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Cartón piedra en francés

Barcelona. 10/07/18. Gran Teatre del Liceu. Eve-Maud Hubeaux (Léonor de Guzman), Stephen Costello (Fernand), Mattia Olivieri (Alphonse XI), Ante Jerkunika (Balthazar), Miren Urbieta (Inés), Roger Padullés (Gaspar), Emili Rosés (Un señor). Coro y Orquesta Sinfónica del Gran Teatre del Liceu. Patrick Summers, dirección musical. Derek Gimpel, dirección escénica.

La favorite es una de las pocas óperas del repertorio belcantista protagonizada por una mezzosorpano y seguramente la más popular de las escritas por de Donizetti. Es también la quinta ópera más vista en la historia del Liceu, siempre en su versión en italiano, menos en las dos últimas reposiciones de los años 2002 y este 2018. También es la ópera con la que se inauguró el Teatro Real de Madrid en 1850, en su estreno en España en la versión italiana. Y por último y no menos relevante, es una de las óperas de tenor por excelencia del repertorio, un rol exigente, largo y muy vistoso. 

Acaba pues la irregular temporada 2017-18 del Liceu con esta revisión de la versión original francesa de La Favorite, estrenada aquí en 2002, en una producción de infausto recuerdo. En esta reposición con la firma de Derek Gimpel no sólo no mejora, sino que casi empeora una dirección de actores que raya la nulidad dramática. Es cierto que el libreto de esta ópera se cuenta entre los mas accidentados de la historia del género, que su incoherencia argumental no ayuda y que se compensa con creces la calidad musical, de una inspiración donizettiana de primer orden. Pero si existe la firma de una director de escena, es y debería ser, para mejorar, maquillar y realzar una dramaturgia que necesita del talento de un hombre de teatro imaginativo y resolutivo. Desgraciadamente aquí el trabajo de Gimpel brilla por su ausencia. Los cantantes se mueven a la deriva ignota de un argumento inverosímil, construido sobre una escenografía que es literalmente de cartón piedra, uno de los peores favores que se le puede hacer a una ópera de repertorio, y con un movimiento de actores y una caracterización de vergüenza ajena.

Hay que remarcar el esfuerzo de los cantantes (no todos, hay que decirlo también) por revitalizar el endeble libreto, con un sobreesfuerzo actoral. Sobreactuado en el caso de Leonore, con tics de actriz a la antigua, por una joven Eve-Maud Hubeaux más preocupada por su debut en el rol. Un Stephen Costello totalmente ausente y falto de química con nadie y un Mattia Olivieri que si bien tiene el porte y la autoridad física que requiere el personaje, tampoco se salvó de los gestos más propios de una película muda de los años 20… Una lástima porque la calidad vocal-musical, si valió la pena a nivel revisión filológica de este título todavía infrecuente en su versión original francesa.

No ayudó tampoco la batuta demasiado analítica de Patrick Summers, muy preocupado en concertar la particella con esmero, pero poco inspirado, poco belcantista, sin subrayar los hermosos fraseos en momentos clave como las arias de los protagonistas o sus hermosos dúos. Tampoco fue efectivo en su papeleta de defender el ballet, aquí fragmentado y ensartado entre los actos y las escenas, pues le faltó énfasis rítmico y claridad. La orquesta no se puede decir que sonara mal, sobre todo en los solos instrumentales de las trompas, el oboe, el clarinete, la flauta o el cuerno inglés, quienes ofrecieron sus momentos con atractiva sonoridad e inspiración, pero pareció más un mérito de los músicos que no de una lectura general desde el podio, más bien impersonal.

El gran valor de la función recayó en las voces. De los tres protagonistas, dos debutantes en sus roles: el tenor estadounidense Stephen Costello y la mezzo suizo-francófona Eve-Maud Hubeaux. Si el belcanto es el súmum de la linea de canto, la elegancia del fraseo, la belleza de la voz por encima de la escritura orquestal, Stephen Costello firmó un debut digno pero sin el brillo de los grandes que han abordado este monumento belcantista.

Costello ofreció un timbre de tenor lírico más bien claro, fácil en el registro y de una homogeneidad trabajada, si bien ni en el tercio agudo despuntó y sus graves fueron mates, manejó con mejores virtudes un centro seguro y la zona de pasaje con cautela. Su efectividad se saldó con una aria di sortita fresca y comunicativa, sobre todo con el difícil Oui, ta voix m’inspire, pero se fue difuminando en sus respectivas intervenciones. En el primer dúo con Leonore estuvo totalmente ido de la historia, sin empatía, y en el final del acto III sin la autoridad vocal necesaria. Volvió a ofrecer sus mejores frases con la icónica Ange si pur, pero de nuevo falto de química en su dúo final con Leonore, saldando un debut irregular y con amplio margen de mejora.

Mejor resultado ofreció la joven mezzo suiza Eve-Maud Hubeaux, con un instrumento de hermosos ribetes tornasolados, timbre esmaltado, agudos seguros aunque con algún sonido fijo, centro mórbido y graves audibles y bien proyectados. Demostró ambición vocal, y encontró en la calidez del canto de Olivieri toda la complicidad vocal que no le ofreció Costello. La juventud de su instrumento y el sonido poco controlado de la orquesta por parte de Summers, la tapó en más de una ocasión, concertantes y finales de acto, pero supo brillar con una dicción y un fraseo meticuloso coronado con un aria donde ofreció lo mejor de si misma.

El debut del joven barítono italiano en el Liceu, Mattia Olivieri, se recordará por las cualidades tímbricas de una voz atractiva, tersa, cálida y bien cuidada en el fraseo. El registro se aventura amplio, con unos agudos seguros, bien timbrados, un centro seguro y unos graves todavía algo sordos. Cantó su aria con autoridad, y si bien dejó bellos momentos de fraseo y articulación en su irresistible duo con Hubeaux, también evidenció falta de cuerpo vocal en los momentos más dramáticos y cierto vibrato que afeó su canto. La voz es de calidad y la maduración propia de la edad y un repertorio que se espera bien escogido, pueden transformarla en una de las jóvenes voces a tener en cuenta en los próximos años.

Imponente en su cometido como Balthazar el bajo Ante Jerkunika, si bien la voz impone más en unos graves sonoros y cavernosos que no en un agudo con cierta tirantez. Efectiva, segura, con proyección más que suficiente y carismática la Inés de Miren Urbieta, así como la elegancia natural del canto del tenor Roger Padullés como Gaspar.

Buenas prestaciones las del coro del Liceu en una ópera con bastante participación. Volvió a destacar el trabajo de las voces masculinas frente a las femeninas, en el siempre puntillista uso de las dinámicas por Conxita García, una de sus señas de identidad y calidad.

Foto: Antoni Bofill.