Dama Picas Salzburg2018 RuthWalz

Fatalidad decepcionada

Salzburgo. 13/08/2018. Festival de Salzburgo. Tchaikovsky: La dama de picas. Evgenia Muraveva, Brandon Jovanovich, Igor Golovatenko, Hanna Schwarz y otros. Wiener Philharmoniker. Dir. de escena: Hans Neuenfels. Dir. musical: Mariss Jansons.

El repertorio ruso ha tenido siempre una presencia importante en el Festival de Salzburgo, con producciones memorables como el Boris Godunov de Herbert Wernicke, allá por 1994, con Claudio Abbado a la batuta. El año pasado pudimos asistir a una atinada Lady Macbeth de Shostakovich, que tuvo como principal atractivo la presencia en el foso del maestro letón Mariss Jansons. Repitiendo esta fórmula, este verano el Festival salzburgués presentaba La dama de picas de Tchaikovsky, de nuevo con Jansons al frente y contando con otro veterano, el alemán Hans Neuenfels, como responsable escénico. En aquellas funciones de Lady Macbeth el mundo de la lírica pareció descubrir de la noche a la mañana a la soprano rusa Evgenia Muraveva, que se hizo cargo de varias funciones tras una lesión de Nina Stemme. Pues bien, en esta Dama de picas se ha contado de nuevo con ella y con el tenor norteamericano Brandon Jovanovich, también presente en aquellas funciones en la parte de Serguei, como buscando repetir una fórmula de éxito, que en esta ocasión no lo ha sido tanto.

Y es que la producción de Neuenfels no consigue entusiasmar ni a propios ni a extraños. Algo retraído y convencional, trabajando con una literalidad ciertamente rara en su caso, el director alemán propone una propuesta de tono irónico, subrayando el fatalismo y destacando el papel de la muerte en el libreto, hasta el punto de presentarnos a Catalina la Grande como un esqueleto al que el pueblo adora con devoción. El sarcasmo que marca algunas escenas no conduce, no obstante, a una dramaturgia especialmente consistente o atractiva, quedando a menudo en un ocurente guiño aquí o allá, pero no más. En todo caso es un espectáculo realizado con un impecable nivel técnico y nada parece haberse dejado a la improvisación. Como me dijo a la salida del espectáculo el director artístico de un importante teatro español: "No es mi rollo, pero esto está muy bien hecho" (sic).

A nadie se le debería escapar que en origen está producción estaba destinada al debut como Lisa de Anna Netrebko, quien precisamente nos lo confesaba así hace un año en nuestra entrevista de portada. Todo parece indicar, no obstante, que prefirió reservar su debut con este papel para una producción de corte más clásico, habida cuenta al menos de la fama que precede a Neuenfels, atado ya sin remedio al recuerdo de las ratas de su Lohengrin para Bayreuth. En lugar de Netrebko, pues, que nunca llegó a estar anunciada de forma oficial para estas funciones, todo hay que decirlo, el papel de Lisa fue confiado a la citada Evgenia Muraveva. No convenció demasiado, pálido el instrumento e inane su presencia escénica, poco carismática. Sorprendió lo esforzado de su emisión por momentos, sobre todo con un agudo corto y dificultoso.

Dando la réplica a Muraveva, en la parte de Hermann, Brandon Jovanovich no ofreció en ningún caso un timbre suntuoso, tampoco desahogado en el agudo y ciertamente parco en colores, insuficiente a todas luces para este papel. Aunque no es un artista carismático no se le puede reprochar su entrega, más que evidente. Logró al menos con ello salvar con aplomo sus dos principales intervenciones solistas, aunque dejó la impresión general de carecer de los medios idoneos para acometer esta parte con soltura. Tampoco entusiasmó el resto del reparto: discreto, aunque sonoro y firme, el Yeletzki de Igor Golovatenko; y muy corta de recursos vocales la Condesa de Hanna Schwarz, por esmerado que fuera su desempeño actoral, de gran magnetismo escénico.

Así las cosas, lo mejor de esta función sucedió en el foso, con un ejemplar e inspirado Mariss Jansons, quien ya había escogido La dama de picas para su regreso al mundo de la ópera, en Amsterdam, hace ahora dos años. Como entonces su versión es hermosa, intensa y teatral.  El maestro letón consiguió de los Wiener Phiharmoniker un sonido menos brillante y triunfal de lo que acostumbran; el resultado fue un Tchaikovsky melancólico y apesadumbrado, con picos puntuales de una electricidad y una firmeza descollantes, en mitad de una narración paladeada con tiempos más bien lentos, con espacio para un fraseo inflamado y sensible en grado sumo. Emocionalmente hablando, esta Dama de picas sucede en el foso y eso es culpa -¡bendita culpa!- de Mariss Jansons, al que se aplaudió con verdadera devoción en Salzburgo.