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El aire fresco llega a Bayreuth 

Bayreuth. 11/08/2025. Festspielhaus. Wagner: Los Maestros Cantores de Núremberg. Georg Zeppenfeld (Sachs), Jongmin Park (Pogner), Michael Spyres (Walther), Christina Nilsson (Eva), Michael Nagy (Beckmesser), Matthias Stier (David), Christa Mayer (Magdalena). Coro y Orquesta del Festival. Dirección de escena: Matthias Davids. Dirección musical: Daniel Gatti.

Si hay una obra que podamos llamar coral en el catálogo operístico de Richard Wagner, esa es Los maestros cantores de Nuremberg (Die Meistersinger von Nürnberg). Aunque evidentemente hay figuras más destacadas, el protagonismo está muy repartido y el pueblo, la ciudad de Nuremberg, es parte fundamental de la historia, aparentemente sencilla pero con muchas cargas de profundidad en sus textos, que han dado mucho trabajo a los especialistas en la obra wagneriana. Pero más allá de las interpretaciones, que son muchas (y también daré la mía), la impresión con la que uno se queda al final de la obra es que es como un gran fresco musical que representa a una ciudad burguesa alemana que intenta romper con la tradición de la Edad Media y entrar en el Renacimiento, y cómo esos cambios afectan a los burgueses, tanto a los más prominentes como al pueblo en general.

Creo que hay que enfrentarse a Los maestros cantores liberado de cualquier prejuicio que ha cubierto la pátina original del fresco. Hay que pensar en la época en que fue compuesto y no, como es habitual en nuestro mundo, juzgar todo con nuestra perspectiva. Cuando se compuso la obra en la segunda mitad del s. XIX, el mundo, la sociedad, no era como hoy, y lo que hoy es ofensivo e inadmisible, en aquel tiempo formaba parte de la cultura del momento. Más teniendo en cuenta que Wagner intenta ser fiel a la época en la que sitúa su ópera y, por una vez, refleja un mundo real, poblado de personas normales, con sentimientos que todos hemos podido sentir.

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Es verdad que además está el humor que lo tiñe todo, pero lo que destaca sobre todo es lo accesibles que son los personajes, la fácil identificación que uno puede tener con ellos. Es, junto a Falstaff de Verdi, la ópera más humana y a la vez más grandiosa a la hora de reflejar el sentir de la mujer y el hombre de la calle (aunque hay que recalcar que Verdi eleva la importancia de la mujer en su obra mientras que Wagner, fiel a su tiempo y cayendo yo en las comparaciones que quería evitar, la relega a un plano mucho más humilde).

La nueva producción que estrena el Festival de Los maestros cantores refleja ese cambio que anuncia la historia y lo hace trayendo una bocanada de aire fresco, tremendamente divertido, y con referencias al humor inglés o el cine mudo, buscando siempre la complicidad del público que se ve reflejado en la actitud de alguno de los personajes, sobre todo los más secundarios.

Matthias Davids firma un trabajo en el que el respeto a la trama es absoluto y lo que construye es un gran fresco en el que la alegría domina casi siempre la escena. Es una producción intrahistórica por lo que se puede deducir de la mezcla, desde la primera escena, de diversos ropajes (fabuloso trabajo de Susanne Hubrich), desde el siglo XVI hasta nuestros días. Los propios maestros llevan trajes de diversas épocas. Es una declaración de intenciones: la historia se repite, siempre hay alguien que quiere cambiar y muchos que se resisten a ello.

En el esfuerzo ayuda enormemente la casi guiñolesca escenografía de Andrew D. Edwards, muy básica, pero tremendamente funcional, llena de sentido y de humor. La segunda parte del acto tercero es una locura de colorido y alegría, una parodia que nos recuerda a una feria de ganado alemana o el musical nazi ideado por los protagonistas de la película Los productores. A quien crea que esto es una tomadura de pelo le diría que reírse de uno mismo, de un país mismo, es esencial para no caer en extremismos.

