Perichole Salzburg2018 

Caramelos, con azúcar

Salzburgo. 19/05/2019. Haus für Mozart. Offenbach: La Périchole. Aude Extrémo (La Périchole), Benjamin Bernheim (Piquillo), Alexander Duhamel (Don Andrés de Ribeira, virrey del Perú), Éric Huchet (conde Miguel de Panatellas), Marc Mahuillon (Don Pedro de Hinojosa, gobernador de Lima). Les Musiciens du Louvre. Coro de la Ópera Nacional de Burdeos. Dramaturgia: Romain Gilbert. Dir. musical: Marc Minkowski.

Offenbach, aunque en nuestra península lo pueda parecer, no es ajeno y mucho menos extraño al mundo de la ópera. De hecho, si echamos un vistazo a Operabase, tras Bizet es a día de hoy el siguiente compositor francés más representado en los teatros en los últimos años a nivel mundial – con la mitad de representaciones, apenas dos mil, pero ahí está  –. Para hacernos una idea, aunque con la cabeza gacha por lo que implica, sus óperas suman más puestas en escena que la suma de las de los veinte compositores vivos más representados, entre los que casi huelga decir que no se encuentra ningún maestro francés.

La Périchole es a pesar de ello una rarité, una de esas perlas que da gusto encontrar de vez en cuando aunque, por lo señalado en la primera publicidad lanzada del festival, el caramelo iba a ser sin azúcar. Grata sorpresa fue pues observar como el telón de esta Périchole estaba bajado, lo que junto al anuncio de una “dramaturgia” a cargo de Romain Gilbert, suponía que se iba seguramente a aliviar el peso que siempre supone una simple versión concertante. 

Si bien el decorado resultó ser parte de una de las escenas de L’Italiana in Algeri (cuya premier había sido justo el día antes), la jocosa habitación dispuesta, junto a un vestuario arreglado pero informal, fue la gota necesaria para que el reparto reunido para la ocasión pudiese desplegar sus excelentes dotes interpretativas. 

Lo cierto es que esta prestataria Périchole, de comicidad compartida con L’Italiana, agradeció dicha intervención, proponiendo así una versión mucho más próxima a una ópera, con su capital en mayúsculas, que a una versión de concierto como la anunciada. Por ello hubiese sido más adapta y coherente su señalación como “semiescenificada”, un “pulido” que en cualquier caso, cuando es para bien, se queda en pura anécdota. Tras su disfrute, pues otro adjetivo no merece, difícilmente nos podemos ahora imaginar una realización diversa. Cecilia Bartoli, factótum de este Festival de Pentecostés tuvo, eso sí, “dos al precio de una”, algo que seguramente no dejó indiferente ni a la dirección del Festspiel Salzburgués ni al público. 

En el apartado actoral me resultaría difícil – a la par que injusto – resaltar a un artista más que a otro. El resultado fue tan excelso y entretenido que si las carcajadas no se pudieron en contener durante la representación, las ovaciones tampoco se hicieron esperar al caer el telón.

El gran artífice no estaba sin embargo en la propia escena, sino con la batuta en mano: Marc Minkowski y sus Musiciens du Louvre. Como el mismísimo Monteverdi hubiese señalado Minkowski puso la música al servicio de las palabras, pero no de forma sumisa, sino acompañando debidamente las locuciones encomendadas a los personajes, midiendo la sonoridad de su grato instrumento, potente pero no estridente, vivo pero no desbocado, sarcástico pero no irónico. El director parisino supo entrelazar sus manos con las de sus intérpretes y poner así en bandeja un espectáculo que hizo cerrar el círculo a los asistentes a L’Italiana del día anterior y puso el señalado dulce en la boca a quienes aguardaban la cita del día siguiente.

Aude Extrémo parece haber sido cogida del brazo en tiempos recientes por Minkowski (hizo en 2017 La vie parisienne y realizará este mismo en breve unos cuentos de Hoffmann en Baden-Baden), y quizás sea esa la manera de haber puesto finalmente en el candelero a una mezzosoprano resolutiva en escena, de voz nítida y emisión controlada, nada banal, que hasta la fecha se había prodigado poco fuera de su país natal. Benjamin Bernheim mostró a su lado un Piquillo sin peros, intachable en su dramatización del personaje y resolutivo en el manejo de su brillante instrumento. Alexander Duhamel se sumó a la fiesta de los protagonistas, y portó los paños de un virrey de nota hilaridad y voz potente, con un tercio agudo especialmente agraciado. El resto del reparto, aunque no nos extendamos en las loas, fue también sin duda merecedor de ellas.