SylvainCambreling conducting 

El dominio de lo extramusical

Barcelona. 17/11/18. Auditori. Messiaen: Les offrandes oubliées. Beethoven: Concierto para piano y orquesta, núm 4. Garrick Ohlsson, piano. Berlioz: Sinfonía fantástica. Orquesta Sinfónica de Barcelona y Nacional de Cataluña. Dirección: Sylvain Cambreling. 

Grata visita la del francés Sylvain Cambreling para ponerse frente a la OBC, una batuta con ideas en la cabeza y gran capacidad comunicativa: suficientes herramientas para lograr un buen resultado con una orquesta disciplinada, que suele ofrecer una gran respuesta si se la espolea. En este caso, a través de un programa cercano en la trayectoria del director y muy bien defendido. 

En la pequeña porción que abría el programa –como es costumbre de la casa, para cumplir con la ínfima cuota de música escrita en los últimos cien años– la “meditación sinfónica” Les offrandes oubliées pertenece a los primeros pasos en el catálogo de Olivier Messiaen. El compositor francés había finalizado sus estudios en el conservatorio de París y pronto sería nombrado organista en la iglesia de la Trinidad. Muy cercana en carácter y estética a su anterior Le Banquet Céleste (1928) para órgano a la que también llamó “meditación”, ya en esta primera obra sinfónica se encuentran los rasgos característicos de su lenguaje: la introspección hermética, el gusto por la riqueza de imágenes producto de su religiosidad católica, el colorido orquestal muy en la tradición francesa, y un minucioso rigor científico en lo constructivo. Los dos polos de la obra, lo programático y lo compositivo, fueron muy bien desplegados por la orquesta; Cambreling dotó de gran equilibrio y fluidez a la frases. Incluso a esa incómoda e inexplicable segunda parte que Messiaen escribe; una especie de cuerpo extraño en el organismo de la obra. 

Para cerrar la primera parte Garrick Ohlsson ofreció una lectura intimista y delicada del cuarto Concierto para piano de Beethoven, quizás sin un gran surtido de matices pero sí con una magnífica pulcritud de sonido y fraseo. Desde un Allegro moderato entendido más cerca del moderato que del allegro, el pianista abordó con excepcional solidez la partitura, bien arropada por las maderas pese a cierta carencia general de balance sonoro e imbricación entre solista y orquesta.

Ohlsson eligió la contención y elegancia en el célebre Andante con moto asociado a Orfeo, aunque las furias en forma de cuerdas que lo rodeaban no tuvieran a un Orfeo metafísico para rodear, y el cantabile del pianista estuviera más cerca de un reposado canto de escuela. Más grande se hizo con la agilidad endiablada en el rondo final, dibujando con precisión luminosa la línea melódica, así como en un aplaudido bis de extraña y personal expresividad, con el célebre Vals op. 64 núm. 2 de Chopin, compositor predilecto en su repertorio. 

Todo lo opaco y dubitativo en el apartado orquestal se volvió luminoso y enérgico en la segunda parte, cuando llegó la obra anunciada en cartel: “Sylvain Cambreling dirige la Sinfonía Fantástica”. Eso es lo que vino a hacer y el resultado fue muy meritorio, a juzgar por una versión fresca y de personalidad. Las inconsistencias y desajustes sonoros quedaron en un segundo plano ante un derroche de implicación con momentos muy brillantes tanto en maderas como en los metales, en particular en una “Marcha al suplicio” soberbia. Sin grandes alardes de precisión ni virtuosismo orquestal, la batuta puso los ingredientes necesarios para que el fastuoso lenguaje sinfónico de Berlioz resplandeciera en muchos momentos: plasticidad en las dinámicas, magnífico sentido del rubato, riqueza de planos sonoros, y gran vigor en los ataques. El caudal del torrente berloziano se desbordó en ocasiones pero Cambreling atendió a los detalles y al balance que dio como fruto texturas sólidas y de sonido aterciopelado en la cuerda. Como en la primera parte con Messiaen y de nuevo con las ideas extramusicales muy claras en la mano, Cambreling logró arrancar esa vitalidad de la orquesta que hizo recordar (salvando la distancia) la versión que pudimos escuchar en manos de Eiji Oue hace ya más de siete años, cuando se reencontró con la orquesta en un momento entonces difícil, para que volviera a hacer música y no funcionariado instrumental.