Resumiendo, un trabajo que hay que ver en directo y no fiarse de los que lo contamos porque, por una parte cada uno tiene su criterio, y por otra hay tantos detalles que es imposible plasmarlo en una crónica aunque sea larga.

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Vocalmente fue también un gran éxito porque los cantantes elegidos eran de gran nivel. El zapatero Sachs estaba en manos de ese gran bajo que es Georg Zeppenfeld. Alguno se preguntará si no sería un papel complicado para su cuerda, pero el gran cantante alemán tiene un registro alto bien templado y nos brindó un Sachs lleno de matices, de melancolía y de tristeza en sus dos monólogos y de bonhomía en todo momento. Además es un excelente actor, totalmente comprometido y los grandes bravos que recibió al saludar al final de la obra son más que merecidos.

Michael Spyres es un tenor en plena forma y una de las figuras más solicitadas de su cuerda. Gran trabajo el que hizo como Walter, el aspirante a maestro. En la escena de los ensayos para la canción del concurso lució todas sus virtudes: un timbre bello, una gran elegancia en declamar los versos y una excelente proyección. Pero en la escena final, cuando canta por última y triunfal vez su melodía, algo falló. No estaba cómodo, como si tuviera algo en la garganta, y no pudo acabar tan bien como se merecía. Esos problemas le pueden pasar a cualquiera, la voz es humana como diría Poulenc y esta vez le jugó una mala pasada. Pero su labor durante toda la larga ópera fue reconocida por un público que admiró su valía.

Excelente Eva de Christina Nilsson, una voz que nos llega de esa mina de buenos cantantes que es Escandinavia. El timbre es bellísimo y la frescura del instrumento es evidente, y consiguió darle a Eva una imagen actual y nada ñoña, como ocurre a veces. Gran Sixtus Beckmesser de Michael Nagy, un cantante que cautivó tanto por su excelente trabajo vocal como por una divertida, sin ser exagerada, actuación. La voz de Nagy es la perfecta para este papel y él lo aprovechó para brindarnos un Beckmesser de muchos quilates. Imponente Jongmin Park como Pogner. Bajo profundo, su canto dio hasta tenebrismo donde todo era alegría, pero impecable su trabajo.

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Decepcionante la vocalidad de Matthias Stier como David, el aprendiz de Sachs. Correcto en el centro y la parte baja de la tesitura, tuvo muchísimos problemas en la parte más aguda que deslucieron su trabajo.  Gran profesional, Christa Mayer estuvo estupenda como Magdalena. Junto a Sach, David, Walter y Eva nos proporcionó un quinteto del tercer acto, la partemás lírica de toda la obra, memorable.

El resto de protagonistas estuvieron fabulosos como cantantes y actores. Y por encima de todos, una vez más, el Coro del Festival que en esta ópera, como se comentaba más arriba, es la protagonista. Impecables en todo momento, la apoteosis de la fiesta final demostró que son unos profesionales como la copa de un pino, tanto vocal como actoralmente. Fue todo un privilegio escucharle.

A Daniele Gatti hubo quien le abucheó en los saludos finales. Dicen por su pasado nada limpio en la dura lucha del Me too. El público es soberano. Musicalmente, el trabajo del maestro milanés fue impecable, alegre, vivaz, completamente en consonancia su batuta con lo que ocurría escénicamente. Incluso acudiremos a la tan manida “mediterraniedad” para hablar de su dirección. Supo cuándo acelerar y cuándo tomarse un momento de calma, cuándo avivar el fuego escénico y cuándo hilar finamente los momentos líricos o de reflexión como los de Sachs. Su labor fue impresionante. Como lo fue, y ya llevo repitiéndome varias crónicas, la Orquesta del Festival, esta vez metida en una de las más complicadas partituras wagnerianas por la gran riqueza de variedad y color que contiene. Dio igual. Ellos resolvieron con la misma profesionalidad de siempre, dejándonos, una vez más, admirados de un conjunto de instrumentistas provenientes de diversas orquestas que se juntan en el caluroso verano de Bayreuth para rendir homenaje a Richard Wagner.

Fotos: © Enrico Nawrath