flauta peralada toti ferrer

Conjurar a los dioses

Peralada. 07/08/18. Festival Castell de Peralada. Mozar: Die Zauberflöte. Liparit Avetisyan (Tamino). Adrian Ërod (Papageno). Olga Kulchynska (Pamina). Kathryn Lewek (Reina de la Noche). Andreas Bauer (Sarastro). Anaïs Constans, Mercedes Gancedo, Anna Alàs (Tres damas). Lluís Soler (Sacerdote III). Francisco Vas (Monostatos). Júlia Farrés-Llongueras (Papagena), entre otros. Orquesta y Coro del Gran Teatre del Liceu. Dirección de escena y escenografía: Oriol Broggi. Dirección Musical: Josep Pons.

El pasado día 7 de agosto parecía un buen día para conjurarse a los dioses, tal y como hace Sarastro ante la ceremonia de iniciación de Tamino y Papageno. O a los astros e incluso a los santos, a lo que fuese, con tal de que no cayese el agua con la que amenazaban unas agoreras nubes grises sobre Peralada. Finalmente los dioses, los santos, los astros y la climatología respetaron a Mozart… ¿y aquí abajo?

Era esta la primera vez que el director barcelonés Oriol Broggi se enfrentaba a una ópera. Conjurarse a los dioses, tal vez pensó también. Su máxima, como ha expresado en el programa de mano, ha sido el respeto hacia el libreto y la partitura. Así ha sido. Sin embargo, su lectura, cuando quien escucha ya ha degustado Zauberflöte en anteriores ocasiones, parece demasiado básica, incluso insustancial para una ópera que lo tiene todo, no sólo musicalmente sino también escénicamente. No parece haber nada que trascienda y no parece haber un uso de los (mínimos) elementos escénicos que sugiera un algo más. Una mesa que asoma al inicio en reminiscencia tcherniakoviana pero que queda en nada, o un correcto uso del vídeo, de Francesc Isern; por encima de la Norma de Livermore, pero a años luz del Tristan de Viola.

Queda, desde luego, una visión válida, que despoja un tanto el perfil fantástico, humanizándolo, bastante estática en la dirección escénica, con el error de sustituir diálogos en alemán por un narrador en catalán (a pesar del buen hacer del consagrado actor Lluís Soler) y hacer que Papageno hablase en castellano de vez en cuando y con un inspirado vestuario de Berta Riera.

Sobre el escenario destacaron la Pamina de Olga Kulchynska, de sugestivo y terso timbre, con un registro central exquisito y el Papageno de Adrian Ërod, carismático y muy bien cantado, además de la Reina de la Noche de Kathryn Lewek, segura y lírica en tesitura, que siempre aporta más al rol. El tenor Liparit Avetisyan supo hacer suyo el rol de Tamino, a pesar de que su voz ya parece pedir roles más pesados; mientras que Andreas Bauer fue creciéndose como Sarastro a medida que la función avanzaba.

Muy acertados, además, todos los personajes secundarios, comenzando por las tres damas, con una destacada Anaïs Constans; así como el Monostatos de Francisco Vas y la Papagena de Júlia Farrés-Llongueras. Excelentísimo el Coro del Liceu.

Josep Pons volvió a dibujar un Mozart que sobrepasaba lo solemne para convertirse en moroso por momentos, al frente de una acertada Orquesta del Liceu. Una lectura algo grisácea a la que, conjurados los dioses, el punto de electricidad, de energía, fue puesta por los relámpagos que estos enviaban, de lejos, para iluminar más aún la paritura.

Foto: Toti Ferrer.