Boheme ABAO Arteta Ilincai E.Moreno Esquibel

Batuta y soprano

Bilbao. 20/10/2018. Teatro Euskalduna (67 temporada de ABAO). Puccini. La Bohème. Ainhoa Arteta (Mimì), Teodor Ilincai (Rodolfo) Artur Rucinski (Marcello), Jessica Nuccio (Musetta), David Menéndez (Schaunard), Krzystof Baczyk (Colline). Dirección de escena: Mario Pontiggia. Dirección Musical: Pedro Halffter.

Los triunfadores de la primera representación de La bohème que abría, el pasado 20 de octubre, la 67 temporada de ABAO (Asociación Bilbaína de Amigos de la Ópera) fueron, sin duda la batuta de Pedro Halffter y la soprano Ainhoa Arteta. Ambos fueron los que transmitieron con mayor notoriedad esa mezcla tan especial que tiene Puccini. Una mezcla  formada por la proximidad al oyente de sus melodías (supuestamente facilonas y populares, cosas, la primera, que es mentira y que es una virtud, la segunda), unos libretos de fácil comprensión y, sobre todo, por esa indudable fuerza que surge de toda su música, culmen de un siglo XIX espléndido para la ópera italiana pero que también se abre al siglo XX, deudor, en algunas de sus muchas corrientes, del impulso pucciniano.

Pedro Halffter es una de las batutas más seguras a la hora de enfrentarse a la música de Puccini. Siempre que le oído abordar este repertorio lo ha hecho con una seguridad, una riqueza de matices, un conocimiento profundo de la partitura y un gusto exquisito que no se prodiga habitualmente en este país. No lo fue menos en esta ocasión, en la que brindó una versión elegante y detallista de una de las obras más populares del maestro de Lucca. Atento siempre al escenario, nunca ahogó a sus cantantes con volúmenes excesivos, conocedor del espacio teatral donde se encontraba y las dificultades que puede provocar a un cantante no avezado en el Euskalduna. Apoyado por una excelente Orquesta Sinfónica de Euskadi, que volvía al foso de ABAO, después de los problemas de la temporada pasada, y que brilló en todas sus familias (especialmente la cuerda), su trabajo sólo se puede calificar de sobresaliente. Como sobresaliente fue la Mimì de Ainhoa Arteta. La soprano tolosarra conoce perfectamente esta ópera, ya que fue una destacada Musetta. Como Mimì, sobre todo en el primer acto, quizá pueda pensarse que su voz tiene unas características, una anchura y un peso, que se aleja de lo exigido por el rol. Pero eso no es óbice para que el papel se resienta en ningún momento. Más acorde con su actual línea de canto están sobre todo el tercero y cuarto acto, en los que destacó por lo que la ha hecho una de nuestras cantantes más destacadas: un dominio absoluto de toda la tesitura (con unos graves bien audibles y un agudo perfectamente liberado), un volumen espectacular con esa proyección que demuestra conocer perfectamente el teatro, un fiato que ha ganado en extensión  y una entrega como actriz que siempre es un plus en sus actuaciones. 

El resto del reparto estuvo a buen nivel pero en ningún momento llegó a la calidad de la protagonista o el director musical. Teodor Ilincai es un tenor con fuerza, potencia y coraje que cantó con voluntad un papel de tanto compromiso (sobre todo en el primer acto) como el de Rodolfo. Tiene una zona central segura pero su agudo, aunque tiene potencia, carece del brillo y la belleza que el rol demanda. Correcto como actor, recibió calurosos aplausos al final de la representación. En esa misma línea se movió el Marcello de Artur Rucinki, un Marcello de timbre poco atractivo, aunque plenamente baritonal y adecuado a su parte que cantó con soltura y profesionalidad. Le faltó un poco más de impulso y soltura vocal a la Musetta de Jessica Nuccio que, aunque gustó, no arrebató en su famoso vals del segundo acto. Excelente el joven bajo Krzystof Baczyk (ayudado por perfecto acompañamiento de Halffter) en la conocida “Vecchia zamarra, senti”, cantada con elegancia y sentimiento. Correcto David Menéndez como Schaunard y Fernando Latorre en sus dos papeles comprimarios. El segundo acto de La bohème es, básicamente, un acto coral en el que el Coro de Ópera de Bilbao se lució sin dificultad, acompañado esta vez por el coro infantil de la Sociedad Coral de Bilbao. 

La producción, procedente del Teatro Massimo de Palermo la firma Mario Pontiggia. Pontiggia se ciñe a la literalidad del libreto y plantea una dirección escénica muy clásica pero correcta, aunque podría haber hecho un segundo acto en el que los grupos que se apiñan en el escenario (demasiado poco espacio deja en ese acto la escenografía de Francesco Zito, que firma también el vestuario) se movieran con más naturalidad ya que la sensación es de movimientos demasiado mecánicos (excepto en el de los solistas, más libres y resueltos). La sorpresa (que chirría en todo momento) llega en el cuarto acto, en el que los pobres bohemios y el supuesto frío de las buhardillas de París son sustituidos por un ático con terraza y plantas, en pleno verano, y la canción de la zamarra y el manguito que pide Mimì porque tiene las manos heladas quedan fuera totalmente de lugar, sustituidas las raídas ropas por elegantes trajes de lino. Sus razones tendrá.

ABAO dedica estas representaciones de La bohème a la gran diva, recientemente fallecida, Montserrat Caballé.