerse algo tedioso en ocasiones.  

El Coro Titular Ópera de Tenerife - Intermezzo hizo gala también de una buena desenvoltura escénica, amén de su esmerado trabajo vocal, muy requeridos en al menos dos escenas corales de alto voltaje.

En la vida de un cantante de ópera hay proyectos que suponen un antes y un después. Esta Yerma es ya un hito para el desarrollo profesional de Berna Perles. La soprano malagueña ha firmado una encarnación memorable del personaje lorquiano. Con una entrega total, a tumba abierta, su incondicional entrega emocional al rol contrasta con el control vocal con el que aborda la parte, sin forzar un ápice su instrumento, cantando el papel con su voz de principio a fin. 

Hablamos por cierto de un rol imposible de cantar, no solo por su constante presencia en escena, sin apenas resuello, sino también por los muy diversos registros que requiere a la soprano. Villa-Lobos no escribe para las voces en un estilo precisamente fácil y es muy posible caer fatigado tarde o temprano. Nada de eso sucedió en el caso de Berna Perles, quien admiró por su aplomo, su denuedo y su naturaleza. Como ya dije, esta Yerma queda ya como un hito en los anales de su trayectoria profesional.

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El trabajo de Alejandro Roy en la parte de Juan es asimismo encomiable, otorgando al rol una vis verista muy lograda, un trasunto de Canio rural muy bien resuelto por el tenor gijonés, tanto en el plano vocal como en lo escénico. 

La función se sostiene asimismo gracias a un amplio elenco de secundarios y comprimarios. Entre los primeros cabe destacar la María de Anna Gomà, una cantante que no desperdicia una nueva ocasión para reivindicarse como una profesional llamada a mayores compromisos.  

Me gustó mucho también la intervención de Javier Castañeda como Víctor, mostrando una voz de barítono muy bien timbrada y una linea de canto noble y expresiva. María José Montiel aportó oficio y tablas en su intervención como Dolores. 

Del extenso elenco restante cabe destacar a las lavanderas y viejas, destacando el buen hacer de Belén Elvira y el buen material mostrado por Zayra Ruiz y Alexandra Urquiola, especialmente. Todas ellas, junto a Guadalupe Barrientos, Marga Cloquell, Carmen Mateo y Alberto Ballesta redondearon un elenco en el que el trabajo coral es fundamental en varias escenas.

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© Auditorio de Tenerife / Miguel Barreto