Virtus in medium est
Berlín. 03/12/2017. Deutsche Oper. Meyerbeer: Le Prophète. Gregory Kunde, Clémentine Margaine, Elena Tsallagova, Derek Welton, Andrew Dickinson, Noel Bouley, Seth Carico y otros. Dir. de escena: Olivier Py. Dir. musical: Enrique Mazzola.
Obra compleja y exigente, raramente programada, son varios los teatros -véase el Capitole de Toulouse, hace apenas unos meses- que sin embargo han coincidido esta temporada en apostar por Le Prophète de Meyerbeer, exponente cumbre de la Grand Opéra propiamente dicha. Esto es: cinco actos, ballet incluido y un desarrollo vocal imponente y heroico para las partes protagonistas, singularmente aquí la del tenor (Jean de Leyde) y la de la mezzo-soprano (Fidès), sin quedarse atrás el papel de la soprano
No descubrimos nada si apuntamos al tenor Gregory Kunde como un ejemplo de versatilidad. Es algo que viene demostrando en el último lustro, insistiendo con evidencias en que es posible cantar un repertorio amplio y variado sin modificar la técnica ni forzar los medios. Esta misma temporada, tras este Profeta, tiene previsto acometer funciones de Peter Grimes (Britten) en Valencia y Aida (Verdi) en Madrid. Al margen de todo esto, es a buen seguro el repertorio heroico francés donde mejor cuadran aún hoy sus medios, capaz de resolver el agudo con pujanza y un aliento de spinto, pero hábil igualmente para el canto liviano y lírico, de filiación claramente belcantista.
Como bien demostró con su gran escena, es de hecho en ese particular transito que va del lo lírico a lo heroico donde mejor se mueve Kunde, incluso a estas alturas de su trayectoria. Sólo cabe pues quitarse el sombrero ante la gesta de debutar un rol más, a estas alturas de su trayectoria, acumulando ya hasta tres grandes protagonistas del catálogo de Meyerbeer: Raoul de Les Huguenots, Vasco da Gama de L´Africaine y ahora este Jean de Leyde de Le Prophète.
Clémentine Margaine encarnaba la parte de Fidès, exigente por cuanto requiere por igual notas capaces en el extremo grave y en el agudo, amén de una expresividad dramática en varias escenas. Margaine forzó un tanto las costuras de su vocalidad, sobre todo en los pasajes de mayor empuje, evitando con ello un plano más lírico donde su instrumento se hubiera expresado mejor. A su lado, Elena Tsallagova redondeó una buena labor, no descollante, pero mostrando al menos una voz de soprano ligera con los papeles en regla, de color agradable y con una evidente desenvoltura escénica como intérprete.
Olivier Py firmaba para la ocasión una producción más vistosa que interesante, más ocurrente que verdaderamente inteligente. Un tanto plagada de clichés, evidenciando un cierto horror vacui, Py parece convencido -o busca al menos convencernos- de que hay en Le Prophète todo un trasfondo de sangre y sexo que se diría inevitable. Lo cierto es que en ocasiones aburre ese discurso y se echan de menos referencias más sesudas y fundadas a la encrucijada entre política y religión que es, en última instancia, lo que articula aquí el libreto.
En el foso convenció sobradamente la batuta de Enrique Mazzola, bien medido en tiempos y dinámicas, controlando un sonido homogéneo y bien dispuesto, sin prisas ni alborotos, buscando incluso finuras allí donde cuesta entreverlas. Valiosa dirección musical, sin duda, extrayendo lo mejor de una orquesta que tiene a sonar adocenada sin una batuta estimulante, como fue el caso. Notabilísima labor del coro titular del teatro, resolviendo con denuedo una parte comprometida y aquí con importante peso escénico.