© Miguel Lorenzo y Mikel Ponce
Gala de debutantes
Valencia. 10/012/2025. Palau Les Arts. Verdi. Luisa Miller.Mariangela Sicilia (Luisa), Freddie de Tommaso (Rodolfo), Germán Enrique Alcántara (Miller), Alex Esposito (Il conte di Walter), Maria Barakova (Federica), Gianluca Buratto (Wurm). Coro y Orquesta de la Comunitat Valenciana. Dirección de escena: Valentina Carrasco. Dirección Musical: Sir Mark Elder.
La primera función de Luisa Miller de Giuseppe Verdi que ha estrenado dentro de su temporada lírica el Palau de Les Arts, ha contado, que sepa este cronista, con tres debutantes de gran relevancia. Los dos protagonistas de la ópera cantaban su papel por primera vez en una representación y era también el estreno en el foso del flamante nuevo director de la Orquesta de la Comunitat Valenciana. Y los resultados han sido francamente destacables.
Luisa Miller es considerada una obra de transición dentro de la trayectoria de Verdi. Estrenada a finales de 1849 en el Teatro San Carlo de Nápoles, supone el fin de la llamada “época de galeras”, en la que el genio italiano se vio obligado por teatros y editores a cumplir plazos muy justos y componer óperas que no siempre fueron de su agrado. A mediados de siglo, ya se veía más libre para decidir temas y salirse de la firme línea operística de la época. En Luisa Miller aparece un tema burgués y profundamente romántico, casi una novedad en el catálogo verdiano hasta entonces. Adaptación de una obra (Kabale und Liebe) de uno de los fundadores del Romanticismo, Friedrich Schiller, el libretista Salvatore Cammarano consiguió que esta historia entre enamorados de distinta clase social sorteara la censura de la borbónica Nápoles. La acción se desarrolla en una aldea del Tirol austriaco en el siglo XVII. Una aldeana, Luisa, hija de Miller, antiguo militar, conoce a un joven, se enamoran, creyendo ella que es un campesino pero no, es el hijo del nuevo conde de la zona, Walter, y por tanto un noble. Rodolfo, que es el joven heredero, no ve ningún problema en la diferencia de clase, él solo cree en el amor. No así su padre, que quiere que su hijo contraiga un ventajoso matrimonio con la duquesa de Ostheim, sobrina del conde y bien relacionada en la corte. Ayudado por su Wurm, un sirviente de confianza, el conde maquina para arruinar la relación con arteras cartas que hace que Rodolfo crea que su amada es infiel. Lleno de fervor romántico decide que debe envenenar a Luisa y morir también él. Cuando ya la muerte acecha a los dos, se descubren los engaños del conde. Ambos amantes mueren pero en el último suspiro Rodolfo mata a su padre. Me he alargado un poco en narrar la acción de la ópera por dos razones, la primera es que no es de las obras más conocidas de Verdi a pesar de su gran calidad. La segunda es para explicar más abajo cómo la directora de escena transforma la trama para hacer un alegato en defensa de una Luisa utilizada por un mundo de hombres.
Hablaba al principio de debuts. El primero fue el de la protagonista. El papel de Luisa lo asumió, por primera vez en un escenario, Mariangela Sicilia. El trabajo de la soprano italiano fue, sin duda, lo mejor de la noche, tanto por su entrega y virtuosismo vocal como su excelente trabajo teatral. Poseedora de una voz de atractivo timbre, llevó a buen puerto un papel bastante difícil porque tiene mucho de bel canto pero también requiere ya de otra vocalidad que Verdi va introduciendo en sus obras. Espléndida en todo momento, destacó la potencia de su emisión, la facilidad para subir al agudo, el virtuosismo de sus coloraturas y la expresividad vocal, con bellas medias voces. Podríamos nombrar todas sus arias y cabalettas, sus hermosos dúos con Rodolfo, Miller o Wurm, como momentos estelares de la noche, pero sería difícil decir dónde estuvo mejor. Por un simple gusto personal voy a nombrar la delicadeza y perfecta emisión que tuvo en el comienzo de Ah! l’ultima preghiera, en la que estuvo simplemente maravillosa.
También debutante en esta noche era el admirado Freddie De Tommaso como Rodolfo. El cantante es una joven estrella fulgurante en un mundo operístico necesitado de grandes figuras. Y De Tommaso lo es. Tiene un timbre de esos que enamoran, una facilidad en el canto pasmosa y una italianidad de pura cepa, aunque naciera en Reino Unido. Eso se lleva en el ADN pero hay que sacarlo adelante con mucho trabajo, como nos contaba hace pocos días en una entrevista en estas mismas páginas. Es una voz de esas que surgen muy pocas en cada generación y está llamado a ser un referente, si ya no lo es, en el repertorio italiano. En la función que comentamos se mostró algo reservado en la primera parte. La voz corría perfectamente pero faltaba algo más de “chicha” en sus frases. Tanteaba el terreno, podríamos decir. Afortunadamente a partir de la conocida aria Quando le sere al placido todo cambió. Se le vio más a gusto y nos brindó un final espléndido, de los que recordarán en Valencia.
