Requiem aleman Liceu A.Bofill 

Un Réquiem para los vivos

Barcelona. 10/11/2017. Gran Teatro del Liceo. Brahms: Ein deutsches Requiem. Orquesta y Coro del Gran Teatro del Liceo. Polifònica de Puig-Reig. Mojca Erdmann, soprano. José Antonio López, barítono. Dir. musical: Josep Pons.

Si el de Mozart es el gran Réquiem del catolicismo, el de Giuseppe Verdi el más operístico y el de Fauré la plasmación de la peculiar y sensual relación francesa con la espiritualidad, sin duda Ein Deutsches Requiem de Johannes Brahms es el gran representante musical del protestantismo y, probablemente, la misa de difuntos más humana y terrenal.

El Gran Teatre del Liceu ha tenido el acierto de programar esta obra coincidiendo con la conmemoración de los 500 años de la publicación de las Tesis de Wittenberg que dieron paso a la Reforma inspirada por el monje agustino Martín Lutero. Precisamente de la Biblia que éste tradujo al alemán y que se convirtió en el libro estándar del protestantismo, proceden los versos de esta obra de grandiosa y a la vez íntima emotividad. Brahms la escribió poco después del fallecimiento de su madre, lo que puede explicar ese aliento de sinceridad que atraviesa la obra de cabo a rabo. Pero el proyecto de este "Réquiem humano”, híbrido entre la cantata y el oratorio, lo empezó a concebir tras la muerte de Robert Schumann y la estrenó, parcialmente, en un concierto en memoria de Franz Schubert celebrado en Viena en 1867, ahora hace 150 años.

Para asumir el reto mayúsculo de Un Réquiem alemán, el Gran Teatre del Liceu ha contado con su orquesta y su director titular, Josep Pons y los solistas Mojca Erdmann y José Antonio López. La parte coral, centro neurálgico de la obra, ha ido a cargo del Cor del Gran Teatre del Liceu, que se ha reforzado con la Polifònica de Puig-reig. Y hay que decir que el trabajo de la formación coral se percibió concienzudo. No hay duda que la labor de Conxita Gracia se nota en el equilibrio sonoro, la precisión del ensamblaje y lo matizado de la expresión, pero lo que no puede evitar es la desigual calidad que hay entre las diferentes cuerdas. Tampoco ayudó en esta ocasión la incomprensible desaparición de la caja acústica, que hubiese aportado una mayor presencia y direccionalidad al sonido. Pero, a pesar de los pesares, el Coro fue, sin duda lo más destacado de esta versión que Josep Pons dirigió, sin batuta, con fervor y detallismo, elementos que, si bien se percibieron por momentos en violas, chelos y contrabajos, se echaron en falta en una sección de violines a los que faltó, de manera evidente, calidad, color, transparencia y calidez. Un escollo insalvable para transmitir la enorme variedad de emociones volcadas por Brahms en esta monumental cantata.

Como solista se contó con la soprano Mojca Erdmann, que había dejado pobres sensaciones en su última visita al teatro barcelonés como Susanna de Le nozze di Figaro. Tampoco aquí destacó especialmente, a pesar de un timbre agradable. El problema de Erdmann es el de una inexpresividad y falta de implicación emocional cada vez más acentuada. Su precioso y etéreo número Ihr habt nun Traurigkeit, uno de los clímax de la obra por su belleza y por el punto central en el que está situado, pasó completamente desapercibido.

José Antonio López, por su parte, no tiene la belleza instrumental de Erdmann, pero sabe rentabilizar  sus cualidades. Se mostró elegante y delicado y, sobretodo, a diferencia de su partenaire, capaz de transmitir emociones. Su Herr, lehre doch mich estuvo lejos de la trascendencia con la que lo han sabido expresar ilustres colegas a lo largo de la historia, pero hubo en él buenas intenciones y capacidad de introspección, a lo que cabe añadir una voz bien proyectada.

Pons, que se mostró sumamente activo en el foso, mostró profundo conocimiento y reverencia por la obra, midió bien la progresión de dinámicas en números como Denn alles Fleisch, es ist wie Grass. Trató de aportar, por momentos, una dimensión camarística e intentó ser detallista en el fraseo, con respuesta desigual, como ya se ha comentado y mantuvo el ensamblaje entre la masa coral e instrumental en todo momento. Pero para conseguir los resultados que pretendía en una obra de estas características es imprescindible un paso más, y no precisamente pequeño, en la mejora de algunas secciones y asumir ciertos riesgos en aras de una mayor expresividad.

El resultado final fue de un suficiente nivel de corrección pero del que no surgió esa emoción necesaria que trasciende las notas y pone en valor una obra de esta embergadura. Ahora llega Tristan und Isolde al Liceu. Esperemos que este Ein Deutsches Requiem haya constituido un buen banco de pruebas para este reto mayúsculo.