Holandes Bayreuth18 EnricoNawrath 

Con viento fresco

Bayreuth. 30/07/2018. Festival de Bayreuth. Wagner: Der Fliegende Holländer. Greer Grimsley, Ricarda Merbeth, Peter Rose, Tomislav Mužek, Rainer Trost y Christa Mayer. Dir. de escena: Jan Philipp Gloger. Dir. musical: Axel Kober.

Se marcha con viento fresco, la boutade escénica que ha supuesto este Fliegende Holländer firmado por Jan Philipp Gloger. Último año de esta producción, estrenada en 2012 con un prodigioso Christian Thielemann a la batuta, que se ha visto ya en seis temporadas, del 2012 al 2016 y que se ha recuperado este 2018 para despedirse para siempre del escenario del Festspielhaus. 

Bayreuth siempre supone un work in progress, esto significa que las producciones tienen pequeños cambios, desarrollo de ideas y pulido del trabajo escénico en sus respectivas reposiciones. Hay que reconocer que en el caso que ocupa este Fliegende, las ‘mejoras’ son mínimas y se resumen en el uso de alguna video-proyección que más que añadir nada novedoso, intenta disimular las carencias de una regie fallida, fría y muy lejos del espíritu romántico de esta ópera wagneriana. La lectura de Gloger de un mundo dominado por el Big data, donde el Holandés se presenta como un hombre de negocios que ha vendido su alma al mundo capitalista y busca desesperadamente un amor verdadero que lo aparte de la vacuidad del mundo materialista, se torna en una pirueta vacua y sin interés. 

El mundo de una fábrica de ventiladores, donde Daland es el director, su ayudante aquí se transforma en Der Steuermann, y su hija Senta, una alucinada que se dedica a crear obras de arte fantasiosas para escapar también de una realidad maquinada que no comprende ni quiere, pueden tener un interés relativo. De hecho el punto de partida no es tan extravagante como pareciera, pero el desarrollo es cansino y la frialdad escénica casi eclipsa al volcán que es esta paritura, para derivar en un trabajo olvidable y prescindible.

La dirección musical la ha protagonizado desde el año 2015 Axel Kober, un maestro siempre efectivo al que le falta personalidad y carisma y que lleva a buen puerto esta colosal partitura con más oficio que otra cosa. Sobre todo gracias al maravilloso sonido de una orquesta superlativa que conoce los meandros de esta partitura como la palma de la su mano. Kober oficia pero no enamora, ni en los momentos líricos (dúo Senta-Holandés) ni en los más dramáticos (primer aria del Holandés, escena final). Lo mejor son los cuadros y la búsqueda de cierto punto cómico o caricaturesco en la figura de Daland, o la precisa corrección de los números corales.

Debutante este año en Bayreuth, el bajo barítono estadounidense Greer Grimsely, cubrió expediente, pues el instrumento es adecuado y el color tiene cierto atractivo. El problema es que no llegó en ningún momento a mostrar la profundidad emocional y los colores sombríos del alma perdida del Holandés, con pocas gradaciones expresivas y más preocupado musicalmente en dar todas las notas, agudos seguros y graves bien proyectados. Tampoco demostró una gran química, ni vocal ni escénica con la Senta de Ricarda Merbeth.

La efectiva soprano alemana bordó una Senta musicalmente irreprochable. Merbeth domina la particella, tiene cierto carisma musical, un timbre penetrante y sabe colorear con agradable resultado, como se percibió en su Balada. Mostró una Senta fantasiosa en su irrealidad, y dio buenos contrastes en sus dúos con Erik y el Holandés, con mejor química con el primero y también con el Daland de Peter RoseEl bajo británico firma un Daland que busca y encuentra la comicidad algo ridícula de un personaje que combina el interés material de su hija con unos sentimientos paterno-filiales de ética cuestionable. Aquí es donde canto y dirección musical se entendieron mejor. Rose sabe dosificar en sus intervenciones, con un carisma bufo y una extraña humanidad pese a lo miserable de sus acciones. La voz suena algo cansada y sin brillo, pero lo sabe suplir con una interpretación actoral destacable.

Debut este año del sorprendente Steuermann del tenor alemán y curriculum eminentemente mozartiano, Rainer Trost. Un cantante de emisión fácil, canto siempre cuidado, linea elegante y resultado fresco y limpio. Una grata sorpresa en un rol que en esta producción tiene más relevancia de lo acostumbrado. Su aportación actoral también rayó en un nivel más que correcto. El otro tenor, el Erik del croata Tomislav Mužek, combina un timbre luminoso y un estilo impecable con una emisión extrovertida y un canto muy empático. Su Erik emociona y crea una emotiva empatía con el espectador, gracias a una interpretación medida, equilibrada y a la vez romántica y expresiva.La mezzo Christa Mayer, la única que ha aguantado en el cast desde el estreno de la producción en 2012, firma una Mary correcta para uno de los roles menos atractivos del universo wagneriano.

De nuevo el coro del Festspielhaus ofreció sus mejores colores en unos números siempre vivos, brillantes y musicalmente rematados con una mezcla de espectacularidad y expresión. El director Eberhard Friedrich fue de los más aplaudidos para una noche algo rutinaria, en una producción que pasa al estante de los más gris visto en el Festival estas últimas décadas.