cuarteto quiroga y javier perianes

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26/01/16. Madrid. Auditorio Nacional. CNDM: Liceo de Cámara XXI. Oras de García Abril, Granados y Turina. Cuarteto Quiroga. Javier Perianes, piano.

En la música, como en cualquier Arte o aspecto de la vida al fin y al cabo, el gusto no es sino madurez y evolución personal, con mediaciones o percepciones políticas, sociales o filosóficas si quieren, pero todo se reduce finalmente a la experiencia propia. Un hombre a quien tengo por sabio siempre me decía: “Todos pasamos por Wagner, atonalismos y el Renacimiento, pero cuando adquieres el mayor de los conocimientos posibles, lo que aprecias por encima de todo es la música de cámara, en cualquiera de sus épocas y expresiones”. No creo más que en cuatro o cinco verdades categóricas, pero sin duda creo que esta puede ser una buena verdad. Y precisamente la sublime “expresión” del Cuarteto Quiroga y el pianista Javier Perianes ha venido a corroborarlo este martes en la sala de cámara del Auditorio Nacional, donde el público cayó rendido no ante los pentagramas de un Brahms, Bartók o Mozart sino ante los colores y melodías de tres grandes compositores españoles como son Antón García Abril, con el estreno absoluto de su Cuarteto de cuerdas Nº4, Joaquín Turina y, sobre todo, Enric Granados.

Surge el piano de Granados en su Quinteto op.49 sutil, de romántica retórica en manos del pianista onubense junto a un Quiroga de  vigorosa expresividad y marcado dramatismo que minutos antes jugaba en solitario al recuerdo y la nostalgia con los plásticos Siete espacios para cuarteto de García Abril. Dada la escritura y anotaciones del compositor leridano, decía la gran Alicia de Larrocha que seguir al pie de la letra cada una de sus indicaciones de tempo podría resultar una locura. De todas las notas sobre la partitura, desde luego el Quiroga logra que realmente por primera vez este Granados suene molto sonoro e legato en una simbiosis única con el piano, de tiempos muy medidos, justos y necesarios para dejar fluir la expresividad de cada tema y melodía. Lo del segundo movimiento, un Allegreto quasi andantino de reminiscencias medievales, podría calificarse como pura magia, un paréntesis de suspensión entre la suntuosa, diría abrasiva elocuencia de la cuerda al final del Allegro y al comienzo del Largo en una conversación con el teclado donde por momentos tan pronto se escucha a Brahms como a Fauré. En definitiva un Granados de gran expresión y naturalidad, un Granados pues en su naturaleza más propia que bien sirve como exquisito pistoletazo de salida en la celebración de sus aniversarios, que pueden darse ya por comenzados con el centenario del estreno de su ópera Goyescas en el Metropolitan de Nueva York, que continuarán el próximo marzo con los 100 años de su muerte y culminarán en julio del año que viene con su 150 cumpleaños.

Queda también, a su presentación y difusión se acudía al Auditorio de hecho, el registro en los estudios de grabación de dicha partitura junto al Quinteto op.1 de Joaquín Turina. Un Turina joven que mirando hacia formas beethovianas acababa por exponer el discurso de sus maestros franceses, un grito de juventud (y un tanto de confusión) que llevó al compositor a renegar de él pero que, descartadas sus primeras obras “menores”, adquirió su primer opus y que ha encontrado en Perianes y el Quiroga los embajadores que mayor justicia podrían hacerle.

En cuanto al disco y volviendo a él, bien merece la pena por lo ya comentado (un complemento ideal a los tríos por el Beaux Arts) y que sin embargo no termina de estar todo lo bien grabado que uno esperaría de una casa como Harmonia Mundi. Esta sensación se agudiza, estoy convencido de ello, tras el concierto programado por el CNDM. Una de esas noches mágicas donde el directo se vuelve eléctrico (para eléctrica la propina de Shostakovich con la que cerraron: Scherzo del op.57) y donde la música se apodera del público con la sensación de que esa atmósfera, esa manera de sentir la vida durante los  sesenta minutos que permanecemos allí sentados, no va a poder repetirse jamás. Tal ha sido el hechizo del Quiroga y Javier Perianes.