tosca met ken howard met opera 1 

Finalmente

Nueva York, 21/04/2018. The Metropolitan Opera. Puccini: Tosca. Anna Netrebko, Yusif Eyvazov, Michael Volle y otros. Dir. de escena: David McVicar. Dir. musical: Bertrand de Billy.

Era una de las citas del año. El Metropolitan de Nueva York acogía el debut de la soprano rusa Anna Netrebko con la célebre parte de Tosca, una partitura de Puccini que toda gran soprano que se precie ha debido abordar en algún momento de su carrera. El momento vocal de Netrebko es imponente, con unos medios generosos, amplios y fáciles, derrochando seguridad vocal y desenvoltura escénica. Padrona assoluta, su debut no ha podido ser mejor, arropada además por su esposo Yusif Eyvazov en escena, como Cavaradossi, percibiéndose entre ambos una evidente complicidad, de la que el primer acto se benefició claramente. 

Caprichosa y jugetona, un punto gamberra incluso, su retrato del personaje seduce ya desde los primeros compases, nada más irrumpir en escena, saludada con un entusiasta aplauso por parte del público local. Netrebko ha preparado la parte a conciencia, así se deduce de un manejo perspicaz del texto, al que saca un enorme partido. Hay en su canto detalles de buen gusto, algunos tan sencillos como escribir lo que está escrito, ni más ni menos: así sucede en el “Vissi d´arte”, cuyo clímax resuelve sin alterar las notas y el texto a conveniencia de la respiración de la intérprete de turno, como se ha convertido ya en costumbre. Netrebko canta en un solo aliento la frase de “Perché Signore” y remata después con un regulador ejemplar, dejando helado al público neoyorquino. Apenas cabe reprocharle un ataque un tanto inseguro al expuesto Do agudo de "Io quella lama", en el tercer acto. Bravissima, en fin, incorporando un nuevo rol a su repertorio, una parte que a buen seguro va a pasear por medio mundo de aquí en adelante.

Le acompañaba en este debut, como ya hemos mencionado, quien a la sazón es su esposo, el tenor Yusif Eyvazov, a quien quizá debiéramos empezar a medir por sus propios méritos, al margen de su condición marital con la soprano rusa. Eyvazov ofrece una voz grande, bien timbrada y resuelta en el tercio agudo, donde resuelve con notable desenvoltura ascensos tan expuestos como el “La vita mi costasse” o los consabidos “Vittoria, vittoria”. El color de su instrumento no es, a buen seguro, el más atractivo, pero lo compensa con un fraseo henchido de lirismo y una gran seguridad en su canto, que se antoja fácil y confiado. Grata sopresa con el Scarpia de Michael Volle, mejor sin duda que hace un par de años en Berlín. Sibilino, melifluo y elegante, su intachable y poderosa interpretación redondeó una noche de campanillas, que contó también con un equipo de comprimarios a la altura.

La producción de David McVicar es, en su concepto, exquisita. Y su concepto no es otro que el de una propuesta sumamente tradicional, conservadora incluso, pero resuelta con sumo detalle y evidente elegancia. Mutatis mutandis, algo semejante a lo que  vimos recientemente con su Gloriana en Madrid. Sea com ofuere, una Tosca digna del escenario del Met, sin duda. En el foso, detallado, limpio y poético trabajo de Bertrand de Billy. Quizá algo corto de miras, aportó sin duda seguridad a la representación, acomodándose con sus tempi al fraseo requerido por los solistas. La orquesta titular del Met se mostró en buena forma, especialmente en maderas y cuerdas, mostrando no solo resolución técnica sino atractivos colores y texturas.

Foto: Ken Howard / Met Opera.