Don Carlo LesArts Miguel Lorenzo

Eppur si muove

Valencia. 12/12/2017. Palau de Les Arts. Verdi: Don Carlo. Andrea Carè, Maria Katzarava, Plácido Domingo, Violeta Urmana, Alexánder Vinogradov, Marco Spotti, Ruben Amoretti, Karen Gardeazabal, Olga Zharikova. Dir. de escena: Marco Arturo Marelli. Dir. musical: Ramón Tebar.

A pesar de las injerencias políticas y los sucesivos recortes a la institución, el Palau de Les Arts parece resistirse a sucumbir a personalismos de toda índole. Los políticos valencianos se deshicieron de Helga Schmidt, han desesperado a Davide Livermore... y sin embargo Les Arts se mueve, incluso contra todo pronóstico. Si acaso el único personalismo al que Les Arts sucumbe, y bien gustoso, es al que le permite gozar cada año de la presencia en su cartel de Plácido Domingo. En su visita anual, Domingo presentaba en España su Marques de Posa en Don Carlo, una parte que debutó la pasada temporada en Viena, en ocasión del 50 aniversario de su debut allí, cantando precisamente el papel titular de Don Carlo en la Staatsoper. Conste, no obstante, que estas funciones de Don Carlo en realidad sustituyen a un proyecto previo que nunca terminó de concretarse del todo y que prometía reunir en el mismo escenario a Gregory Kunde y Placido Domingo en Un ballo in maschera.

Sea como fuere, las cosas funcionaron a un nivel más que notable en esta representación. En el rol titular convenció un solvente Andrea Caré. Si bien la emisión tiene un regusto nasal -recuerda a menudo al joven José Cura- y abunda en ciertas tiranteces, el tenor italiano posee las notas y frasea con ardor. Donde su hacer penaliza más es en los pasajes líricos de aire poético, donde suena más plano y envarado. A su lado fue una grata sorpresa el debut de María Katzarava como Elisabetta, revelando un estudio concienzudo de la parte. Si bien la franja más grave del rol expone los límites de su instrumento, Katzarava canta con sumo gusto, buscando medias voces e intentado regular el sonido con solvencia. 

Sorprendente también fue la buena forma vocal de Violeta Urmana, a pesar de un agudo claramente abierto y limitado, pero con un centro firme y amplio, de gratísima coloración. El bajo ruso Alexánder Vinogradov firmó un suntuoso Felipe II, de indudable autoridad aunque algo romo en acentos, con un margen amplio por delante a la hora de interiorizar y hacer suyo el personaje, yendo más allá del mero dominio de la línea vocal. En su senda de leyenda, Plácido Domingo no deja de añadir roles a su vasto repertorio. Este Posa sorprende, una vez más, por la frescura vocal que demuestra una voz con cincuenta años de intensa actividad a sus espaldas. La voz corre y se impone en los concertantes, sigue seduciendo por su timbre y convenciendo por sus acentos y la entrega escénica sigue siendo un derroche de carisma. Se olvida del texto en alguna ocasión y hasta olvidó una entrada en su dúo con Felipe II. Peccata minuta habida cuenta de todo lo demás que aún hoy ofrece un artista de su talla. Como curiosidad, conste que Plácido Domingo grabó las dos arias de Posa hace décadas, como si ya entonces anticipase su actual desempeño baritonal. Impecable, por último, la labor de Marco Spotti, Ruben Amoretti, Karen Gardeazabal y Olga Zharikova en los roles comprimarios.

En el foso, al frente de la dirección musical, Ramón Tebar ofreció su habitual y exquisita concertación, buscando un sonido siempre limpio y compacto, aunque abundando en tiempos más bien dilatados, lo que trajo consigo tanto hallazgos como momentos un tanto caídos de pulso, singularmente en el cuadro de Fontainebleu. A pesar de los muchos cambios que ya atesora en su plantilla, la orquesta de Les Arts sigue siendo hoy en día una garantía de buen hacer; lo mismo que el coro titular, brillante y de exquisita dicción. La producción firmada por Marco Arturo Marelli, procedente de la Deutsche Oper de Berlín, apenas es algo más que un decorado versátil que lo mismo podría valer para Il Trovatore que para este Don Carlo, con su estructura modular. Algunos buenos detalles en la dirección de actores apenas alcanzan a salvar un trabajo a todas luces anodino. Entre las propuestas más controvertidas de la producción se cuenta la idea de acortar la canción del velo antes del final, con la aparición en escena de Elisabetta.