Karina Canellakis OCNE Rafa Martin

 

Si las mujeres mandasen

Madrid. 22/10/2017. Auditorio Nacional. Orquesta y Coro Nacionales de España. Obras de Dvorak, Tchaikovsky y Rachmaninov. Edgard Moreau, cello. Olga Pudova, soprano. Alexey Dolgov, tenor. Alexander Vinogradov, bajo. Dir. musical: Karina Canellakis.

Aunque progresivamente la tendencia va cambiando, lo cierto es que existe todavía un techo de cristal para las mujeres en muchos sectores de la llamada música clásica. Esto sucede en particular en el podio, siendo aún hoy escasísimas las mujeres que se ponen al frente de una orquesta; y menos aún las que asientan y desarrollan una carrera longeva. Las que llegan ahí, por tanto, han demostrado al menos tanto -y a buen seguro mucho más, el doble incluso- que sus colegas de sexo masculino. En un pasaje de Gigantes y Cabezudos de Manuel Fernández Caballero, el coro entona aquello de "Si las mujeres mandasen, en vez de mandar los hombres, serían balsas de aceite los pueblos y las naciones”. Parece obvio que un mayor papel protagonista de las mujeres en el mundo de la dirección de escena traería consigo aires renovados y 

Ya en agosto de 2016, en estas mismas páginas, me refería a tres jóvenes batutas femeninas descollan por méritos propios: Oksana Lyniv (Brody, 1978), Mirga Gražinytė-Tyla (Vilnius, 1986) y Karina Canellakis (Nueva York, 1982). Esta última hacía este fin de semana su debut con la Orquesta y Coro Nacionales de España, al frente de un interesante y variado programa con obras de Dvorak (La bruja del mediodía), Tchaikovsky (Variaciones sobre un tema rococó) y Rachmaninov (Las campanas). Con este concierto se podía calibrar bien su habilidad para trabajar con colores, dinámicas, volumenes y su habilidad concertadora. En términos generales, Canellakis ha demostrado un carácter firme, decidido y seguro en en el podio; la suya es una dirección que avanza desde el control y la claridad. 

En el poema sinfónico de Dvorak vimos ya una búsqueda evidente de un sonido nítido y compacto, refinado incluso, de un fraseo seguro y estilizado. Algo que se confirmó después con el aire cantabile y sumamente lírico de las Variaciones de Tchaikovsky, donde encontramos a un Edgard Moreau irregualr, capaz de un sonido bellísimo y con presencia, aunque con evidentes dificultades técnicas en el tercio más agudo de su instrumento. La segunda mitad del concierto nos deparaba la pieza más esperada del programa, sobre todo por lo infrecuente de su programación. Las campanas de Rachmaninov es una suerte de sinfonía coral, en cuatro movimientos, donde se amalgaman todos los elementos que se entrecruzan en la tradición sinfónica rusa, desde el universo ortodoxo hasta el romanticismo más exacervado. La propuesta de Canellakis para esta partitura miró más hacia Stravinsky que hacia Tchaikovsky. 

Canellakis OCNE Rafa Martin

La Orquesta Nacional de España confirmó su extraordinario momento, con un sonido intachable: cuerpo, color y una sobrada capacidad para resolver dinámicas e intensidades. Lo mismo cabe decir del Coro Nacional, en espléndida forma aunque quizá no del todo domeñado por Canellakis, quien tendió a reclamarles un sonido siempre impetuoso, incluso allí donde la partitura reclamaba menos volumen y más contención. Cerraba el cartel el trío de voces que prescribe la partitura de Rachamaninov: imponente el bajo Alexandre Vinogradov, intachable la soprano Olga Pudova y suficiente el tenor Alexey Dolgov.

Con este concierto Karina Canellakis ha confirmado su trayectoria ascendente y su evidente talento para la dirección, un camino que emprendió no hace tanto impulsada, entre otros, por Sir Simon Rattle, con quien ella antes había colaborado en su faceta de violinista. A tenor de su trabajo estos días en Madrid, parece claro que Canellakis no tardará en encontrar una orquesta titular donde asentar y desarrollar su buen hacer.