Beczala Zarzuela CNDM 2018 

Polonia más cerca

Madrid. 8/1/18. Teatro de la Zarzuela. XXIV Ciclo de lied. Obras de Donaudy, Wolf-Ferrari, Respighi, Tosti, Szimanowski, Karłowicz y Moniuszko. Piotr Beczala, tenor. Helmut Deutsch, piano.

Un estupendo cantante de ópera, que ocasionalmente canta (y bien) canción, programa canciones de compositores polacos, como él mismo. La tentación es grande, sólo necesito un empujoncito para caer, una vocecilla diciéndome "¿cuándo volverás a tener ocasión de escuchar canción polaca tan bien servida?" Y la vocecilla me convence para salvar los seiscientos kilómetros que me separan del objetivo; misión cumplida. Además, si la segunda parte del recital está dedicada a Szimanowski, Karłowicz y Moniuszko, la primera es para los italianos Donaudy, Wolf-Ferrari, Respighi y Tosti y, con alguna excepción célebre, el programa también es poco conocido; algunas canciones habían formado parte en tiempos del repertorio de grandes tenores pero no se escuchan demasiado en las salas de cámara últimamente. Así que, para empezar, toca dar las gracias a Piotr Beczala por haber elegido un repertorio tan exótico (por infrecuente) para su debut en el Ciclo de Lied del Teatro de la Zarzuela; es verdad que acogiéndole un ciclo tan arraigado era más fácil, pero, igualmente, gracias.

A veces elegimos ir a un recital porque llevamos el programa casi fundido en la piel y a veces porque nos estimula lo desconocido. En el segundo caso, volveremos a casa deseando recuperar algunas de las piezas y dejando que se vayan apagando en la memoria otras. He de admitir que no tengo especial prisa por volver a escuchar las tres Arie di stile antico de Donaudy, quizá por haberlas cantado Beczala con cierta distancia y dejando el "estilo antiguo" en el título. Mucho mejor resultaron los cuatro Rispetti de Wolf-Ferrari, de engañoso aire tradicional tras el que se esconde una traicionera línea de canto. La hermosa voz de Beczala, la facilidad aparente con que resolvió los agudos, las medias voces acariciadoras y su buen gusto iluminaron los galantes versos (¡qué bonita versión de E tanto c'è pericol ch'io ti lasci!)

La única pega que se le podría poner a Beczala a lo largo del recital, lo que impidió que fuera una noche redonda, fue que la belleza del canto no siempre fuera de la mano de una mayor expresividad, especialmente en esta primera parte. ¡Por favor, cantantes, prescindan del atril! Si lo necesitan, algo falla, y ese algo siempre perjudicará a la expresividad. Si las canciones de Respighi fueron lo mejor de la parte italiana fue, sobre todo, por el trabajo de de Helmut Deutsch, que fue tejiendo canción a canción la atmósfera que la voz no conseguía crear, haciendo un magnífico trabajo con las tres "canciones meteorológicas" (Nevicata, Pioggia y Nebbie). !Qué gran pianista es Deutsch, y qué poco que les decimos a los pianistas que son grandes! La primera parte se cerró con tres canciones de Tosti; si esperamos de L'ultima canzone o Ideale expansión mediterránea, en ese sentido quedaron cortas. La interpretación de Beczala no fue la más imaginativa, pero fue francamente bonita: contenida, delicada y elegante.

La segunda parte empezó con una estupenda interpretación de los Seis Lieder, op. 2 de Karol Szimanowski; por fin pudimos disfrutar simultáneamente de la voz de Beczala y de lo que nos contaba. Lo cierto es que si tuviera que elegir una no sabría con cuál de las interpretaciones quedarme, si con la del no. 2, Ty´s nie umarła (Tú no has muerto) y sus medias voces, con la dulzura del no. 4, Czasem, gdy długo na poł sennie marzę (A veces, cuando durante largo tiempo sueño) o la apasionada no. 5, Słyszałem ciebie (Me pareció escucharte). A continuación llegó Karłowicz, con siete canciones que empezaban precisamente con una que partía del mismo poema que la mencionada no. 4 de Szmanowski. El grupo era muy variado y dio a Beczala la ocasión de recrear los diferentes escenarios; matizó muy bien Na spokojnym ciemnym morzu (En un mar apacible y oscuro) o la triste Przed nocą wieczną (Antes de la noche eterna) y fue un narrador convincente en Zaczarowana królewna (La princesa encantada). El programa acabó con cuatro canciones de Moniuszko, más ligeras y ligadas a la canción tradicional, rematadas con la fresca Krakowiaczek ci ja (Cracoviano de pro), una canción de personaje que Beczala no desaprovechó. Tres compositores, diecisiete canciones; tras este breve acercamiento, Polonia quedaba más cerca.

Y llegaron las propinas. La primera fue Mattinata, lo que hacía pensar que el tenor optaba por volver a la música italiana, pero a continuación sonaron las primeras notas de Pourquoi me réveiller, lo que provocó el entusiasmo de una parte del público, mientras que otra parte hacía suyo el gesto huraño de Deutsch (en esos momentos, una no puede evitar fantasear con Deutsch levantándose del piano para salir a fumar, dejando al cantante abandonado a su suerte). Un amigo, perplejo, intentaba explicarse la aparición de Massenet ("al fin y al cabo, Werther está leyendo un poema de Ossian"), pero el posterior E lucevan le stelle echó su teoría por tierra. Propinas tan incoherentes como exitosas, cosas de los cantantes de ópera que a veces cantan lied.