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Sin distracciones

Oviedo. 14/02/2017. Auditorio Príncipe Felipe. Jornadas de piano Luis G, Iberni. Obras de Mozart, Beethoven, Chopin, Schubert, Rameau y Debussy. Grigori Sokolov, piano

Sin excentricidades interpretativas, tiempos imposibles o fraseos perniciosos, el estilo de Grigori Sokolov es propio de un pianista directo y sincero. Casi sobrio –si quieren- pero brillantemente efectivo. Junto a una oferta discográfica cada vez más variopinta, Sokolov es de los pocos que pueden permitirse apostar por el directo, quedarse al margen de la mercadotecnia o vestir frac negro con gesto impasible. Por si ello fuera poco, el pianista ruso, en su particular individualismo, prefiere los recitales frente a los conciertos, evitando a toda costa la presencia en su mismo escenario de cualquier otro músico o director susceptible de influir en su meditado discurso.

Sólo sobre la tarima, lo cierto es que nadie en Oviedo enrareció la etérea atmósfera creada por Sokolov, quien sentó cátedra desde su acolchada banqueta. Iniciando su recital con la Sonata K.545 de Mozart, el ruso recordó a muchos que la cima pianística no sólo es accesible mediante pirotecnia digitativa, legitimando la expresividad y el sentimiento como fuentes del verdadero virtuosismo. La técnica, tal y como la entiende Sokolov, se reduce a un mero trámite, nunca a un fin. Así lo demostró su fraseo honesto y conciso, capaz de remarcar las bellas melodías del genio salzburgués con una elegancia difícilmente reprochable. Igual sucedió con la Sonata K.457, interpretada a continuación y moldeada a placer por el ruso, a quien incluso el Steinway del Auditorio de Oviedo pareció quedársele corto. Incluso en los momentos de mayor dramatismo, susceptibles de cierto enredo sonoro, Sokolov siguió haciendo gala de una claridad apabullante, luciendo una técnica llena de naturalidad y demostrando el suyo como un estilo autoexplicativo.

Ya tras el descanso, dos sonatas beethovenianas sirvieron para reafirmar la excelente calidad del recital; situado –para quien firma- entre lo mejor que las Jornadas G Iberni han dado a Oviedo. A la primera, la nº27, le debemos uno de los momentos más brillantes del concierto, protagonizado por un segundo movimiento excepcionalmente delicado; en la segunda, la nº32, Sokolov mostró una faceta más enérgica, ganando en rotundidad cuando era necesario para, poco después, culminar la pieza con un etéreo y milimétrico trino que abrió el camino hacia las propinas. Como no pudo oír el concejal de cultura ovetense, fugado en el descanso, Sokolov ofreció todo un nuevo concierto fuera del programa, encadenando una propina tras otra hasta alcanzar la media docena. Toda una lección de versatilidad estilística que se inició con el romanticismo de Schubert (I momento musical D. 780) y Chopin (Nocturno Op.32 no. 1 y no.2), exploró brevemente el barroco de Rameau (Pièces de clavecin en concerts noº4), volvió sobre el compositor austriaco con una brillante visión de su Arabesca en Do Mayor Op.18 y, como broche final, llegó hasta el impresionismo musical de la mano de Debussy (Prelude no. 10 Canope). Culminaba así un recital excepcional que, arropado por los aplausos del público, nos recordó la fortuna musical que aún ostenta una ciudad de provincias como Oviedo. Por desgracia, ya nos lo alertó Clarín: hay quien contribuye a la circulación de la riqueza “como una esponja a la circulación del agua”.

Foto: Roberto Serra