Dulce elixir
Oviedo. 14/11/2017. Teatro Campoamor. Donizetti: L’elisir d’ amore. Beatriz Díaz, José Bros, Alessandro Corbelli, Edwards Parks, Marta Ubieta. Dir. de escena: Joan Anton Rechi. Dir. musical: Oliver Díaz.
Compuesta en apenas dos semanas, L’ elisir d’ amore ha sido desde su creación una de las grandes cimas del mundo operístico. A diferencia de otras partituras exitosas firmadas por Donizetti, como Lucía de Lamermoor, Roberto Devereux o La Favorite, ésta no centra su acción en remotos palacios habitados por estirados individuos de sangre azul; sino en un pueblo cualquiera lleno de personas corrientes, con sus mundanas inquietudes y anhelos. Por eso es tan fácil empatizar con Nemorino, un chico ingenuamente enamorado; o reconocer en Dulcamara a cualquier charlatán que aparece por la tele tienda. “L’ elisir d’ amore” es, en suma, una pulida gema musical, un decidido canto al amor romántico y un costumbrista reflejo de esa sociedad del XIX que, con todo, no dista tanto de la actual.
Exponer todo eso sobre las tablas fue el trabajo de Joan Anton Rechi, quien opta en su propuesta por moldear a placer lo recogido en el libreto, inventando algunas situaciones no escritas y obviando otras de las que sí tenemos constancia. De este modo, en su elixir particular, Rechi ha optado por dotar de un inusitado protagonismo a Giannetta, cuya boda con un personaje no recogido en el libreto, se convierte en el marco de toda la acción. En este contexto, Nemorino deja de ser un campesino para convertirse en un camarero; Dulcamara es un barman que en lugar de remedios medicinales prepara cocteles y Adina debe resignarse a ser una invitada más del banquete. Todo un bodorrio que, a decir verdad, el regista supo resolver con franca destreza. Muy bien hilado estuvo, por ejemplo, la entrada de Belcore al escenario, recogiendo el ramo nupcial de Gianneta para después cortejar con sus flores a una expectante Adina; o la escena que acompañó a la famosa cavatina de Dulcamara “Udite, udite o rustici!”, que destiló grandes dosis de humor. Se echó en falta, sin embargo, algo más de intimidad entre los dos protagonistas durante el precioso dúo “Chiedi all'aura lusinghiera” que Adina debió cantar mientras estaba esposada –literalmente- a Belcore. Una propuesta escénica solvente que, a mi juicio, se vio algo lastrada por el colorido vestuario propuesto por Sebastian Ellrich, especialmente desacertado en el caso de Belcore, cuyo uniforme de teniente de navío recodaba más al Pinkerton de Madama Butterfly que al mujeriego sargento de este Elisir.
Ovetense de nacimiento, el Campoamor aún guarda buen recuerdo de Oliver Diáz, quien a principios de año dirigió con evidente talento Las Golondrinas de José María Usandizaga desde el foso del coliseo carbayón. En esta ocasión, su visita a Asturias no decepcionó, y Díaz se mostró evidentemente preocupado por huir de una lectura genérica o monótona. Por el contrario, su personal batuta parecía buscar siempre los contrastes, instando a los músicos de la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias a no acomodarse y acometer una premeditada infinidad de dinámicas. Así las cosas, el conjunto sonó compacto y atinado en todo momento, permitiendo al maestro cosechar un nuevo éxito sobre el podio de nuestro teatro.
Desde el punto de vista vocal, la totalidad del elenco protagónico se mantuvo a gran nivel, algo no tan frecuente como cabría esperar, que permitió al público disfrutar de todas y cada una de las partes cantadas de la obra. Tanto por carácter como por vocalidad, Beatriz Díaz se situó sin duda a la cabeza de dicho elenco, firmando una Adina de armas tomar, con una gestualidad decidida y un desempeño vocal envidiable. La soprano asturiana acometió con gusto y precisión cada frase de su personaje, legando una excelente interpretación que evidencia un gran trabajo de fondo. Todo un triunfo para la soprano, que nos recordó un tanto al que consiguiera en el mismo teatro allá por 2012, como la Liù de un segundo reparto de Turandot al que tuve la suerte a asistir.
José Bros, por su parte, se postulaba como un valor seguro para interpretar la parte de Nemorino, rol que acometió con la seguridad y precisión de aquel que sabe exactamente como dosificar los recursos de que dispone. Un Nemorino que, aunque perfectamente a la altura de las circunstancias, se nos antojó un punto más frío al Fernando de la Doña Francisquita que le escuchamos hace algunos meses. Impecable asimismo el Dulcamara de Alessandro Corbelli, quien supo dar vida y voz al charlatán más famoso de la ópera. Unos medios más que solventes tanto en tesitura como en tamaño, unidos a una actitud escénica profusamente trabajada, bastaron al italiano para lograr vendernos todo el elixir que se propuso.
Implacable rival de Nermorino, el Belcore de Edwards Parks cumplió con solvencia, luciendo además un carácter marcial muy acorde con el personaje. Igual de acertada se evidenció Marta Ubieta como Giannetta, quien supo aprovechar a la perfección el protagonismo escénico que Rechi le regaló con su propuesta. Cerrando el idilio, la presencia del Coro de la Ópera de Oviedo fue notable, logrando abordar con empaste y elegancia cada una de sus intervenciones.
Atendiendo a lo anterior, podemos decir sin dudar que este Elisir ha constituido, hasta la fecha, la propuesta más balanceada de la actual temporada lírica ovetense. Por fin un mismo título logra dejarnos una impresión redonda en cada uno de los aspectos capitales a la hora de disfrutar de una ópera: la versión orquestal, las voces de los intérpretes y la escenografía propuesta. Resta ahora acudir este viernes a la función protagonizada por el segundo reparto, que contará con las voces de Marc Sala como Nemorino, Sara Blanch como Adina o Michel Borth como Dulcamara.