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Händel gourmet

Madrid. Auditorio Nacional. 17/10/2025. Gala Händel, con fragmentos de Theodora, La Resurrezione,  Rinaldo, Agrippina, Amadigi di Gaula, Orlando, Giulio Cesare, Israel en Egipto y Dixit Dominus. Tatiana Bikmukhametova, soprano. Yulia Vakula, mezzo. Ksenia Dorodova, soprano. Diana Nosyreva, soprano. Iveta Simonyan, soprano. Sofia Tsygankova, soprano. Andrey Nemzer, contratenor. MusicAeterna. Teodor Currentzis, director.

La Filarmónica en colaboración con el CNDM han presentado una gala Händel de la orquesta y coro Musicaeterna dirigida por su impulsor, Teodor Currentzis, y lo han hecho en un formato nada convencional, compuesto por ‘tapitas’ de pequeño bocado entresacadas entre los más granado del compositor. Todas ellas presentadas sin solución de continuidad, de manera contrastante en cuanto a carácter y número de participantes, e intercalando una mayoría de arias y coros del caro sassone, con algún número suelto de su corpus instrumental. 

Todo ello con una elemental pero cuidada gradación de luz (aunque el carácter predominantemente intimista de la gala hizo que la sala solo luciera con la pequeña de cada atril), y coreografiada muy someramente con pequeños movimientos del coro, así como una estudiada entrada y salida de cantantes por distintos puntos del escenario. Hay que decir que el formato funciona, y más si, por circunstancias, el concierto se retrasa -como aquí ocurrió- y se desarrolla a partir de las 23 horas de la noche. El clima de idealización, de suspensión del tiempo, escuchando engarzadas tantas maravillas, produjo un estado casi hipnótico, de profunda meditación colectiva, que haría sucumbir a los más furibundos detractores (que los hay) de la música barroca y de Haendel en particular. 
 
Todo ello, claro, impulsado por una interpretación superlativa, que hizo de la sesión un acto verdaderamente inolvidable.
 
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Musicaeterna se comportó como un conjunto extraordinario. Liderados por su inconmensurable concertino, la orquesta funciona a pleno rendimiento con una técnica impoluta, y las ganas de tocar de cada miembro y su inconfundible compromiso hacen que el resultado sea mayúsculo. El coro es de una ductilidad sobrehumana, capaz de cantar con un hilo de la forma más bellla: allí todo el mundo se escucha. La limpieza de planos sonoros es absoluta, pudiéndose oir hasta la siempre sepultada tiorba. Los colores son purísimos, restaurados de forma viva y veraz, devolviendo cada tonalidad y cada inflexión y cada carácter con la intención primera del compositor. 
 
Desde una lejana The Indian Queen de Purcell en el Teatro Real en los tiempos de Mortier, no había vuelto a ver dirigir barroco a Teodor Currentzis, y realmente compruebas porque el director es tan extraordinario y conecta con la pura esencia de este estilo: la teatralidad y el contraste. Con él, dominando e interviniendo en absolutamente todo, los staccati son lo ásperos que deben ser, todo muy hacia el talón del arco, en contraposición con los mágicos e ingrávidos pianisimos, porque sí, se consiguió lo que siempre es tan difícil escuchar normalmente: el tocar realmente piano. 
Unos pianos purisimos, elevados, y siempre conducidos con dirección, sacando los cambios de armonía previstos por el compositor, y narrando los distintos caracteres y evoluciones de la música y del texto. Bellísima también la forma de hacer sonar los cambios de color, como el doliente fagot ‘sangrando’ a distancia de segunda con el oboe, en un trenzado doliente que sobrecoge a cualquiera.
 
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El control sobre los cantantes es absoluto, con Currentzis deletreando cada palabra, cadenza o inflexión, notándose un arduo trabajo ejemplar detrás de cada secuencia. Todos ellos son cantantes pertenecientes a la Academia Anton Rubinstein y demostraron una técnica ejemplar, con una  idea muy ‘instrumental’ que se adaptó de forma perfecta a lo demandado, engarzandose a cada voz de la orquesta de manera super orgánica. Estos fueron Tatiana BikmukhametovaYulia VakulaKsenia DorodovaDiana NosyrevaIveta SimonyanSofía Tsygankova y el contratenor Andrey Nemzer, y hay que agradecerles a todos ellos su bello esfuerzo y su resultado sonoro integradísimo. 
 
En resumen: hay otras formas muy válidas en el formato concierto (y que pueden ser la perfecta puerta de entrada para muchas personas), Currentzis y Musicaeterna son un plus, y, por supuesto: Viva Haendel, por supuestísimo.
 
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Fotos: © Elvira Megías