No tengo información sobre si alguno más de los componentes del elenco también debutaba en su respectivo papel. Lo que sí sé es que lo dieron todo en el escenario y compusieron un conjunto que brilló a muchísima altura. Es famoso “el padre” de Verdi, ese barítono o bajo que siempre tiene una relevancia en sus óperas, especialmente en las de madurez. En Luisa Miller aparecen los dos tipos: el tipo “protector” (para bien o para mal), aquí el bueno de Miller, que tendrá su mayor representante en el papá Germont de La traviata; y el tipo “impositivo”, en esta ópera protagonizado por Walter y cuya máxima expresión será el Felipe II de Don Carlos.
El barítono argentino Germán Enrique Alcántara hizo un Miller de libro. Espectacular en proyección, redondez de canto y expresividad vocal, estuvo siempre brillante y recibió calurosos y merecidísimos aplausos en los saludos finales. También espléndido como Walter el bajo italiano Alex Esposito, que demostró una vez más su dominio de estos papeles verdianos. Sus intervenciones estuvieron llenas no solo de un estupendo estilo y una voz amplia y bien proyectada sino de una gran teatralidad. También excelente el Wurm de Gianluca Buratto, otro bajo que siempre cumple y esta vez lo hizo sobradamente en un ingrato papel.
Voz poderosa la de la mezzo Maria Barakova que dejó claras, en su corto rol de la marquesa Federica, sus muchas cualidades. Impecable el Coro de la Comunitat Valenciana, dirigida por Jordi Blanch, en los variados números en los que participa. Luisa Miller no tiene un número vocal de esos inolvidables, pero en conjunto sí que el coro tiene un papel amplio. Estupendamente dirigidos desde el foso, supieron crear una imagen de conjunto bien cohesionado y ofreciéndonos muy bellos momentos.
El foso del Palau de Les Arts estrenaba nuevo director de su orquesta titular. Sir Mark Elder, el gran “fichaje” de la dirección de Orquesta de la Comunitat Valenciana demostró por qué tiene esa gran reputación. En primer lugar nos ofreció un Verdi con nervio pero sobrio, marcando más lo que la partitura tiene de proyecto de futuro que de restos de los años de galeras. Siempre con tiempos bien medidos, atentísimo al escenario, Elder fue desgranando maestría y sobre todo autoridad sonora sobre la orquesta que nos brindó una de sus mejores noches. Esta va a ser una relación que nos va a dejar, a buen seguro, momentos que no olvidaremos.
Cito textualmente las palabras de Valentina Carrasco, directora artística de esta producción que Les Arts comparte con el Maggio Musicale Fiorentino, que aparecen en el programa de mano: “Entre otras manifestaciones de este modelo social (el burgués), desde finales del siglo XVIII se aprecia un incremento en el uso de las muñecas. Este fenómeno, principalmente femenino, como modo de propagación social debe su nacimiento y su causa a la burguesía, que prescribe a la mujer (niña y adulta) un tipo de comportamiento, un modelo físico y la gran importancia de ocuparse de su aspecto, de preferencia angelical e imperturbable. Más tarde esto evoluciona, como bien sabemos aún hoy, también a una práctica y preparación para la maternidad.” Este es el eje fundamental de su puesta, el ver a la mujer, en este caso Luisa, como una muñeca manipulada por los hombres que la rodean.
Y para dar más verosimilitud a su propósito, traslada la acción a una fábrica de muñecas de principios del siglo XX, ayudada por una magnífica y preciosa escenografía de Carles Berga que divide el espacio escénico en un “arriba y abajo”: abajo la fábrica (la aldea) y la vida de Luisa, arriba el despacho de Walter (el castillo) y las intrigas de los nobles. El espacio de “arriba” se va moviendo según las necesidades de la acción y el resultado general es de indudable plasticidad, completado con buenos trabajos de iluminación y vestuario. El desarrollo dramático se centra pues en esa utilización de Luisa como una muñeca que intenta cumplir los deseos de los otros. Incluso Carrasco convierte en el último acto a la protagonista en un guiñol que es usado por los hombres, vestida como una muñeca, manipulada hasta el final. La directora se permite un final “feliz” dejando a los protagonistas jugando con una muñeca mientras ella, otra vez vestida de mujer, no muere, sino que marcha hacia una luz que, se supone, es la liberación de ese mundo opresor. Un planteamiento bien ejecutado. Otra cosa es que se compre o no.
Resumiendo, gran noche de ópera en Les Arts, que está haciendo las cosas muy bien y que consigue producciones de gran nivel con voces de primera línea. Enhorabuena.
Fotos: © Miguel Lorenzo y Mikel Ponce