Erotismo y metafísica
Múnich. 04/06/2017. Bayerische Staatsoper. Wagner: Tannhäuser. Klaus Florian Vogt, Anja Harteros, Christian Gerhaher, Elena Pankratova, Georg Zeppenfeld, Dean Power, Elsa Benoit, Peter Lobert, Ulrich Reß, Ralf Lukas. Dir. de escena: Romeo Castellucci. Dir. musical: Kirill Petrenko.
Una de las citas más esperadas de la presente temporada lírica, a nivel internacional, era esta nueva producción de Tannhäuser firmada por Romeo Castellucci y con Kirill Petrenko al frente, sucediendo a la anterior producción que contó en 1994 con David Alden y Zubin Mehta. Con las localidades agotadas hace meses, los típicos carteles de “Suche karte" se agolpaban a la entrada del teatro minutos antes de la representación. Tal expectación y tal demanda no eran para menos. Los más de veinte minutos de aplausos al cierre de la función son probado testimonio de lo excepcional de esta velada.
En más de una ocasión el director de escena italiano Romeo Castellucci ha dado a entender que trabaja como un verdadero hermeneuta, poniendo sobre la mesa nuevos significantes a la espera de que el encuentro con el público termine por deparar alguna suerte de significado. Esto es: sus propuestas, más quizá que cualquiera otras, están abiertas y no responden a un plan cerrado y sumamente premeditado. El estilo de Castellucci, si es que cabe hablar de tal cosa, consiste en interrogarse, sugerir y proponer al público un discurso que se desarrolla sobre todo en imágenes de una fuerza soberbia y a los que cabe dar vueltas durante días, como si en ocasiones fuesen un enigma. ¿Acaso no es esa la naturaleza misma de Tannhäuser, en una búsqueda permanente, en una insatisfacción perpetua?
Eso mismo sucede con este Tannhäuser que seduce ya desde el principio, con ese ejército de amazonas disparando sus arcos -que más tarde serán arpas- hacia un gigantesco ojo enmarcado en un gran círculo; sobrecoge el exceso de la carne en el caso de Venus, ciertamente en las antípodas de la sensualidad tal y como hoy la entendemos; y cómo no, estremece todo el cuadro final, mientras vemos descomponerse dos cadáveres, depositados en sendos altares con los nombres de Klaus y Anja, precisamente como los solistas que dan voz a los protagonistas de esta representación. Un trabajo sumamente sugerente, lleno de hallazgos, valiente y poético, capaz de transmutar el erotismo en metafísica y la metafísica en erotismo. Habrá por supuesto quien no participe de este código y esa es una posición más que respetable. Pero el horizonte de posibilidades que abre Castellucci es ciertamente digno de elogio.
En consonancia con esto, y siempre atento a lo que se desarrolla en escena, Kirill Petrenko propone un Tannhauser elegíaco, como un viaje interior, lejos de la voluptuosidad gruesa y superficial de lecturas más pegadas a un romanticismo canónico, ciertamente más musculosas y brillantes aunque menos trascendentes. Aquí todo se disuelve, marcado por un distanciamiento premeditado, en la misma clave contemplativa e intelectual que Castellucci desarrolla en escena. Una vez más Petrenko conjuga un trabajo analítico, capaz de redescubrir una partitura, con un sentido narrativo y escénico ya probado anteriormente. Pocas batutas trabajan hoy con los cantantes como la del maestro ruso: atento a cada entrada, corrigiendo pequeños detalles, mimando el balance y equilibrio entre voces y orquesta, etc. Es un delirio sin fin cada vez que vemos dirigir a Petrenko en el foso: qué capacidad para generar tensiones y resolver climax; qué claridad planteando el sonido que quiere en cada momento, lleno de contrastes; y qué trabajo con los coros... Todo, absolutamente todo lo que salió del foso hubiera valido por sí mismo el viaje para ver esta nueva producción.
Superadas algunas dificultades iniciales para seguir los tiempos dictados por Petrenko, ciertamente amplios y dilatados, Klaus Florian Vogt se impuso como un Tannhäuser inusitado, ciertamente sorprendente. El tenor alemán se ha despojado ya un tanto de ese timbre blanquecino y frágil, como de voz blanca, que lastraba un tanto sus interpretaciones hace apenas un lustro. La voz, que sigue teniendo sus limitaciones, suena no obstante grande, plena, con indudable proyección y más solvente de lo que cabía esperar en el exigente tercio agudo de esta parte. El fraseo se percibía muy elaborado en consonancia con Petrenko y la actuación en escena fue de una implicación intachable.
Anja Harteros jugaba una vez más en casa y volvió a subyugar con una presencia total, lo mismo vocal que escénica, de las que hacen época. La voz tiene un cuerpo y una carnosidad ideales para el rol de Elisabeth. Petrenko acierta al ampliar el fraseo de un rol a veces llevado con un ímpetu excesivo ya desde la primera escena, el consabido “Dich teure Halle”, que escuchamos aquí más sereno, reflexivo y con una atención bárbara al texto. La plegaria del tercer acto fue uno de los momentos más sublimes de la velada. Elena Pankratova, con un timbre ampuloso aunque un punto anónimo, contribuye a recrear una Venus sólida y consistente.
Christian Gerhaher ya ha demostrado en varias ocasiones que es un magistral Wolfram von Eschenbach, hasta un punto en el que el papel pareciera escrito para él. Aunque en ocasiones pudiera parecer que abusa de su condición de liederista, al mismo tiempo esto le faculta como un poeta de primerísimo nivel, en evidente sintonía con el fraseo de Kirill Petrenko. A su lado, Georg Zeppenfeld ha dejado ya de ser una promesa para ser una referencia. Me atrevo a decir sin duda alguna que René Pape ya tiene quien siga sus pasos. Zeppenfeld domina con técnica de hierro un instrumento noble y sonoro, con una extensión envidiable y una presencia soberbia. Dean Power se alza como una espléndida opción para el rol de Walther. Excelente labor tanto en su caso como en el resto de comprimarios: Elsa Benoit, Peter Lobert, Ulrich Reß y Ralf Lukas.
Una vez más, la Bayerische Staatsoper de Múnich ha confirmado su condición de mejor teatro de ópera del mundo, por descontado para quien firma estas líneas. El próximo día 9 de julio esta producción de Tannhäuser se ofrece en streaming a través del portal Staatsoper.tv ¡No se la pierdan!