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Buen inicio

07/09/2024. Oviedo. Teatro Campoamor. Gaetano Donizetti: Anna Bolena. Sabina Puértolas (soprano, Anna), Maite Beaumont (mezzosoprano, Seymour), John Osborn (tenor, Percy), Carlos Daza (barítono, Rochefort), Nicola Uliveri (bajo, doctor Enrique VIII) y otros. Coro Titular de la Ópera de Oviedo. Orquesta Oviedo Filarmonía. Dirección escénica: Emilio López. Dirección musical. Iván López-Reynoso.

Sin pompa ni boato aparente Oviedo ha inaugurado su nueva temporada de ópera con un título conocido de un compositor muy frecuentado, Gaetano Donizetti. Anna Bolena es una de las tres obras encuadradas dentro de la popularmente llamada trilogía Tudor que completarán, en los próximos años, como lo ha anunciado la misma Ópera de Oviedo, sus hermanas Maria Stuarda y Roberto Deveraux.

Me llamó la atención que las butacas que desde mi posición podía vislumbrar no estuvieran todas ocupadas; desconozco las últimas razones pero lo cierto es que mi sensación al terminar la función es que las expectativas personales fueron bien superadas y que aunque no estamos ante una función histórica sí creo que esta Anna Bolena ha tenido enjundia suficiente para justificar el asistir al teatro.

Oviedo, habitualmente, te exige cierta indulgencia con la puesta en escena. En este caso, una vez más, la sencillez de la misma ha sido palmaria. Todo el acto I, con excepción de la escena última, la que ocurre en la cámara privada de la reina, se hizo sin atrezzo alguno y con cuatro estructuras rectangulares muy simples que creaban espacios y se movían a voluntad por cuatro colaboradores de la casa. El acto II comenzó con el uso de peones del ajedrez –diez, en concreto- como elemento decorativo que, supongo, aludía al hecho de que todos los personajes de la corte son precisamente peones de la voluntad de rey y ante ello, la misma reina y otros cortesanos se rebelan, aunque sea en la más estricta intimidad. Además, se utilizó el video bien proyectado sobre el segundo telón bien sobre el fondo del escenario y una vez más se hizo queriendo crear sensaciones (angustia, miedo, desasosiego) pero al menos a un servidor solo le creo inquietud por generar tanto movimiento. La responsabilidad ha sido de Emilio López y puede decirse que conociendo los precedentes en el mismo teatro, poca sorpresa.

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Vocalmente todo transcurrió mucho mejor. Recomiendo vivamente al lector que repase la entrevista con Sabina Puértolas publicada en estas mismas páginas hace unos días, en la que en gran parte de ella, la soprano analiza su primera incursión en un papel tan tremendo como el de la reina inglesa. A mí, al menos, me ha ayudado a entender su punto de vista porque es obvio que la soprano navarra camina al límite de sus posibilidades vocales y, sin embargo, las sensaciones que quedarosn en el auditorio fueron muy positivas.

El papel de Anna es muy exigente tanto vocal como dramáticamente; es uno de esos papeles que desde Maria Callas lo entendemos de otra manera. Es cierto que el personaje exige agudos solventes y coloratura además de graves audibles; pero tanto más relevante es ser capaz de crear un personaje, de hacer creíble el drama de una mujer que siendo poderosa se ve envuelta en tejemanejes políticos y amorosos de los que es consciente solo saldrá perdiendo la vida. Este es el aspecto vocalmente más complejo porque una voz muy liviana puede sentirse cómoda en los sobreagudos y coloratura pero el personaje puede perder credibilidad dramática mientras que una voz más pesada puede construir un personaje sin llegar a responder a las últimas exigencias de la partitura. Sabina Puértolas es más ligera que lírica y a pesar de un comienzo algo dubitativo –no olvidemos que la soprano debutaba el papel- supo dar solvencia a las exigencias de la reina. Quizás en su escena final, ese duro Al dolce guidami pecó de extrovertida pero el resultado final puede considerarse de muy adecuado.

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En mi opinión quien estuvo muy en su papel tanto vocal como dramáticamente fue la también navarra Maite Beaumont, la gran triunfadora de la noche. Ya se sabe que las mezzo tienen –permítaseme el chiste fácil- la mitad de aceptación popular que las sopranos pero impresionó tanto su saber estar en el escenario, comedida y muy en su papel, como su brillante intervención vocal. El dúo entre las dos mujeres, rivales sin saberlo la reina, Dio che mi vedi in cuore, pudo ser vocalmente hablando el punto culminante de la velada. Muy bien Beaumont.

Nicola Uliveri sustituyó muy a última hora al inicialmente previsto Javier Castañeda, enfermo, y tuvo ayuda de la apuntadora; enseñó una voz cargada de autoridad y solemnidad para encarnar un papel que aunque no tiene escena o aria propia es el deux ex machina de toda la obra. Todo gira en torno a su capricho y voluntad; después de poseer a Anna tras eliminar a Catalina de Aragón ahora su objetivo es Jean Seymour. Solvente en los graves, dio al rey toda la presencia que se le exige. Mientras, el enamorado y desolado Lord Percy encontró en John Osborn un muy adecuado cantante. De sobreagudo facilísimo, impacto a gran parte del público con sus alardes vocales. La voz no tiene mucho peso, lógicamente, y luego es algo parado en escena pero nadie puede reprocharle nada en lo vocal. Muy atento a cuadrar sus agudos con los de sus compañeras, fue vitoreado por el público y designado por el mismo como el gran triunfador de la noche.

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Me alegré mucho de reencontrarme con Marifé Nogales en papeles de cierta enjundia y es que Smeton tiene protagonismo en el acto I aunque desaparece en la continuación. Quizás falta de pasión en algunos momentos y débil agudo en su escena del final del acto I E sgombro il loco, dio sin embargo realce al personaje y estaba bien caracterizada, aunque el inicial arpa vestible (sic) era espantosa.  De autentico lujo el Rochefort de Carlos Daza y el Hervey de Moises Marín, tenor que hace muy pocos meses era protagonista en el Belmonte mozartiano dentro de la temporada de la ABAO. 

Muy bien el Coro Titular de la Ópera de Oviedo, cosa que tampoco sorprende. No es la primera ni la segunda vez que este cuerpo estable me deja más que satisfecho y creo que es de reconocer el trabajo muy bien hecho y la labor de Pablo Moras, su actual director titular. Y no menos acertado Iván López-Reynoso, batuta que supo llevar con energía una obertura bien modelada, que cantó con los cantantes y que supo acertar en el necesario punto de equilibrio entre los distintos solistas, el coro y la Orquesta Oviedo Filarmonía. En resumen, una labor notable.

Una velada más que interesante que supone comenzar con bien pie una temporada que se mueve –con la excepción de la straussiana Arabella prevista para el mes de noviembre- por títulos y tradiciones de lo más habitual en los teatros operísticos. 

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Foto: © Iván Martínez