Alice Sara Ott CameraMusicae

Aliento de futuro 

Barcelona. 29/10/17. Palau. Beethoven: Obertura Coriolano. Liszt: Totentanz para piano y orquesta. Alice Sara Ott, piano. Rimsky-Korsakov: Scheherezade. Orquesta Sinfónica Camera Musicae. Dirección: Tomàs Grau.

Tras la suspensión del primer programa de la temporada de la Orquesta Sinfónica Camera Musica (OCM) en el Palau provocado por los lamentables hechos del 1 de Octubre, este ha sido con el que han iniciado una temporada llena de nombres conocidos. Si en el anterior fue Ainhoa Arteta, esta vez el cartel venía presidido por la joven y dotada pianista Alice Sara Ott con un Liszt de impacto bajo el brazo. 

La conocida Obertura Coriolano ya sirvió, como suele suceder, de resumen y antesala del sonido de la orquesta. Pero en este caso, no fue un simple trámite de calentamiento. Con matices y detalles por resolver, se extremaron dinámicas y Tomàs Grau echó mano de una energía de la que la OCM dispone a raudales. Ella también sería de gran ayuda para seguir el paso de la danza macabra que escribe Liszt en esas seis variaciones endiabladas de la Totentanz sobre el Dies Irae, junto a Ott. Superada la anécdota de que apareciera como es habitual, descalza, la precisión y el carácter exultante de la pianista germano-nipona se puso al servicio de esta exigente partitura para lograr una interpretación rotunda, plástica, hipnótica. El piano de Liszt, con el que hizo su debut discográfico para Deutsche Grammophon (ni más ni menos que con los doce Estudios de ejecución trascendental), le viene como anillo al dedo. Ott traslada con pasmosa facilidad su carácter lúgubre y la exigencia virtuosa que conduce al límite físico al intérprete, a través de una técnica depurada, una articulación nítida y un vigor arrollador. Respecto a la orquesta, la dirección privilegió el ensamble con la musicalidad de la solista. Con gran peso en el inicio destacaron los metales, de sonido majestuoso y nítido, que reencontraríamos en la sexta variación y desde la primera variación, un seguro y clarividente fagot así como el despliegue de agilidad de las cuerdas, cálidas y transparentes. La luz gótica arropada por la luz mediterránea de la OCM; un tópico, al fin y al cabo, pero que pretenden manifestar en una imagen la magnífica imbricación lograda entre solista y orquesta. Antes de dejar atrás un mar de aplausos, una Ott apresurada se abalanzó sobre el piano para interpretar el Nocturno póstumo nº 20 en do sostenido menor como bis, afectada aún por la vertiginosa Totentanz y quizás excesivamente agitada. Un detalle insignificante en una tarde soberbia de la pianista. 

El halo de fantasía y el seductor lirismo de esta suite sinfónica de Rimsky-Korsakov que es Scheherezade era una magnífica piedra de toque de la orquesta, y el resultado fue más que positivo. Grau eligió una lectura alejada de los vertiginosos y explosivos hábitos contemporáneos, escrupulosa y subrayando la fuerza dramática de la obra. Si bien en ciertos momentos se tambaleó la arquitectura tímbrica, nunca se disolvió el discurso ni se vio afectada la claridad de las frases. La batuta de Grau, sobria y medida, se preocupó una y otra vez por mantener el tejido orgánico del discurso y la orquesta perfiló adecuadamente los contornos temáticos de una partitura. Brillantez y vehemencia en violines, con unas cuerdas implicadas y de nuevo de respuesta ágil, favorecieron la inteligibilidad en el fraseo, la fluidez y el detallismo, encarnado en diálogos destacables entre secciones, con la única mácula puntuales de ciertos desajustes en metales. Para el “Festival en Bagdad” que cierra la obra –con magnífica intervención de trombones, de sonido homogéneo– Grau fue prudente en tempi y algo más atrevido en expresividad. Fue entonces cuando el concertino Joel Bardolet redondeó una actuación excelente, a través de un sonido exuberante y una personalidad incontestable. 

En un panorama musical de inercias y desaliento, resulta esperanzador seguir contando con la temporada de la joven OCM en el Palau. No tenemos tantas formaciones orquestales de oficio y menos aún de futuro. Por eso, yendo más allá y metiéndome donde no me llaman, diría que entre otras cosas la OCM está preparada para abordar un repertorio nacional –histórico y/o actual– con suficientes garantías, teniendo en cuenta además que la orquesta nacional que debería hacerlo no lo hace ni da señales de hacerlo en el futuro. Lógicamente, esa apuesta –recogiendo la semilla de la gira hace dos años “Aus Katalonien in die Welt”– debería venir acompañada por apoyos estructurales que a día de hoy siguen sonando quiméricos.