CarminaBurana FuraBarna 

Carmina furera

Barcelona. 16/03/17. Teatro Tívoli. Carl Orff: Carmina Burana. Amparo Navarro, soprano. Jordi Doménech, contratenor. Carlos Daza, barítono. Luca Espinosa, soprano. Polifónica de Puig-Reig. Directores: Josep Mª Conagla y Emmanuel Niubò. World Orchestra Ensemble. Dir. Mus.: Josep Vicent.  Dir. Esc.: Carlus Padrissa. Producción de La Fura dels Baus.

El grupo teatral de La Fura dels Baus tiene más de treinta y cinco años de carrera y reconocidos triunfos teatrales a sus espaldas. Ahí está ese Ring para el Palau de Les Arts de Valencia en 2013 que marcó un antes y un después en el templo lírico levantino y puso en el mapa mundial un Wagner que se llegó a denominar el Bayreuth del Mediterráneo. 

Carlus Padrissa, miembro fundador de La Fura y alma mater de esta producción sobre la cantata escénica Carmina Burana, ha firmado pues otro hito en la dilatada carrera de la formación. Esta Carmina es la obra más vista de La Fura, con más de 150.000 espectadores desde su estreno en San Sebastián en 2009. Una producción que además ha visitado países como Macedonia, Italia (con función dirigida por Zubin Metha en Florencia, en 2013), Argentina o Chile. Además tiene prevista futuras funciones en países como Eslovenia, Alemania, Holanda, Francia o México.

Con estas diez funciones en el Teatro Tívoli de Barcelona, con entradas prácticamente sold oud, su éxito se hace comprensible por la fuerza intrínseca de una obra musical que ya forma parte del imaginario colectivo, con ese O Fortuna con el comienza la obra propiamente dicha y que la cierra también de manera brillante. La rueda de la Fortuna se presenta como un eje vertebrador, afirma el propio Carlus Padrissa, una rueda que preside el escenario y aparece en el logo-sello de esta producción y en la proyección final de la obra. Con el espíritu de acercarse al título original de Carmina Burana, “Canciones seculares para cantantes y coros para ser cantadas con instrumentos e imágenes mágicas”, Padrissa logra volcar la esencia de su fuerza furera. 

Como novedad se ha presentado esta vez en Barcelona la obertura compuesta por el director musical del espectáculo, Josep Vicent. Una breve pieza para coro, soprano y percusión, que sorprende al público con su entrada desde platea, centro y lados de las butacas, con sus sonidos y ambiente tribal y la voz de la soprano Luca Espinosa, con un registro agudo más que notable. 

La escena está presidida por un gran cilindro cubierto por una tela blanca que oculta a la reducida orquesta en su interior. Diez músicos compuestos por dos pianos, unos timbales, un contrabajo una flauta y cinco percusionistas, en una reducción orquestal efectiva y efectista, puesto que el carácter rítmico queda muy marcado y explícito en una obra palpita con cada número. Lástima que en ningún sitio del libreto se mencione a quién corresponde la autoría de esta acertada reducción. En este cilindro se proyectan un volcán de imágenes que remiten a lo atávico de un lenguaje, orquestado y escrito musicalmente por Carl Orff en el siglo XX, pero que contiene un huracán de sonidos en una imaginativa composición de una fuerza telúrica irresitible. 

