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Dos culturas unidas

Vitoria-Gasteiz. 24/11/2025. Auditorio del Conservatorio Jesús Guridi. Obras de Ravel, Sorozábal y Mahler. Sofia Esparza (soprano) y Euskadiko Orkestra. Dirección musical: Antonio Méndez.

Un programa muy interesante el segundo de abono de la Euskadiko Orkestra y que trazaba una línea imaginaria entre las culturas vasca y alemana a través de tres figuras claves del siglo XX, aunque en el caso de Gustav Mahler esta última consideración pueda ser cronológicamente discutida.

La obra clave en la que convergían estas dos culturas era la segunda obra del programa, los Siete lieder sobre poemas de Heine para soprano y orquesta (1927), obra de un Pablo Sorozabal anterior a Katiuska (1931) y obras teatrales posteriores, es decir, anterior al Sorozabal zarzuelero que tuvo un indudable éxito y pasa por ser una de las figuras claves del género. Y la unión se traza porque los siete lieder –concepto, en sí mismo, germano- se basan en poemas de Heinrich Heine (1797-1856), poeta y ensayista esencial de la cultura alemana y que fueron en su momento traducidos al euskera por José Arregi (1893-1975) y es esta última versión la que utiliza el compositor donostiarra para crear el ciclo de canciones. 

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La interpretación de esta obra pide una pequeña orquesta y una soprano lírica y las siete canciones permiten caminar por ritmos claramente vascos que pasan desde el aire de zortziko hasta la recurrente emulación del txistu a través del flautín. La soprano navarra Sofía Esparza, que el día anterior cantó Don Gil de Alcalá en el Teatro Villamarta, deJerez de la Frontera hizo una lectura relativamente atenta a la partitura y con una voz hermosa, brillante y, siendo las exigencias de tesituras asequibles, triunfó con una versión redonda. Afortunadamente decidió no dar bis alguno, decisión lógica dada la unidad de la obra interpretada.

Antes la Euskadiko Orkestra interpretó una versión jovial y dinámica de la Alborada del gracioso, de Maurice Ravel, otro compositor vasco; y es que entre los pueblos natales de ambos, Donostia y Ziburu, apenas hay 33 kilómetros, aunque ambas localidades están separadas por el río Bidasoa. Además, este preludio sinfónico permitía insistir en el reconocimiento del compositor en el 150 aniversario de su nacimiento.

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Toda la segunda parte estuvo dedicada a la inmensa Sinfonía no. 5 en do sostenido menor, de Gustav Mahler, lo que subraya el carácter vasco-alemán de la noche. Antonio Méndez, batuta de este concierto de abono, nos ofreció una versión académica que, en mi opinión, fue in crescendo según avanzaba la obra. La Trauersmarch sonó contundente aunque algo mecánica pero poco a poco la obra fue dotándose de unidad y el célebre Adagietto fue de una intensidad e intimidad dignas de aplauso mientras que el Rondo finale se dotó de precisión y contundencia, terminando por provocar el aplauso sincero de un público entregado.

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Insisto en la belleza del programa. Las canciones de Sorozabal apenas se interpretan en ciclos orquestales y Ravel y Mahler no dejan de ser referentes absolutos de la música sinfónica del siglo pasado. En la memoria de muchos, entre los que me encuentro, se guardan versiones memorables del mundo sinfónico mahleriano que nos dejó el discutido Robert Treviño, antiguo director principal de la entidad y quien dejó el listón altísimo en la interpretación sinfónica de Mahler. De hecho pudimos asistir a la escucha de la integral sinfónica del bohemio con la batuta de Treviño y quizás esta sinfonía sea un resto de su herencia de programación. En cualquier caso, y no es escasa valoración, la labor de Antonio Méndez no desmereció. Una noche hermosa. 

Fotos: © Stuart MacDonald