© Leila Leam
Giorgia Guerra: "El teatro debería ofrecer consuelo y esperanza"
Estrenada en Bilbao en 2023, la propuesta escénica de Giorgia Guerra para el Roméo et Juliette de Charles Gounod llega ahora a la temporada de la Ópera de Oviedo. Conversamos con la directora de escena italiana para conocer más de cerca su propuesta y los orígenes de su vocación por el teatro.
Llega ahora a Oviedo su propuesta para el Roméo et Juliette de Gounod, estrenada en Bilbao en 2023 y que ya ha podido verse también en el Teatro San Carlo de Nápoles, donde creo además que este título no se había visto nunca antes, por sorprendente que pueda parecer. ¿Cómo nos la podría presentar? ¿De dónde parte su idea para articularla? Creo además que es especialmente funcional.
La idea que está detrás de esta producción es la de invitar al público a bajar la tensión cotidiana con la que todos vivimos nuestro día a día. El reto más grande que tenemos hoy en día, en los teatros, es conseguir que la gente se detenga, que ponga en pausa sus rutinas y consiga dedicar unas horas a evadirse y a emocionarse. El teatro debería ofrecer consuelo y esperanza.
Todos conocemos la historia de Romeo y Julieta pero la música de Gounod nos da la oportunidad de acercarnos a ese relato con otra mirada, poniendo el amor en el centro de todo. La producción que llega ahora a Oviedo buscar resaltar los sentimientos de todo el entorno que rodea a los dos amantes, desde el odio total y absoluto entre las familias pasando por la venganza, la rabia y por supuesto, el amor.
En el escenario se ve una caja atemporal, como atemporales son todos estos sentimientos que ahora decía. En esa caja, empleando vestuario de época, se vuelve a mirar a esta historia universal, pero con la pretensión de revivirla con los ojos de hoy en día. A nivel escenográfico damos importancia a la cuestión de la familia, representada con un monolito que en cada cuadro de la ópera asume diferentes significados: al principio forma parte del salón del baile, pero más tarde forma parte del balcón, de la cripta del matrimonio, etc. Todo para dar la impresión de que la familia es lo que está siempre en el centro de esta historia, incluso para determinar el final trágico que todos ya conocemos.
El amor no gana en esta ópera, pero Gounod termina su música en modo mayor, no en menor, y eso es un signo de esperanza. A mí me gustaría pensar que la ópera tiene un final feliz; la ópera tiene un final trágico, es evidente, pero en realidad los dos amantes están felices por terminar juntos. De hecho, en el libro de Shakespeare las dos familias cesan sus hostilidades cuando ellos mueren y hacen dos estatuas de oro para recordarles y honrar la memoria de su amor. El amor así consigue apagar la guerra, ese es el mensaje que me gustaría que quedase en el público.
Creo que en la propuesta son fundamentales las videoproyecciones, ¿no es así?
Sí, incluimos una serie de videoproyecciones que son lo que dan dinamismo al planteamiento teatral, más allá de esa escenografía que le decía y del vestuario histórico. Las proyecciones no son un elemento nuevo en las puestas en escena, pero haciendo un buen uso de ellas te ofrecen todo un mundo de posibilidades creativas. En este caso hemos trabajado con el equipo de Imaginarum Creative Studio. Ellos son músicos y tienen una gran sensibilidad por lo que pasa en escena. De hecho las proyecciones que tenemos cambian conforme evoluciona la acción de la ópera, no es algo estático, no es algo fijo o decorativo, sino narrativo.
Trabajamos también con dos códigos de colores, azul y rojo, que representan a ambas familias. Las videoproyecciones nos ayudan también con una escena complicada, la muerte de Tebaldo y Mercurio en el acto tercero; ahí las dos familias viven el mismo dolor, cada familia llora a su fallecido. Lo interesante es que ese es el único momento de la música de Gounod en el que todo el coro canta las mismas palabras, ya sean Montescos o Capuletos; el dolor de la pérdida es el mismo para todos. En todo caso, las videoproyecciones no están constantemente en escena, durante toda la función; se alternan las escenas con video y las limpias, desnudas, en las que la acción se desarrolla sin proyecciones.
Para estas funciones en Oviedo cuenta además con nuevos protagonistas, distintos de los que tuvo en Bilbao y en Nápoles.
Sí, para estas funciones en Oviedo me gusta mucho poder trabajar con cantantes que no han hecho la producción previamente, como Génesis Moreno e Ismael Jordi. Eso nos permite montar el título desde cero. Tanto en Bilbao como en Nápoles la hicimos con Nadine Sierra y con Javier Camarena, fue un gusto trabajar con ellos, pero evidentemente al reponerla una segunda vez ya había un trabajo previo que nos podíamos ahorrar. Aquí en cambio la montamos desde cero otra vez y esto me encanta.

Hablemos un poco más de su trayectoria hasta la fecha como directora de escena. En Oviedo mismo ya había escenificado Ernani de Verdi, en 2023. ¿En qué momento de su carrera profesional decidió dedicarse a la escena? Creo que usted empezó no obstante como actriz cómica.
Sí, eso es. Yo nací en el teatro, mis padres producían ópera y yo desde muy pequeña he pisado las tablas de un escenario, ya fuera ayudando a mis padres o incluso actuando, haciendo por ejemplo el pastorcillo en Tosca.
De niña me familiaricé con todas las disciplinas del teatro: maquillaje, utilería… todo. Tras licenciarme en letras y filosofía hice una academia de teatro en Verona y desde allí me dieron la oportunidad de hacer estancias en teatros más grandes. Hice muchas asistencias, trabajando con muchos grandes directores de escena, aprendiendo el oficio de manera práctica.
También había trabajado como actriz cómica durante un tiempo y eso creo que me ha hecho percibir muy bien qué posibilidades tienen los cantantes, con su corporalidad, para expresarse y sacar adelante un personaje. No me gusta que se vea demasiado la dirección de escena, prefiero que los cantantes la interioricen y la hagan suya.
Mi primera dirección fue en el 2008 con un Don Pasquale. Y lo primero que hice en España fue una ópera para niños en el Auditorio de Tenerife. He trabajado bastante en Italia, en teatros importantes como el Filarmónico de Verona, el Massimo de Palermo o el San Carlo de Nápoles.
España es mi segunda casa, mi marido, el tenor Celso Albelo, es español y he pasado mucho tiempo en este país. Me gusta mucho trabajar aquí, mis experiencias en Bilbao y en Oviedo han sido estupendas, también en Menorca. Y estamos hablando ya de futuros proyectos en España, incluyendo este mismo Roméo et Juliette, que es una producción fácil de mover.
En línea con esto que mencionaba, ¿cuáles son sus próximos proyectos, en los meses por venir?
Próximamente mi agenda va a estar bastante centrada en el universo de Verdi, un autor que amo y del que voy a dirigir diversos títulos, aún por anunciar.
Si pudiera elegir, ¿por dónde le gustaría que fuese su agenda en términos de repertorio?
Me gustaría mucho hacer una Madama Butterfly, porque es un título a propósito del cual podría hablar de la cuestión de la maternidad, un asunto muy presente en las óperas de Puccini. Ya cuando hice Suor Angelica me fascinó este tema y me gustaría volver a ello.

Fotos: © Leila Leam