El impactante inicio con la sección Fortuna Imperatrix Mundi, que incluye el O Fortuna y el Fortune plango vulnera, ya mostró la profesionalidad y calidad de la Polifónica de Puig-Reig, pese a estar amplificados, como todo el espéctaculo. Las imágenes del mundo se mezclan con un universo en expansión, y las frases del texto en latín que hacen referencia a la rueda de la fortuna. Con un fundido en negro se pasa al segundo capítulo: Primo Vere, donde se ve un mar congelado que se va resquebrajando, con unas mujeres que parecen sirenas nadando sobre la superficie. La búsqueda de la hipnosis onírica de la música adoptó un efecto narcótico de gran resultado. El coro siempre en disposición a los lados del cilindro cantó con expresiva contención. Con la primera intervención del solo de barítono, por Carlos Daza, se pudo disfrutar de su timbre terso y cálido y un dulce fraseo en el Omnia sol temperat, con su vestimenta roja de sangre intenso y su movimiento parsimonioso. Con el Ecce gratum del coro y las doncellas lavándose el pelo en una cascada infinita proyectada en escena, el nacimiento de la naturaleza y el efecto refrescante del elemento acuático cerraron con grato efecto el cuadro. En Uf del Anger, parte del coro inundó el patio de butacas mientras el solo de flauta de una impecable Nieves Aliaño, flotó por la sala en medio de las proyecciones de semillas que polinizan la naciente naturaleza. Así se produjo un Floret Silva expansivo y grato, bien conducido por el tempo impuesto por Vicent, contrastado y lírico.

Una omnipresente Luca Espinosa, ahora como bailarina protagonista durante toda la función, se presenta como metáfora del nacimiento de una mujer que se descubre y maquilla, con sensuales movimientos al son del canto del coro. Con Espinosa metida en un cilindro octagonal transparente de agua, se mostró una de las imágenes más reconocibles de la Fura de Padrissa, recreando los elementos y la paz que transmite el mundo subacuático. Racimos de uva y la vendimia, proyecciones del pisar la fruta para dar la bienvenida al vino, dieron el paso al In Taverna. En el solo de barítono Estuans interius, Daza, esta vez metido en el cilindro acuático, demostró buen control del registro agudo en una pieza exigente, que originó los primeros aplausos del público. Con el Olim lacus colueram llegó el momento más hilarante de la obra, ya de por sí delirante. El famoso pollo asado que se lamenta de su destino en la barra que gira mientras se va cocinando, sonó teatral y expresivo en la voz del contratenor Jordi Doménech, todo un experto en este rol. La elección de la equívoca voz de contratenor juega a favor de este solo bizarro donde el cantante, suspendido en el aire, dentro de una gran grúa que lo cuelga del escenario consigue un efecto teatral inolvidable. De nuevo la interacción con el público en el solo baritonal Ego sum abbas, surtió el efecto catártico buscado con aplausos al final del mismo. 

En el tercer capítulo: Cour d’amours, se agradeció la entrada de la soprano Amparo Navarro. Colgada de una especie de cadena, cantó con emotividad en el primer número Amor volar undique, bien contrastada con el solo de flauta y las voces femeninas del coro. Con el Dies, nos et omnia, Carlos Daza demostró buen uso de los reguladores y la voz de falsete, bien impostada y proyectada. Impecables la Navarro en el Stetit puella así como Daza en Circa mea pectora. Otra imagen para el recuerdo de esta producción fue la planta caníbal con las cabezas de miembros del coro masculino que sobresalían de dentro como si fueran pétalos, mientras cantaban el Si puer sum puellula. Amparo Navarro sobrevoló el publico desde el escenario metida dentro de una grúa, como ya usaron con las valquírias en su producción para Valencia, en los tres últimos números de este tercer capítulo lleno de vida e imágenes impactantes. Navarro sonó mejor en el delicado In trutina que en un sonoro Dulcissime, donde la voz de Navarro remitió más a una verdadera valquíria que a una mujer que se entrega con la felicidad de una virgen. El efímero y preparatorio capítulo de Blanziflor et Helena, con un Ave formosissima in crescendo elevó la tensión final para llegar de nuevo al O Fortuna. Apareció una grandiosa y frenética Rueda de la fortuna, envolviendo a la soprano girando en proyección mientras el coro interpretó la celebérrima pieza final. Ovación y catarsis entre el fervor del público para bisar todos, solistas y coro, de nuevo un O Fortuna irrenunciable.

Una propuesta furera que hace prevalecer el espectáculo frente a la contención, con una amplificación que quizás no era necesaria en el teatro, pero que casa con el efecto multimedia del concepto espectáculo de un Carmina Burana que rebosa La Fura por los cuatro costados.